“Mauricio, perdón, pero alguien te lo tiene que decir: ya llevamos más de tres años, y vos mismo te darás cuenta que algo está fallando. Podrás putear contra las encuestas, pero está claro que tu mensaje ‘buena onda’ no le llega a la gente”.
Así, descarnadamente, uno de los hombres de mayor confianza de Macri se lo transmitió días atrás, según confió uno de los privilegiados testigos de ese momento. Después de unos segundos en los que un tenso silencio invadió el lugar, el presidente sólo dijo: “Lo voy a pensar”. Acto seguido, abandonó la oficina con rumbo desconocido.
La inquietud crece a medida que llegan los resultados de las encuestas, que hunden cada vez más la gestión macrista, demostrando entonces que llegó la hora de cambiar el tono del discurso.
Como parte de una estrategia nacida en el búnker de su consultor favorito, Jaime Durán Barba, la premisa es no hablar de inflación ni de cuestiones económicas, teniendo en cuenta que es un terreno proclive para patinar con sus palabras. Por eso mismo, y tomando la línea de sus últimos discursos, por ahora el mensaje que adoptó es el de insistir con la frase “es por acá”, para marcar el camino a seguir, pero sin brindar demasiadas precisiones, salvo con su llamado a “poner el hombro” y “empujar todos para adelante”.
En el propio macrismo admiten que el estilo motivacional, más acorde a un pastor evangélico que a un presidente en medio de una crisis, puede ser útil en tiempos de campaña electoral, pero que, a la luz de los resultados, evidentemente no genera confianza.
Es más, en el Gobierno advierten con consternación que los canales de TV, incluso los más oficialistas, muchas veces no transmiten a Macri en directo cuando habla desde algún acto. Y saben que la explicación es que no ofrece definiciones concretas, más allá de palabras de optimismo, buenos deseos y esperanza.
Por eso mismo, es que en este contexto, en Cambiemos advierten que la voz de Macri como única herramienta para aquietar las aguas, a través de frases hechas, evidentemente ya no alcanza.