En una nueva avanzada de ‘deskirchnerización’ en la que está embarcada la administración macrista, en los próximos meses el Gobierno buscará cambiar el nombre del Centro Cultural Kirchner, una cuestión que desvela a más de un funcionario. Mientras tanto, al majestuoso edificio del ex Correo Central prefieren seguir llamándolo “CCK” a secas.
No es casualidad que el tema haya resurgido en las últimas horas, cuando tanto La Nación como Clarín iniciaron una real embestida que apunta a la necesidad del cambio de nombre.
En una editorial, el matutino de los Mitre señala que “el Centro Cultural Kirchner debería volver a llamarse Centro Cultural del Bicentenario, una denominación que representaría más cabalmente a todos los argentinos y no a una familia asociada a una de las etapas de corrupción pública más grandes del país”.
Por su parte, el diario de Héctor Magnetto hoy retoma la misma cuestión, y bajo el título “El Gobierno mantiene la idea de cambiar el nombre del CCK, pero recalcula los tiempos”, hace referencia a que el tema resurgió semanas atrás, luego del cambio de nombre de la represas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner en Santa Cruz, que finalmente recobraron la denominación del proyecto original Complejo Hidroeléctrico La Barrancosa y Cóndor Cliff.
De todas maneras, el cambio de nombre no será sólo una decisión política, sino que su concreción debe darse a través del Congreso, ya que el nombre del Centro Cultural había sido fijado a través de una ley, por lo que su modificación únicamente sería válida con el tratamiento legislativo correspondiente.
Apenas asumió el Gobierno macrista, el titular del Sistema Federal de Medios, Hernán Lombardi -que administra el CCK y su programación-, había denunciado que ese espacio no estaba habilitado para abrir al público, por el pésimo estado de su estructura edilicia.
Sin embargo, poco después, curiosamente pasó a convertirse en el lugar preferido de Cambiemos para los más trascendentes actos oficiales: desde reuniones de gabinete ampliado hasta cenas de agasajos a presidentes extranjeros como Barack Obama o Angela Merkel, pasando por foros internacionales como el “mini Davos”.