La descomunal multa que por $ 810 millones se le aplicó días atrás al gremio de Camioneros por no haber acatado una conciliación obligatoria, se convirtió sólo en el punto de partida de lo que será una brutal ofensiva que, de hecho, no deja de ser una amenaza, por parte del ministerio de Trabajo para debilitar a los sindicatos y, en consecuencia, a futuras medidas de fuerza.
Bajo la apariencia de hacer frente a lo que el ministro Jorge Triaca califica como “paros no tradicionales”, la cartera a su cargo impondrá duras sanciones a las protestas que no encuadren como huelgas, pero que de todas maneras provocan perjuicios a los empleadores.
La modalidad, a pesar de estar prevista en la legislación, únicamente se había aplicado hasta ahora en casos aislados, como la multa millonaria a los Camioneros, pero el objetivo será apelar a ese mecanismo de una manera modo más estricta y, sobre todo, frecuente.
Desde el ministerio confirman que esta nueva avanzada tendrá como objetivo apuntar a prácticas menos formalizadas que los paros tradicionales, como por ejemplo las asambleas extendidas que generan la paralización de un proceso productivo, el trabajo a reglamento o “a tristeza” -como se lo conoce en el ámbito laboral- y los bloqueos u ocupaciones en establecimientos, entre otros.
Pero ahí no termina todo. En el marco de esta embestida también se incluyen, como pasibles de ser castigadas, medidas como las que recientemente adoptó la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), cuando difundió comunicados a los pasajeros durante vuelos nacionales e internacionales.
A diferencia de los paros convencionales, regulados en la ley 14.786 que exige la comunicación formal a la autoridad administrativa antes de su concreción, las medidas de fuerza no tradicionales pueden desarrollarse de manera más inmediata, e incluso saltear las pautas establecidas por las conciliaciones obligatorias, las treguas de que dispone el ministerio para forzar una instancia de negociación en medio de un conflicto.
En los últimos tiempos, algunos gremios popularizaron protestas como el caso de los recolectores de residuos que caminan en lugar de correr, o los metrodelegados con la apertura de molinetes en las estaciones de subte.