Por Eduardo D’Argenio.- A cuatro días de las PASO, nunca quedó tan en evidencia, como en la última semana, el abismo que separa a los dos principales candidatos: por un lado, un Mauricio Macri sobreactuando, exacerbado y lanzando exabruptos, lo cual no deja de ser un reflejo de su desesperación ante un escenario electoral que le será adverso, y por otro, un Alberto Fernández cada vez más cómodo en su rol de referente de la oposición a este gobierno, a través de un discurso sereno, contundente y arrastrando para sí a cada vez más indecisos, gracias a un mensaje que lo posiciona como un casi seguro triunfador el próximo domingo.
En ese marcado contraste entre uno y otro, que no hace más que reflejar el estado de ánimo de uno y otro por realidades tan diferentes, el presidente prefirió mostrarse eufórico y a los gritos, exagerando un nada creíble optimismo, y festejando supuestos logros del pasado, sin poder dar cuenta de su gestión al frente del Poder Ejecutivo durante casi cuatro años.
Casi sin argumentos, tal como él mismo le pidió a sus seguidores que se manifiesten, Macri volvió a recurrir a frases hechas y lugares comunes, para insistir que en los próximos comicios se define si el país “sigue hacia el futuro o si vuelve hacia el pasado, si se sigue batallando contra la delincuencia, las mafias y la corrupción que destruye oportunidades o si se sigue vinculando al país al mundo”.
“Las cosas no se hacen de un día para el otro”, “estamos construyendo las bases” y “eso lo hacen los magos, todo lo que estamos haciendo no es en vano en el mediano y largo plazo”, fueron algunas de esas repetidas frases, apelando a la esperanza y al voluntarismo.
El último fin de semana había lanzado una convocatoria a sus votantes para que hagan pública su postura, y planteando que para acompañarlo en la búsqueda de la reelección “no se necesitan argumentos”, y que “no es necesario dar explicaciones”.
La contracara a tanto nerviosismo y desorientación es Alberto Fernández, quien de manera poética para pronosticar que el macrismo está dando sus últimos pasos en el poder, prefirió citar a Vox Dei con aquello de que “todo concluye al fin”, mientras rememoró historias junto a Litto Nebbia y hasta evocó a sus ídolos Bob Dylan y Joan Baez.
Y mientras Macri recurre una y otra vez a los gritos sobreactuados para intentar mostrar autoridad, el precandidato presidencial del Frente de Todos, por el contrario, refleja un estilo sereno y mesurado, y habla sobre cuestiones centrales como cultura, ciencia, tecnología, empleo y, por supuesto, economía, el tema que esquiva el universo de Juntos por el Cambio.
Esta tarde, en Rosario, Alberto Fernández entregará una imagen cinematográfica en lo que será el cierre de campaña: frente a un escenario imponente como lo es el Monumento a la Bandera, se mostrará junto a Cristina Kirchner, Axel Kicillof, precandidato a gobernador bonaerense, y el grupo de mandatarios provinciales que apoya su candidatura.
Y en ese escenario, buscará enterrar los sueños de Mauricio Macri, y una eventual reelección del actual mandatario, como así también la de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires.
Después de todo, se entiende la desesperación del presidente: a la devaluación del yuan que disparó la cotización del dólar por encima de los $ 46, se sumó una nueva encuesta reservada que encargó el Gobierno, y que ubica a la fórmula de los Fernández con una intención de voto a nivel país del 41 % ante el 37% que obtendrían Macri y Miguel Ángel Pichetto en la PASO del próximo domingo.
Tal vez, la muestra más contundente de la debilidad que invade a los candidatos del cambio, es el lastimoso pedido a la gente para que “por favor” los acompañen con su voto…