Elisa Carrió, como es su costumbre, en las últimas horas volvió a ocupar el centro del escenario, y una vez más lanzó algunos dardos hacia el Gobierno al que ella tanto ayudó a conformar, y a Mauricio Macri en particular, cuando lo acusó de “no tener idea lo que es ser decente para hacer política”, porque “viajó toda la vida en helicóptero y avión privado”.
“La relación entre ambos está perfecta, las discusiones son normales en un espacio desde el que se ponen en marcha tantos cambios a la vez”, afirmó el asesor presidencial José Torello, amigo del presidente y, a la vez, de buena relación con la diputada, quien se enojó por la amenaza de quitar los pasajes aéreos a los legisladores porteños y bonaerenses.
No es la primera vez que ocurre. Y seguramente no será la última. Lo que está claro, es que Carrió es una especialista en esa cuestión de desviar temas. En otras palabras, por estos días en los grandes medios se habla sobre la polémica en torno a los pasajes de los legisladores o de las “explosivas declaraciones” de una mediática en la mesa de Mirtha Legrand, y se dejan de lado los tarifazos, la inflación descontrolada o el desempleo. Y así, termina resultando perfectamente funcional a los intereses del Gobierno.
En tanto, las renovadas críticas que hizo al ministro de Justicia, Germán Garavano, y al presidente de Boca, Daniel Angelici, tampoco sorprendieron. “Dijo lo mismo que viene diciendo en privado, eso no quiere decir que compartamos sus críticas”, afirmaron fuentes oficiales.
En el Gobierno sostienen que las relaciones entre Carrió y Garavano “terminaron de romperse” por diferencias en torno del juicio por encubrimiento del atentado a la AMIA, y con Angelici había una especie de “paz no declarada” sin agresiones, que se rompió una vez más en las últimas horas.
Desde el Gobierno aclaran que no llamarán a la diputada para pedirle explicaciones. El comunicado emitido por Carrió anoche, en el que intenta poner paños fríos, fue una muestra, para la Casa Rosada, de que la conciliación era un objetivo compartido. “Si la preocupación del periodismo son tres cosas que dijo Carrió, es que vamos bien”, ironizó un alto funcionario.
“Lilita no está en su eje”, dicen cada vez con mayor insistencia en Cambiemos. Y no falta quien va más allá y destaca que “es evidente que Carrió tiene un trastorno personal; la omnipotencia la domina y a veces dice cosas fuera de lugar, sin dimensionar el impacto que esas palabras tienen”.
Esa preocupación se traslada al terreno político, y en el oficialismo muchos se preguntan si la incontinencia verbal de la diputada no se terminará convirtiendo, más temprano que tarde, en un arma de doble filo, porque cada vez que abre la boca amenaza con resquebrajar los vínculos que intenta enhebrar el Gobierno con la oposición parlamentaria.
Tiempo atrás, durante una cena multitudinaria destinada a recaudar fondos para el instituto Hannah Arendt, que ella preside, Carrió trazó un perfil sobre sí misma: “A mí me matan y después me aman. Cuando me aman, duermo, y cuando me matan también duermo porque si no, me acosan. Tenemos una relación fluctuante de amor y de reconocimientos. Después se enojan conmigo, estoy loca, dejo de estar loca, soy la más lúcida, la menos lúcida, la más gorda. Se dice de mí. Pero he tenido el reconocimiento y el respaldo de millones de argentinos aunque no me voten”.