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25 abril, 2024
PAÍS

La guerra secreta entre Kirchner y Duhalde por el sello del PJ

Por Alfredo Silletta. Se viven horas de incertidumbre y tensión en el peronismo. La ex presidenta Cristina Kirchner decidió jugar en las elecciones por la provincia de Buenos Aires con un frente propio, dejándole el sello del PJ a Florencio Randazzo. Muchos recuerdan lo sucedido en el año 2005 cuando el presidente Néstor Kirchner decidió enfrentar a Eduardo Duhalde, quien en aquel entonces controlaba los congresales del PJ.  Es bueno recordar la historia para comprender el presente.

El siguiente texto es parte del libro La Patria Sublevada. De Perón a Kirchner (1945-2010) que publique en Ediciones LEA, en el 2011.  El capítulo se llama El poder no se comparte:

 

“Un legislador amigo le pregunta al presidente Néstor Kirchner:

-Viste la lista que presentó Duhalde para las elecciones del 14 de septiembre (del 2003). ¿Te gusta?

-La verdad que no. Hay varios que son impresentables.

– ¿Y no le dijiste nada?

-No. Y la razón es simple. Cuando recibí el gobierno el 25 de mayo sólo tenía el bastón como poder. Ahora debo llegar al 10 por ciento. Primero hay que acumular y saber elegir las batallas y en estos momentos la prioridad es el acuerdo con Fondo Monetario Internacional y las privatizadas, especialmente las españolas.

Lo que no le contó el presidente es que en la reunión con Duhalde, donde éste le mostró la lista le dijo que se “bancaba” la lista, aunque había varios que no le gustaban, pero que “no apoyara en la Capital a Mauricio Macri” porque el gobierno iba a jugar fuerte con Aníbal Ibarra.

En las elecciones del 14 de septiembre de 2003 ganó el peronismo ampliamente en todo el país. En Buenos Aires llegó al 45 por ciento de los votos y en la Capital Federal Aníbal Ibarra le ganó el ballotage a Macri por siete puntos.[1] Lo importante de esas elecciones legislativas es que el bloque oficialista se aseguró 131 bancas, dos más de las 129 necesarias para el quórum, lo que le permitiría legislar con más tranquilidad.

El 16 de diciembre, Eduardo Duhalde asumió como titular de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur y antes de finalizar el año volvió a encontrarse en la residencia de Olivos con el presidente.  Allí hablaron de las últimas encuestas donde Kirchner aparecía con un 90 por ciento de imagen positiva, cuando en abril sólo rondaba el 40 por ciento. Kirchner Le contó que a partir de enero todos los planes sociales iban a ser manejados por su hermana Alicia, quien además iba a manejar la relación con los piqueteros para encauzar una salida a los cortes[2].

Todo transcurría por carriles normales hasta que Duhalde le comentó que Chiche era la elegida para encabezar la lista de senadores en el 2005 y que comenzaría a caminar la provincia.

Néstor lo miró y no hizo ningún comentario.

Días después explotaría la bomba del verano. El subsecretario General de la Presidencia, Carlos Kunkel anticipó que “Cristina sería candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires”.

El duhaldismo estalló de bronca. Por primera vez alguien le planteaba jugar en el territorio que Duhalde había alambrado desde hace más de una década. Fue el tema del verano. El flaco Kunkel no conforme con la noticia que largo dijo que quizás sea la “próxima gobernadora en el 2007” y que este enfrentamiento con el duhaldismo es “la madre de todas las batallas”.[3]

 

El primer cruce fuerte con sectores del peronismo se produjo en marzo del 2004, cuando el presidente Kirchner no permitió que ningún gobernador fuera al palco del acto de la AMIA[4] . Un grupo de cinco gobernadores (José De la Sota, Jorge Obeid, Felipe Solá, Jorge Busti y Carlos Verna) publicaron una solicitada donde se quejaron de no haber sido invitados y por las criticas desmesuradas de Hebe de Bonafini.

