“Estos lugares se han convertido hoy en día, en ocasión de operaciones financieras a menudo al límite de la legalidad, cuando no se ‘pasan de la raya’, tanto desde el punto de vista de su legalidad normativa, como desde el punto de vista ético”. Así, con inusual dureza, el Papa Francisco atacó una herramienta a la que son tan afectos Mauricio Macri y miembros de su gabinete: las cuentas ‘offshore’.
Lo expresó hoy a través de un documento oficial del Vaticano, a través del cual, en el marco del pedido de auxilio financiero realizado por el Gobierno argentino al Fondo Monetario Internacional, reclamó hoy acciones de control sobre el sistema financiero porque el mercado “es incapaz de regularse a sí mismo”.
En tanto, se sostiene que “la experiencia de las últimas décadas ha demostrado con evidencia, por un lado, lo ingenua que es la confianza en una autosuficiencia distributiva de los mercados, independiente de toda ética”.
Y se hace hincapié en “la impelente necesidad de una adecuada regulación, que conjugue al mismo tiempo libertad y tutela de todos los sujetos que en ella operan en régimen de una sana y correcta interacción, especialmente de los más vulnerables”.
Con un optimismo contrario a la postura del Vaticano, ayer el presidente se refirió a la vuelta del país al FMI, y señaló que “no nos tiene que incomodar. El Fondo es una institución seria que hace buenos o malos acuerdos. En nuestro caso es bueno, porque garantiza el crecimiento”.
Francisco considera que “la deuda pública se genera, a menudo, también por una gestión imprudente – cuando no dolosa – del sistema de administración pública”. “Esta deuda, es decir, el conjunto de pasivos financieros que pesan sobre los Estados, representa hoy uno de los mayores obstáculos para el buen funcionamiento y crecimiento de las distintas economías nacionales, que se ven de hecho agobiadas por el pago de los intereses que provienen de esa deuda y, por lo tanto, se ven en la necesidad de hacer ajustes estructurales con ese fin”.
En la declaración del Vaticano se destaca que “ese potente propulsor de la economía que son los mercados es incapaz de regularse por sí mismo. De hecho, estos no son capaces de generar los fundamentos que les permitan funcionar regularmente (cohesión social, honestidad, confianza, seguridad, leyes…), ni de corregir los efectos externos negativos para la sociedad humana (desigualdades, asimetrías, degradación ambiental, inseguridad social, fraude…)”.
Y enfatiza que “hay que destacar que en el mundo económico y financiero se dan casos en los cuales algunos de los medios utilizados por los mercados, aunque no sean en sí mismos inaceptables desde un punto de vista ético, constituyen sin embargo casos de inmoralidad próxima”.
A lo largo de una crítica visión sobre el funcionamiento del sistema económico-financiero internacional, el documento lamenta que, “lo que había sido tristemente vaticinado hace más de un siglo, por desgracia, ahora se ha hecho realidad: el rendimiento del capital asecha de cerca y amenaza con suplantar la renta del trabajo”.
“Esta práctica –agrega- es particularmente deplorable, desde el punto de vista moral, cuando unos pocos, por ejemplo importantes fondos de inversión, intentan obtener beneficios, mediante una especulación encaminada a provocar disminuciones artificiales de los precios de los títulos de la deuda pública”.