Como esperable efecto de la contundente paliza que recibieron en las PASO, las principales figuras del ahora llamado Juntos por el Cambio no dejan de dispararse con munición gruesa unos contra otros, buscando a los “mariscales de la derrota”. Tan grande es el desbande, que hasta Mauricio Macri se vio obligado a poner el grito en el cielo: “¡Cortémosla con tantos quilombos internos y con sacarnos los ojos entre nosotros! Si seguimos así, en octubre vamos a hacer un papelón más grande…”.
El pedido, con tono de súplica, fue revelado por un hombre cercano al presidente, quien precisó que tan grande es el estado de anarquía que reina entre los funcionarios, que al menos se espera que de acá hasta el día de las elecciones pongan paños fríos a tan tirantes relaciones, y que puedan disimular tanto malestar y resentimiento.
El mensaje interno es que hoy el interés tiene que pasar por un objtivo mayor, que es –o debería ser- común a todos: lograr la mayor cantidad de votos posibles, aunque el oficialismo pierda el 27 de octubre.
“Si seguimos peleándonos entre nosotros nos van a devorar los de afuera”, dijo un funcionario que conoce los movimientos de la llamada mesa chica de Macri, parafraseando al Martín Fierro. Por eso mismo la búsqueda es pasar, en lo posible, de la pelea a la contención, y más cuando ya se están dando los primeros pasos al inicio de la campaña.
En esa dirección, la semana que pasó la gobernadora María Eugenia Vidal se reunió con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y ahí empezaron a hablar de “coordinación” y “trabajo en equipo”.
La pregunta que muchos se hacen en el entorno presidencial es si será posible levantar una bandera blanca de paz y armonía, cuando la desconfianza y los resentimientos están a flor de piel. Y por supuesto, cóm hacer para reflotar viejas rencillas internas que, claro, como no podía ser de otra manera, salieron a a luz después de lo que fue la demoledora paliza que recibieron en las PASO.
Tal vez el ejemplo más contundente esté dado por Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, hoy alejados de la campaña nacional por la reelección de Mauricio Macri, que motoriza Peña, con el apoyo incondicional de los “duros”, como Elisa Carrió, Patricia Bullirch o Miguel Ángel Pichetto.
La diferencia de criterios es clara. El jefe de gobierno porteño, en la búsqueda de su probable reelección, y la gobernadora bonaerense, que busca “la mejor elección posible” el 27 de octubre sin demasiadas esperanzas de un milagro electoral, apuntan a una táctica “centrista”, de “propuestas”, alejada de la prédica explosiva de los escuderos de Macri, que insisten en la confrontación con el kirchnerismo como principal argumento, y creen que la elección nacional “se puede dar vuelta”.
Y mientras ellos dos, como figuras de lo que sería el post-macrismo se alejan cada vez más de las brutales críticas a Alberto Fernández y el kirchnerismo que lanzan Pichetto, Bullrich o algunos dirigentes de la UCR, prefieren tender puentes con referentes del Frente de Todos.
En este contexto de incertidumbre y peleas, no son pocos los intendentes de Cambiemos que también se sumarán a la estrategia “localista” de Larreta y Vidal, que de hecho incluye “trabajar” su propia boleta en desmedro de la de Macri y de la propia Vidal.
Los jefes comunales macristas con chances de sobrevivir al eventual naufragio (Ramiro Tagliaferro en Morón, Diego Valenzuela en Tres de Febrero, Néstor Grindetti en Lanús) ya tienen el aval de La Plata para “hacer lo que haga falta” para retener el poder en sus distritos. “María Eugenia lo sabe, y Mauricio también”, reconocen desde una de las intendencias Pro en el conurbano.