El presidente estaba con bronca con la solicitada[5]  y anunció públicamente que no asistiría al congreso del peronismo que se realizaría el 27 de marzo  “porque tengo preocupaciones más importantes”.  Más allá de su ausencia, Cristina asistiría como congresal por Santa Cruz y su único pedido fue que el PJ fuera presidido por el jujeño Eduardo Fellner[6].

Fellner fue elegido presidente pero el congreso término en un verdadero escándalo cuando sectores vinculados al “gallego” De la Sota y a Luis Barrionuevo silbaron a Cristina Kirchner, quien con bronca dijo que “si  en el peronismo no cambian las cosas, este será mi último encuentro”.

El enfrentamiento se produjo cuando el correntino Eduardo Galantini pidió una “amnistía” para todos aquellos peronistas que se habían presentado en elecciones por afuera del partido, pero la reacción de muchos fue destemplada y comenzaron a gritar ¡No, traidores, traidores!, infiltrados!

Esa misma noche, en el despacho presidencial, se organizó una reunión. Estaba el presidente, Cristina, Sergio Acevedo, Alberto Fernández, Carlos Zanini y Héctor Icazuriaga. Cristina estaba muy molesta por los chiflidos y por los gritos de “infiltrada” que le recordaba los años setenta.

Alguien insinuó irse del PJ y armar algo distinto pero el presidente fue terminante:

-No repitamos viejas historias. Somos peronistas vamos a ganar al peronismo. Vamos a ver cuánto poder tenemos, nosotros somos lo nuevo y ellos lo viejo.

Lo miró a Alberto Fernández y le dijo:

-Decile a Aníbal que llame a todos los que están con nosotros y que renuncien.

A las pocas horas renunció Sergio Acevedo, Mario Das Neves, Felipe Solá, José Luis Gioja, Jorge Busti, Gildo Insfran, José Alperovich  y Eduardo Fellner. Fue el final de la conducción del peronismo y la primera batalla ganada por el presidente. La conducción del PJ se había disuelto.

Días después, en un acto en Castelar dijo que “hay algunos dirigentes que no quieren cambiar nada, quieren volver al país que terminó el 20 de diciembre de 2001”

El 8 de abril el país se conmocionó cuando el presidente fue internado por una molestia estomacal en el hospital de El Calafate, luego de un problema gástrico generado por un antiinflamatorio que le había recetado el odontólogo. Luego se supo que había sufrido una gastroduodenitis erosiva (hemorragia sangrante) producida por un medicamente denominado ketorlak.

A fines de abril comenzaron los problemas energéticos y Kirchner planteó en forma pública que no pueden “acusarnos de todos los males” cuando llevamos 11 meses de gobierno y reclamo un “mea culpa”, recordando que “si hay problemas con las tarifas es porque hubo una devaluación que se hizo en forma poco prolija”[7].

Duhalde se molestó y le respondió públicamente  “que la devaluación salvo al país” y que si el país “no es confiable” es porque todavía no se salió  del default. Pocos días después cuestionó la política de derechos humanos al señalar que “la verdad no puede estar de un solo lado”.

Kirchner redobló la apuesta y enojado le respondió “¿Quién es Duhalde para decir dónde está la verdad?” sobre los derechos humanos.

En esas horas, Carlos Kunkel dijo que “habrá dos listas del peronismo: una con Chiche Duhalde y otra con Cristina”.

La guerra ya no era tan silenciosa.

El presidente recibió a Felipe Solá, quien en los últimos meses se quejaba por la falta de ayuda económica y por un reclamo de más coparticipación. Allí deciden que la coparticipación no se va a tocar, pero se compromete a bajarle dinero en obra pública y le exige que “se decida” de qué lado jugará en la pelea bonaerense.[8]

Días después, cuando Solá se enteró que las obras se negociaban directamente con los intendentes le pidió a un ministro que los llame con la frase: “El que va a la Casa Rosada es un traidor”. Los jefes comunales escucharon, no dijeron nada y empezaron todos a ir a la Rosada.

