Por Alfredo Silletta. El próximo 29 de mayo se cumplirán 47 años del Cordobazo, cuando el pueblo en las calles hizo retroceder a la dictadura militar, comandada por Juan Carlos Onganía, personaje que se jactaba con que iba a quedarse 20 años en el poder. Aquella revuelta, la primera donde participó activamente el movimiento obrero y los estudiantes, demostró que unidos eran una fuerza indestructible.
Ha pasado casi medio siglo y hoy no gobierna una dictadura sino un gobierno democrático, pero que en las políticas económicas son iguales: creen en el liberalismo, en el libre mercado, en un Estado pequeño y que sólo defienda los intereses de los poderosos.
En estos cinco meses de gobierno, Mauricio Macri ha tomado sólo medidas que benefician a los ricos y ninguna para los sectores asalariados: beneficios al campo, a las mineras, devaluación, aumento de alimentos, tarifas y transporte. El movimiento obrero, con sus cinco centrales sindicales, salió a la calle el pasado 29 de abril y 300 mil trabajadores protestaron contra la política económica del gobierno. Paralelamente, el 12 de mayo se produjo una multitudinaria marcha de docentes, no docentes y estudiantes en defensa de la “universidad pública”, como hace décadas no se veía. El gobierno hizo oídos sordos y vetó la ley Antidespidos y no aumenta el presupuesto a los claustros universitarios.
Ante un nuevo aniversario de aquel Cordobazo, cuando por primera vez se juntaron los obreros y estudiantes, es bueno recordar cómo se produjo aquella síntesis que nos puede servir de ejemplo en estos días.
En 1966 el general Onganía y las fuerzas armadas se hicieron cargo del gobierno. Ya no le entregarían el poder a la vieja oligarquía como en 1955, esta vez venían por todo. No sólo se prohibió el funcionamiento del peronismo, sino el de todos los partidos políticos; se perseguió a los sindicatos y además se intervino la Universidad. No había espacio para una pseudodemocracia como la que había funcionado desde la caída de Perón con Arturo Frondizi y Arturo Illia.
Mauricio Macri ha tomado sólo medidas que benefician a los ricos
La noche del 29 de julio de 1966 sucedió un hecho significativo en la Universidad argentina. Hasta ese entonces, los universitarios vivían su propio mundo donde elegían democráticamente sus autoridades, discutían libremente sobre la enseñanza laica o privada o los próximos pasos a seguir en la revolución cubana. Paralelamente a ese mundo feliz, la mayoría del país tenía vedado elegir a sus representantes, los militantes peronistas sufrían prisión, torturas y hasta desaparecían, como sucedió con Felipe Vallese. Esa noche la policía no respetó la autonomía universitaria e ingresó a los claustros golpeando violentamente a estudiantes y profesores por igual. La jornada se conoció como “La noche de los bastones largos”. Fue un final de época donde los estudiantes descubrieron la persecución política, la misma que venía sufriendo el peronismo desde 1955.
Juan Domingo Perón, con doce años de exilio, se encontraba en el momento más difícil de su conducción política. Tenía 71 años y la mayoría de los gremios, conducidos por Augusto Vandor, había pactado con el régimen de Onganía. Fue allí que decidió jugar fuerte y apostó por la juventud, que día a día se acercaba al pensamiento nacional a través de las ‘cátedras nacionales’, la apertura de la Iglesia hacia el mundo luego del Concilio Vaticano II y la llamada Teología de la Liberación y los libros de pensadores nacionales como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui, entre otros. La política del trasvasamiento generacional produjo la formación de decenas de grupos juveniles que se declaraban por primera vez peronistas, muchos de ellos dentro de la Universidad.
Perón había decidido apostar por la juventud
En 1969, el general Onganía había empezado a sufrir un fuerte desgaste cuando el interior comenzó a sublevarse.
Todo se inició en los comedores universitarios de Corrientes, continuó en Rosario con la muerte de un obrero y un estudiante, pasó por Catamarca, Tucumán, Salta, Río Negro y finalizó en Córdoba. En sólo dos semanas el régimen militar colapsó.
El Interior había dicho basta. El jueves 15 de mayo en la provincia de Corrientes los estudiantes se movilizaron cuando el gobierno decidió privatizar el comedor estudiantil. La policía reprimió y murió el estudiante Juan José Cabral. La CGT local llamó a un paro en solidaridad. A partir de allí los estudiantes de otras ciudades del Interior llamaron a marchas y movilizaciones, las cuales fueron reprimidas violentamente por la policía, que dejó decenas de heridos y muertos.
En 1969, por primera vez salían a la calle juntos obreros y estudiantes
Manifestaciones, incendios en las calles, destrucción de vidrieras, vuelco de autos y una gran furia popular que hizo eclosión en Córdoba. En la Mediterránea, la CGT de los Argentinos y la CGT de Azopardo anunciaron un paro nacional para el día 30 de mayo. Un día antes, el 29 de mayo, los obreros de las principales fábricas del cordón industrial de Córdoba marcharon hacia el centro de la ciudad en un paro activo organizado por los gremios. Entre las 11 de la mañana y las 14 se produjeron violentos enfrentamientos donde la policía debió retroceder. En poco tiempo los barrios fueron tomados por los manifestantes. Se incendiaban ómnibus y autos, se rompían vidrieras y se levantaba barricadas con postes de luz, alambres y materiales de construcción. Por primera vez obreros y estudiantes lucharon codo a codo frente a las fuerzas del orden. Hacia las 17 el Ejército decidió intervenir e ingresó a la ciudad. La resistencia duró horas y más de una vez los militares debieron retroceder ante el avance de los trabajadores y los estudiantes. Recién a altas horas de la noche recuperaron el control total de la ciudad.
La historia nos enseña que cuando el movimiento obrero organizado y el movimiento estudiantil se unen son imparables. La experiencia de aquellos años nos tendría que servir para que trabajadores y estudiantes se unan y acorralen al gobierno de Cambiemos y sus políticas neoliberales. Divididos no se logrará.