El presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, ha sido diagnosticado con un tumor pulmonar maligno. El presidente Tabaré Vázquez es, hoy, un hombre imprescindible en América Latina.
Más allá de las grandes diferencias políticas que puedan existir entre la tradición liberal de izquierda uruguaya, a la que pertence Tabaré, y el movimiento nacional argentino, hoy Tabaré se ha convertido en una pieza esencial en el equilibrio de la región y en el reconocimiento a la inviolabilidad de la soberanía venezolana.
Su pueblo lo ha votado y lo quiere y respeta. Ha gobernado su país dos veces por designio de la voluntad popular y ha hecho valer el peso de su pequeño país en el escenario continental, como una clara expresión de lo mejor -y lo más descarnadamente uruguayo- de la herencia de Andrés Lamas. Mis amigos uruguayos seguramente me entenderán.
La inmediata toma de distancia que estableció con quien fuera canciller de su país, el genuflexo Luis Almagro, cuando, desde la OEA, se convirtió en simple correa de transmisión del más vulgar monroísmo, ha dejado muy claro que en su espíritu vibra todavía, por esos caprichos de Clío, algo de la firmeza oriental de don Luis Alberto de Herrera. Seguramente, Methol Ferré habría ponderado esta actitud de alguien que no le caía estrictamente simpático.
Queremos, con todo esto, expresar nuestro profundo deseo de que Tabaré supere este desafío que le plantea esta cariocinesis desordenada y letal de sus células. No somos hombres de fe, como seguramente tampoco lo es el presidente uruguayo, pero nadie se va cuando todavía tiene un gran papel que cumplir.
Fuerza y aguante, presidente Tabaré.