Así continuó la relación, entre un ida y vuelta, amor y odio entre el gobernador y el presidente.

Mientras tanto, la guerra, ya no tan silenciosa, continuaba  entre Kirchner y Duhalde. Desde el duhaldismo anunciaban que adelantarían las internas del peronismo bonaerense y que tenían control de los congresales del PJ, pero el flaco Kunkel  respondía que “no nos preocupa, habrá dos listas, como hizo Antonio  Cafiero en el 85, vamos por afuera y con Cristina candidata”. Otra lengua filosa que aparecía en aquel tiempo era el ministro Aníbal Fernández diciendo que:

-En el peronismo, después de Perón, lo que se hace es acompañar a quien está al frente del Poder Ejecutivo Nacional. El jefe del partido es el presidente de la Nación, ya no hay un líder espiritual del peronismo, como algunos nos cuentan.

Según registraron los cables de Wikileaks durante 2011, en agosto de 2004, Eduardo Duhalde visitó al embajador norteamericano Lino Gutiérrez y le aseguró que “Kirchner jamás pondrá a su mujer de candidata porque no puede tolerar el papelón que pierda la elección”. Se equivocó.

Finalmente, en el mes de noviembre, Eduardo Duhalde organizó las internas del PJ y se presentó como presidente, para luego renunciar y dejar al diputado nacional Díaz Bancalari en la presidencia.

La batalla final comenzó a adelantarse hacia fines del 2004 cuando  Felipe Solá  percibió que el kirchnerismo  “iba por Duhalde” y decidió lanzar una corriente interna  en un masivo acto en Parque Norte. No solo eso, dijo públicamente que “Cristina era mejor candidata que Chiche para las elecciones del 2005”.

El duhaldismo  se dio cuenta que era prioritario noquear a Solá y así demostrar que controlaban la provincia. Los legisladores bonaerenses, que en su mayoría le respondían al hombre de Lomas de Zamora, le modificaron en forma íntegra el presupuesto, quitándole todo tipo de control al gobernador.

Solá estaba preocupado. Algunos ministros le planteaban que negociará con el duhaldismo y vetara solo algunos artículos. Otros, en cambio, creyeron que había que dar la batalla. Un joven diputado, Raúl Pérez estaba convencido que había que dar la batalla y salió durísimo contra el duhaldismo y apuntó al hombre de Lomas de Zamora y las “cajas negras” que financian las campañas políticas.

Por su parte, el intendente de La Matanza, Alberto Balestrini, tampoco se quedó atrás y calificó de “señor feudal” a Duhalde.

El 16 de enero, Solá reunió a todos sus ministros y les anunció que vetaría el presupuesto.  De allí fue al salón Dorado donde lo esperaba toda la prensa y anunció la medida. Acusó al duhaldismo de irresponsable y, sin nombrarlo a Duhalde, afirmó que

-La gente quiere gobernadores que gobiernen y no títeres a los que manejan desde otros lados” y se preguntó: “¿Por qué razón se altera la gobernabilidad?. No voy hacer de payaso?.[9]

En esos días Luis D’ Elia comparó a Duhalde con Herminio y dijo que perderá por goleada si enfrenta al gobierno  y con fino humor agregó

-Hoy Duhalde necesita negociar a cualquier costo, Solá y nosotros necesitamos romper y Néstor Kirchner necesita reinar.

Kirchner no se metió en esa pelea porque el país estaba negociando la salida del default que finalmente se logró como señalé en el capítulo anterior en ese verano.

Terminada la negociación por el default, Kirchner reflexionó los pasos a seguir en la política doméstica. Sabía que el peronismo había perdido en las recientes elecciones de Santiago del Estero y Catamarca en manos de coaliciones cercanas al radicalismo.  La experiencia transversal no había crecido más allá de todo el apoyo que el presidente les había dado[10].

