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23 noviembre, 2024
PAÍS

Un gendarme le confirmó a su esposa por Whatsapp que hubo un detenido en el río

Entre las 18 carpetas que recibió la fiscal Silvina Ávila con la información obtenida de los celulares de los gendarmes que participaron en el operativo de Pu Lof donde desapareció Santiago Maldonado, un dato revelado hoy encendió las alertas: un gendarme le confirmó a su esposa por WhatsApp que hubo un detenido a la vera del río. La información fue revelada por el periodista Ricardo Ragendorfer en Tiempo Argentino.

La conversación tuvo lugar el 11 de agosto y dice lo siguiente:

Esposa del Gendarme:
Te pregunto están haciendo allanamiento en Esquel. Sabés algo
Por el tal Santiago
Que se perdió después de la manifestación mapuche
Esa donde vos estuviste.

Gendarme:
Si es en Leleque, cerca del maitén (sic) y el Bolsón, pero Gendarmería lo detuvo pero lo liberaron y de ahí no se sabe más nada.

Esposa del Gendarme:
Guauuu
Qué quilombo.

Dentro de las transcripciones recibidas figura una llamada de un oficial a un gendarme que fue grabada en el celular del oficial:

Oficial:
Che, te quiero preguntar… entre nosotros, ¿qué pasó en la orilla?

Gendarme:
Mire, ya dije todo. Está en el acta. No voy a hablar más.

Entre los mensajes que complican a Gendarmería se encontró un mensaje de texto enviado a un gendarme por alguien agendado como “Amor” con un consejo:

Tené cuidado. Vos no escuchaste ni dijiste que Robledo le dio un piedrazo al individuo. Vos estabas lejos. Por eso estaban preguntando quien estuvo al momento que Neri estaba almorzando.

“Neri” es el gendarme Neri Armando Robledo. Si bien el mensaje y la aplicación fueron borrados del celular, los expertos de la PFA lograron recuperar el contenido, aunque la fecha quedó “a determinar” entre el 7 y el 14 de agosto.

De acuerdo a los datos publicados, los tres móviles desde donde se obtuvieron estos intercambios, pertenecen al grupo de 7 gendarmes que el Ministerio de Seguridad investiga, y que esta semana desfilaron con uniformes de la PFA por el Juzgado de Otranto, donde sus declaraciones contradicen la versión oficial.

Todos los gendarmes coincidieron en declarar que hubo un grupo que rastrilló la vera del río buscando manifestantes.

El Comandante Juan Pablo Escola jura y perjura que la tropa jamás estuvo a menos de 40 metros del río, a excepción de un grupo fuera de control.

El Sargento Daniel Orrego confirmó que los gendarmes actuaron siempre bajo órdenes de Escola: “No hubo insubordinados”.

El Cabo Darío Zoilán afirmó que un gendarme gritó: “¡Tenemos a uno!”

Los gendarmes que desfilaron por el juzgado de Otranto coincidieron en asegurar que todo lo que ocurrió en el operativo fue ordenado por el Comandante Escola, quien recibía órdenes directas del Comandante Mayor Balari, quien a su vez ejecutaba las órdenes recibidas del Jefe de Gabinete de Seguridad, Dr. Pablo Noceti. Todos ellos allí presentes.

Noceti hasta las manos.

Según Tiempo fue el comandante de El Bolsón quien, minutos antes de las 11.00 –según la fuente consultada– se comunicó con el teléfono del funcionario Pablo Noceti. Durante el 31 de julio hubo varios contactos entre ellos y al menos dos al clarear ese martes. Pero este, de acuerdo al horario, ocurrió cuando Noceti venía desde Bariloche por la ruta 40 hacia el territorio mapuche y Méndez abdicaba al mando de la tropa para instalarse en una camioneta, antes de ir –tal como luego dijo– a “un baño” cuya ubicación no especificó. Después se detectó una llamada entrante al aparato de Escola; en el otro lado de la línea estaba Noceti. Habría muchos más llamados suyos al subjefe de Esquel –ahora al mando del operativo– a partir de las 14.00, en ocasión de su paso por donde permanecía detenida la vocera mapuche, Soraya Malcoño.

En los días siguientes las comunicaciones entre el hombre de Patricia Bullrich y los cabecillas zonales de Gendarmería fueron frecuentes.
Una de estas hasta es mencionada en un parte de inteligencia emitido el 3 de agosto por dicha fuerza –de acuerdo a lo revelado por Gustavo Sylvestre en C5N–, cuyo contenido es asombroso: “Se recepcionó llamado telefónico del ministro (sic) de Seguridad, Pablo Noceti, quien libraría oficio judicial al efecto de hacer pericias a los vehículos utilizados en el operativo informado por Es/Esquel mediante MTO HIA 3432/17 – Archivo Puma 134”.
De modo que Noceti alertó la realización de tal diligencia con siete días de anticipación. Y con datos que podrían haber sido obtenidos por boca del mismísimo juez Guido Otranto.

Ahora se entiende la razón que tuvo el magistrado en negarse a cruzar el teléfono de Noceti con los aparatos de los gendarmes: pavor a que esa medida pudiera detectar embarazosas llamadas entre el polémico funcionario y su propia línea. Una promiscuidad que se extiende hacia la fiscal Silvina Ávila, cuya secretaria letrada, Rafaella Riccono, es nada menos que la esposa de Otranto.

Las pericias telefónicas de la Federal llegaron al despacho de la doctora Ávila el jueves 14 de septiembre. Pero antes habían recorrido un largo camino. Concluidas el miércoles de la semana anterior, sus hacedores las enviaron al despacho del jefe de esa fuerza, comisario Néstor Roncaglia. Y al otro día éste las elevó al Ministerio de Seguridad. Así, bajo una dramática urgencia, nació la hipótesis de la “patrulla perdida”. De manera que durante la calma chicha del domingo 9 los enviados de la ministra, Gerardo Milman y Gonzalo Cané, se dejaron caer en Esquel para entregarle al juez las disparatadas entrevistas realizadas por el tal Daniel Barberis; o sea, el sustento de tal impostura.

No obstante, en los pasillos oficiales aún persiste un motivo de zozobra: el resultado aún pendiente de los discos rígidos con datos de inteligencia que fueron secuestrados en las computadoras de los escuadrones de Esquel y El Bolsón. ¿Acaso podría haber allí datos previos sobre Santiago Maldonado? Se dice que tal posibilidad convertiría a la señora Bullrich en un cadáver político.

Todo maniobra tribunalicia supone una denodada lucha contra el azar. Pero ya se sabe que esa es una lucha desigual. En este caso, los resultados se van tornando calamitosos.

Las declaraciones del grueso de los uniformados dejaron en claro que durante el 1º de agosto una horda de gendarmes efectuó un “rastrillaje” en una orilla del río en busca de “manifestantes”. Una fatalidad narrativa en franca contradicción con la versión de Escola, quien juraba que su tropa jamás estuvo a menos de 40 metros de allí. Con la excepción –claro– del grupo uniformado fuera de control. Y quien decapitó esa tesitura fue el sargento Daniel Orrego, y con sólo tres palabras: “No hubo insubordinados”.

Otros gendarmes aseguraron que todo lo que sucedió en el operativo fue ordenado por Escola. Y ahora, para colmo, el cabo Darío Zoilán afirmó haber escuchado como uno de sus camaradas de armas gritaba “¡Tenemos a uno!” Otras tres palabras fatales; esta vez, para un pacto de silencio. «

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1 comentario

Javier Romero 18 septiembre, 2017 at 5:00 pm

El juez esta mas sucio que una papa sucia! Que pena y que vergüenza…m

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