Aquellos escenarios triunfantes, en los que flotaban alegremente los globos amarillos, sonaba la música de Gilda con todos felices y contentos, cantando y bailando, contrastan con este duro presente, donde los principales referentes del ahora llamado Juntos por el Cambio se disparan con munición gruesa unos contra otros, y ya no pueden disimular cómo reflotaron viejas rencillas internas que, claro, como no podía ser de otra manera, salieron a la luz después de lo que fue la demoledora paliza que recibieron en las PASO, y ya se instalaron con la victoria consumada de Alberto Fernández el 27 de octubre.
Justamente, la remontada de Mauricio Macri en las elecciones, más que beneficiar, terminó agitando todavía más la interna: el presidente ahora tiene un 40 % de votos que lo avala como para decir que no se piensa retirar de la política. Claro que eso no hace más que complicar la estrategia de los que ya lo imaginaban afuera.
Las marchas del “Sí, se puede”, que Macri busca coronar con una despedida épica el 7 de diciembre en Plaza de Mayo, fueron un intento de ordenar a la tropa. O, por lo menos, poner un freno a quienes ya habían corrido al presidente del centro de la escena. Y, en parte, Macri tuvo éxito. Los reclamos de que dé un paso al costado y se ordene el espacio ante un nuevo líder no empezaron el primer día, como le hubiera pasado con una derrota por 20 puntos, tal como lo pronosticaban algunas encuestas.
Mientras tanto, en este río revuelto, ya empezaron a producirse contactos entre radicales y dirigentes de Horacio Rodríguez Llarreta, con la mirada puesta en construir un nuevo liderazgo para la oposición, ya que no lo ven a Macri en ningún lado en 2023.
Tal vez el ejemplo más contundente esté dado por María Eugenia Vidal y Larreta: la diferencia de criterios es clara. Mientras el jefe de Gobierno porteño logró su ansiada reelección, la gobernadora bonaerense, aplanada por el huracán de Axel Kicillof, apunta a una táctica “centrista”, de “propuestas”, alejada de la prédica explosiva de los escuderos de Macri, que insisten en la confrontación con el kirchnerismo como principal argumento.
Y mientras ellos dos, como figuras lo que sería el post-macrismo se alejan cada vez más de las brutales críticas a Alberto Fernández y el kirchnerismo que lanzan Pichetto, Bullrich o algunos dirigentes de la UCR, prefieren tender puentes con referentes del Frente de Todos.
En tanto, desde el entorno de Peña le facturan a Vidal que no levantó en Provincia los votos como prometía: de hecho, se hundió peor que Macri. Cerca de la gobernadora, cuestionan toda la estrategia de este año, y que no se tuviera en cuenta el reclamo de los intendentes oficialistas de desdoblar las elecciones. Juran que llegó a intercambiar algunas palabras muy duras con Macri por su decisión de mantener en su cargo al jefe de Gabinete.
En este contexto de incertidumbre y peleas, no fueron pocos los intendentes de Cambiemos que también se sumaron a la estrategia “localista” de Larreta y Vidal, que incluyó “trabajar” su propia boleta en desmedro de la de Macri y de la propia Vidal.
Por otra parte, si Elisa Carrió vomitaba también su odio contra los radicales, ya no lo esconde. Tampoco contra el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. El dirigente mantiene silencio mientras sus hombres cuestionan la estrategia oficial. Pero también hay algunas paradojas: la dirigente de la Coalición Cívica respalda al jefe de Gabinete, pero aborrece a su sombra, el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien viene recibiendo críticas tanto de los aliados macristas como del monzoísmo.
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