La tragedia de  Cromañón había terminado con la experiencia de Aníbal Ibarra en la Capital Federal; en Santa Fe luego de coqueteos con Hermes Binner decidió que había que negociar con el peronismo, que comandaba en una parte importante Carlos Reutemann y en Córdoba, Luis Juez no había podido crecer hacia dentro del peronismo y  su única opción era la capital cordobesa.

Fue en esos momentos que sabiendo que su popularidad estaba altísima decidió que las legislativas de octubre se convirtieran en “un plebiscito” sobre su gestión. Una jugada al mejor estilo de Perón: él se convertiría en el centro y en único ganador o perdedor, para ello tenía que doblegar al duhaldismo que hasta ese momento aparecía como una de las patas de la gobernabilidad en Argentina.

Kirchner, en esos años discutía muy fuerte con algunos intelectuales que, como Juan Pablo Feinmann querían que rompa con el peronismo y arme un partido nuevo de centroizquierda. En su reciente libro El Flaco, Feinmann cuenta que tuvo una fuerte discusión con el ex presidente cuando decidió pelearle el poder a Duhalde:

-Cuando le saques a Duhalde el aparato duhaldista, te vas a convertir en Duhalde. No llegaste para eso.

-No, pero si no le saco el aparato, él me va a sacar a patadas en el culo de todas partes. Hasta de la Presidencia.

-Vas a tener que hacer política de aparato. Política vieja, mafiosa, con personajes detestables. Habíamos hablado de otro tipo de política y de proyecto.

-Para llegar a otro tipo de proyecto y de política tengo que liquidar a Duhalde. Para hacerlo tengo que presentarle batalla en su terreno y con sus métodos. Y hasta peores.

-¿Y si te quedas en eso?

-No hay caso. No confías en mí[11]

En realidad, a Feinmann, como a tantos intelectuales progresistas les costaba “comprender el peronismo”.

En esas pascuas el presidente junto a Cristina fueron a Santa Cruz. Allí el primer mandatario convenció a Cristina que debería ser la candidata por la provincia de Buenos Aires.

-Vamos a ganar en todo el país. Voy a caminar desde mayo cada pueblito y cada provincia y vos tenes que ser la candidata a senadora.

Una anécdota que muestra el compromiso activo de Néstor Kirchner en su gestión la relata Carlos Castagneto, viceministro de Desarrollo Social de la Nación

-Era el 2003 o principio del 2004 y en una reunión con Alicia Kirchner le cuento que necesitamos un nuevo contador en el ministerio. Se ve que Alicia se lo comento a su hermano, digo esto para que se entienda lo que sucedió después. Néstor Kirchner había ido a participar de un acto en un barrio del conurbano. En la ruta, a unas 10 cuadras por donde iba a pasar de regreso el auto del presidente, una señora muy humilde tenía una carta en la mano. La policía la había corrido hacia el cordón por su propia seguridad. En el momento que pasa Néstor, ve a la señora con la carta en la mano, detiene el auto, retrocede y llama a la mujer: “Que necesita señora”. La mujer le cuenta que están pasando una situación difícil y que su hijo se recibió de contador. Néstor se guarda la carta en el saco y esa noche la llama por teléfono.  La mujer, primero no le cree que habla el presidente y Néstor le recuerda como estaba vestida y le dice, “Señora, hoy mi hermana me conto que necesita un nuevo contador. Que su hijo se presente mañana a las 9 en el ministerio y hable con ella”. Hoy ese joven contador sigue trabajando en el ministerio[12].

 

El 22 de mayo, al cumplirse dos años de gestión, Kirchner le dio un extenso reportaje al diario Clarín.

Allí dijo que la elección de octubre es “un plebiscito” porque no se puede avanzar en la consolidación con un presidente debilitado.

Como en el truco, no adelantó que Cristina sería la candidata por Buenos Aires.

