“Hay mucho enojo y descontento, desencanto y dolor por el menosprecio. La riqueza se concentra en pocas manos y la mesa de la mayoría de los argentinos se vacía, destruyéndose las fuentes de trabajo, pilar de un verdadero desarrollo”. Con estas palabras, un alto representante de la Iglesia argentina advirió sobre el grave clima social que se vive en el conurbano bonaerense.
Se trata de monseñor Carlos Tissera, obispo de Quilmes y titular de Cáritas, quien sostuvo que “hay mucho dolor en los corazones, causados por la pobreza creciente y la desprotección; desilusión por las promesas incumplidas y por la indiferencia de muchos”.
Fue durante el cierre de la 40° peregrinación de Luján desde su diócesis, una tradición iniciada por Jorge Novak, histórico referente de los curas en opción por los pobres. Y para que no queden dudas sobre su crítica postura sobre el rumbo de la economía en tiempos del macrismo, el prelado enfatizó que “no es posible morirse de hambre en la patria bendita del pan”.
“Hoy como ayer, venimos sintiéndonos un pueblo que cree, un pueblo que camina tras una estrella, un pueblo que camina con el agobio de la pobreza y la desilusión, un pueblo que a pesar de todo, camina con la esperanza puesta en las promesas de Dios, que nunca abandona”, se esperanzó Tissera durante su homilía, frente a la Basílica.
Asimismo, el titular de Cáritas instó a “superar la soledad de corazón y a que cada uno pueda sentirse parte de una familia”, recitó unas estrofas de Atahualpa Yupanqui al mencionar la preocupación por la distribución de los recursos y parafraseó al “padre obispo mártir y próximo beato, Monseñor Angelelli”.