Parece increíble pero es así: en el país del trigo y las vacas, los consumidores argentinos se ven obligados a pagar una de las leches más caras del mundo, más precisamente la segunda en ese nefasto ranking, para ser precisos. Con un promedio de 1,55 dólares por litro, sólo Canadá tiene un precio superior (1,86). En el resto de los países, el producto está más barato.
Aunque sea la segunda productora de leche de Latinoamérica y ocupe el puesto 11 en el ranking mundial, nuestro país prácticamente tiene la leche más cara del mundo.
Daniel Menéndez, sociólogo, dirigente de Barrios de Pie y Somos, en un artículo que publicó en Portal de Noticias, hace hincapié en la paradoja de que “producimos comida para 400 millones de personas, y tenemos millones de habitantes sin poder comer. Somos pioneros en la producción lechera, pero acá pagamos más que en Bélgica, Suecia o cualquier país que elijamos a dedo en el mapa del mundo”.
“Argentina, en el 2017 rompió los estándares internacionales –respecto al precio del consumidor de leche fluida”, informa un estudio realizado por el instituto del Centro de Almaceneros, Minoristas y Comerciantes de Córdoba. En criollo, se dispararon los precios de la leche, como pocas veces en la historia, rompiendo con los estándares internacionales y dejándonos sólo debajo de Canadá, con la leche más cara del mundo.
Puerto Rico, Israel, Suiza, Australia, Panamá, Venezuela, Estados Unidos, Bélgica, Ecuador, Sudáfrica, Paraguay, Chile y sigue la lista. Todos estos países tienen la leche más barata que Argentina, produzcan leche o no lo hagan, la importen o la elaboren, todos tienen la leche más barata. El precio de la leche impacta en los derivados lácteos, en productos que se hacen o llevan leche como ingrediente. ¡Argentina llegó con la macrisis a importar manteca! En 2015 el nivel de importación de manteca era de cero kilos. A esta altura ya hemos importado 392.000 kilos de manteca.
Menéndez destaca que “la caída del consumo de leche ha llegado a superar el 38 %, y la mayoría de la población no alcanza la recomendación de tres dosis diarias de lácteos. El consumo de leche por habitante es el más bajo de los últimos 10 años”, y se pregunta ¿cómo fue que pasó esto?
Y ahí plantea que “el problema es la concentración de la producción lechera en manos de la empresa Mastellone Hermanos S.A, quien concentra más del 80% del abastecimiento de lácteos en la zona metropolitana. Durante años la empresa se dedicó a comprar las fábricas de sus competidores, las que absorbía o cerraba. Sus marcas son “La Serenísima” y como segunda marca la leche “Armonía”.
Precisa que “esta condición monopólica permite a la compañía –con un claro guiño del gobierno, que por acción u omisión deja que suceda- ya no sólo fijar el precio de la leche en el país, muy por encima del valor estándar mundial, sino que además, con impunidad, desabastecer a los supermercados de la segunda marca “Armonía” especulando con el hambre en el marco de una crisis social y económica de las más importantes de nuestra historia”.
Y termina su dolorosa radiografía sosteniendo que “en el país de las vacas, quien gobierna es Mastellone”.