—Cristina es parte de un proyecto político. Obviamente, si yo le digo que está decidida la candidatura de Cristina estaría faltando a la verdad, pero Cristina sintetiza muchísimas de las ideas que nosotros llevamos adelante. Digo muchísimas, porque en algunas está de acuerdo, pero a veces también discute. Es muy aferrada a sus convicciones… (se ríe).

Sobre Duhalde dijo que era una “persona que respecto y que cumple un papel importante en el Mercosur”

y sobre su rol en el peronismo bonaerense le pregunta un periodista.

-No sé, él ha dicho que se retiró de la política…

La guerra fría y la posibilidad de un acuerdo hicieron paralizar a más de un dirigente durante el mes de junio. Las versiones iban y venían.

El presidente quería derrotarlo pero no humillarlo a Duhalde y  le ofreció  un acuerdo que consistía en Cristina senadora, cuatro diputados del duhaldismo en las listas nacionales y dividir en partes igual las listas provinciales entre kirchnernistas, felipistas y duhaldistas.

El duhaldismo enloqueció: no quería saber nada con al felipismo  en la mesa de negociaciones pero en las últimas horas transmitió que aceptaba las listas nacionales y a Cristina candidata.

Los encargados de la última negociación fueron Alberto Fernández y Alberto Balestrini por el gobierno y por el duhaldismo,  Díaz Bancalari  y el intendente de Berazategui, Juan José Mussi.  A horas de firmar el acuerdo, Mussi recibió un llamado de Duhalde que volvía con la vieja propuesta de 9 diputados nacionales y 50 y 50 en las listas provinciales.

“Bueno, me están tomando como pelotudo”, dijo un Alberto Fernández ofuscado. Cerró su notebook y dijo: “se acabó la negociación, nos vemos en octubre”.

Kirchner estaba molesto y salió por los medios a decir que hay “zancadillas que provienen de adentro y de afuera, que quieren retornar los fantasmas del pasado y denuncia trabas a la gobernabilidad”. Y Agregó: “Hay que soportar las puñaladas por delante y por detrás”.

Horas antes del discurso de Cristina en el Teatro Argentino, le dio un reportaje a Pagina 12 donde afirmó que “no se puede ser oficialismo y oposición”.

El presidente se encargó de armar las listas y decidió que José Pampuro acompañe a Cristina en la lista de senadores y que la de diputados la encabece Alberto Balestrini.

El teatro argentino estaba repleto. Acompañaban al presidente, en la bandeja principal, los gobernadores Felipe Sola  (Buenos Aires); Jorge Alperovich (Tucumán); Jorge Obeid (Santa Fe); Julio Cobos (Mendoza); Jorge Busti (Entre Ríos); Sergio Acevedo (Santa Cruz); Jorge Colazzo (Tierra del Fuego); Horacio Colombi (Corrientes); Mario Das Neves (Chubut); Eduardo Fellner (Jujuy); José Luis Gioja (San Juan); Gildo Isnfrán (Formosa); Angel Maza (La Rioja); Carlos Verna (La Pampa); y José Manuel de la Sota (Córdoba). También estuvieron las abuelas y las madres de Plaza de Mayo, su madre Ofelia, su hermana y el gabinete completo, con excepción de Lavagna que estaba en China.

Primero habló Alberto Balestrini y  comparó al partido Justicialista con la madera de un árbol, la que “hay que podar de vez en cuando para que siga creciendo mucho más fuerte”.

Cristina, al ingresar al escenario, demostró su propia personalidad, al señalar la imagen central que ella no era “Cristina Kirchner, que era Cristina Fernández o Cristina Fernández de Kirchner”.

En su discurso dijo sin nombrarlo al ex presidente que “no soy las que anuncian su retiro y vuelven una y otra vez para poner piedras en el camino”. Luego, para que no quedaran más dudas agregó:

-No soy de los que dicen sufro con el poder. El día que decida irme a mi casa porque he resuelto que la política no es más mi vocación, tengan por seguro que no vuelvo más, no soy de los que anuncian retiros, para luego una y otra vez, poner piedras en el camino”.

Por otra parte, defendió a su esposo, el Presidente, al señalar que muchas veces él tuvo que “decir que no iba a ser títere de nadie”. Y recordó cuando “lo llamaban chirolita” y se quejó porque “ahora lo acusan de hegemónico”.

Cristina, quizás sin pensarlo, termino ese día para siempre con las posibilidades del duhaldismo. Fue en el momento que dijo:

“Cuando (al Gobierno) se le interponen escollos institucionales para que no gestione, eso no es libreto peronista, es un guión y dirección de Francis Ford Coppola, y el resultado no es un manual de Conducción Política, es la película El Padrino”.

Desde ese instante la palabra El Padrino quedaría unida para siempre con Duhalde.

Desde otro lado, en el amplio living de la casona de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde junto a su mujer y algunos asesores miraban el discurso. Hubo silencio, Duhalde supo que era el final de su carrera política. Miro a su mujer pero no dijo nada.[13]

Las elecciones se realizaron el 23 de octubre. Desde hacía un mes todas las encuestadoras señalaban que ganaría Cristina. La duda estaba en la diferencia. No era lo mismo 10, 20 o 30 por ciento.[14] En la capital Federal están en un empate técnico Mauricio Macri, Elisa Carrió y Rafael Bielsa.

Cristina arrasó en la provincia de Buenos Aires. Saco el 46 por ciento de los votos contra el 19 de Chiche Duhalde, que en la práctica fue solo el 14 por ciento ya que su fórmula recibió un cinco por ciento de los votos de Luis Patti.

Kirchner estaba feliz con el resultado de las elecciones, pero no exultante, más bien moderado. En la Capital Federal, Mauricio Macri había llegado al 33%, Carrió segunda con el 22 y Bielsa sólo el 20 por ciento. En Santa Fe, Agustín Rossi, el candidato transversal del kirchnerismo perdió por 10 puntos frente a Hermes Binner.[15]

Kirchner satisfecho se llamó al silencio para no opacar el triunfo de Cristina pero las siguientes 48 horas analizó ciudad tras ciudad el resultado electoral. Su gestión se había “plesbicitado” y había superado el 40 por ciento de los votos.

Los intendentes del conurbano bonaerense respondieron en forma contundente: en Ezeiza (58 a 26 %), en La Matanza (55 a 17%), en Lanús (44 a 19 %), en Avellaneda (42 a 18 %) y en los pagos chicos del duhaldismo, en Lomas de Zamora (43 a 23%).

En esas horas algunos dirigentes, aliados del progresismo, el felipismo y los defensores de la transversalidad le preguntaron cuando fundaba un nuevo partido de centroizquierda.

Un ministro le preguntó cuando renunciaba al PJ:

-Estás loco vos. Yo soy el peronismo. Ganamos la interna, sacamos el 40 por ciento y los que me enfrentaban llegaron al 9 en todo el país. Se acabó. Además, fíjate que nuestros candidatos trasversales, con todo el apoyo que les dí, hicieron una floja elección (en Capital, Santa Fe, en Córdoba) y en cambio los intendentes cumplieron en Buenos Aires.

Y agregó:

-La idea es simple: el peronismo es la columna vertebral de este proyecto y sumaremos a otros sectores que nos quieran acompañar en este proceso de cambio que vengan desde la izquierda o del radicalismo. Lo que si voy hacer es aumentar el dialogo con los radicales que nos apoyaron (Santiago del Espero, Corrientes, Mendoza y Rio Negro).

El gobierno había obtenido casi 7 millones de votos y se había asegurado mayoría en la Cámara de Diputados.

En esos días alguien le preguntó a Alberto Balestrini si había que negociar con lo que quedo del duhaldismo. El hombre de La Matanza, con una sonrisa, respondió:

-No hay que negociar. Hay que dejar que se desgranen, de a poco, y que ellos vengan no llamarlos nosotros. De a uno, haciendo acto de fe kirchnerista. Les vamos abrir las puertas si es que aceptan el modelo que propone Kirchner”.

Los sectores “progresistas” o transversales no comprendieron la importancia del triunfo del ex presidente en la provincia de Buenos Aires y el rol que cumplía el peronismo en el proyecto nacional y popular. Feinmann había criticado livianamente las políticas del presidente en un reportaje publicado en Veintitrés y éste decidió enviarle una carta.  La misma fue reproducida -valientemente hay que decirlo- en el libro El Flaco.

Kirchner le decía lo siguiente:

-En tus opiniones menosprecias la victoria del pueblo de la provincia de Buenos Aires sobre el aparato duhaldista y confundís el voto popular con movimientos de aparatos. Cuando te quejás de la CGT no podés reconocer que, nos guste o no, son ellos los que hoy representan a los trabajadores. También caés en el reduccionismo político de equiparar a la CGT con Barrionuevo. Sería como equiparar a los empresarios con Martínez de Hoz.

Y agrega hacia el final:

-Por eso creo que vos y yo no pensamos tan diferente, sino que tenés miedo. Miedo de que te confundan, porque creés que la individualidad te va a preservar. Pero no te olvides que pertenecemos a una generación que siempre creyó en las construcciones colectivas. La individualidad te pondrá en el firmamento pero sólo la construcción colectiva nos reivindicará frente a la historia. Al fin y al cabo todos somos pasantes de la historia[16].

 

[1] El único que estaba de mal humor era Felipe Solá que había dicho a los cuatro vientos que el iba a sacar más votos que su antecesor Carlos Ruckauf. Se equivocó, en el 99 el peronismo llego al 48,3 por ciento y Felipe sólo al 45.

[2] Lo que no le dijo es que Alicia iba a manejar la relación en forma directa con los intendentes quitándole poder al gobernador.

[3] En el discurso ante la legislatura del 1 de marzo, por primera vez  en la multitud se diferenció por un lado la gente vinculada a los intendentes  del conurbano y por otro lado grupo de piqueteros amigos y sectores que se empezaban a mostrar como kirchneristas puros.

[4] La idea fue que solo estuvieran el presidente, su mujer y dos nietos recuperados.

[5] Kirchner  afirmó a algunos ministros:  “yo no vi que ninguno de los que ahora se quejan haya sacado una solicitada cuando Menem firmó los indultos o cuando se sancionaron las leyes de obediencia debida y de punto final”

[6] Para negociar lo puso a Alberto Fernández y a Juan Carlos Masson.

[7] En marzo del 2002, en un reportaje de Pagina 12 ya había señalado que la devaluación había sido desprolija.

[8] Lo que el presidente no dice es que las obras  bajaran directamente hacia los intendentes sin la intervención de la provincia. Kirchner tenía decidido que el vínculo con los intendentes lo iba a llevar en forma personal.

[9] Ese día, Solá  fue invitado a la delegación oficial que partía junto al presidente a  Francia.

[10] En marzo del 2004 había apoyado la  realización de un Congreso Transversal en Parque Norte. Meses después le dio el manejo del PAMI a una diputada del ARI, Graciela Ocaña.

[11] José Pablo Feinmann, El Flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner. Editorial Planeta, 2011.

[12] Charla con el autor

[13] Ya en la locura final, el duhaldismo cerró una alianza con el torturador Luis Patti para que apoye la candidatura a senadora de Chiche Duhalde.

[14] Una semana antes, Duhalde insistía que Chiche solo perdería por 5 puntos.

[15] En La Rioja perdió Carlos Menem y en Catamarca, Luis Barrionuevo.

[16] Juan Pablo Feinmann, El Flaco

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