En Juntos por el Cambio están decididos a seguir rechazando todo planteo, idea o proyecto del gobierno de Alberto Fernández. No importa de qué se trate. Día a día los referentes de ese espacio demuestran en los hechos que su “estrategia” se basa en la oposición por la oposición misma.
Así como ponen el grito en el cielo contra lo que ellos llaman “la cuarentena más larga del mundo” o los inexistentes “intentos expropiadores” y salen en defensa de Vicentin, también atacan la reforma judicial y el DNU que declara a la telefonía celular y fija, Internet y el cable como servicios públicos esenciales.
Y en ese contexto resurge el nombre de Mauricio Macri. Más allá de las dudas acerca de si durante estos días de descanso europeo el ex presidente reflexiona sobre la conveniencia o no de ocupar un rol central en el escenario opositor, parece ser que viene manteniendo largas charlas con Ernesto Sanz, que parece volver a escena, y con varios radicales con peso territorial, como Alfredo Cornejo y Gerardo Morales, con los que mantiene una relación traumática. “¿Por qué me quieren vetar?”, suele preguntar Macri, evidenciando que las tensiones en la coalición opositora son constantes.
Así, pudo saberse que está en marcha algo así como un silencioso y trabajoso pacto entre los socios del PRO, la UCR y la Coalición Cívica, destinado a contrarrestar en el corto y mediano plazo las iniciativas del Gobierno, y en particular, todo lo que haga y diga Cristina Kirchner, a quien siguen viendo como la culpable de todos los males del país.
“El kirchnerismo está demostrando que es el mismo de siempre”, dice Martín Lousteau, uno de los referentes del ala dialoguista del radicalismo.
Mientras tanto, hay dos consignas consideradas vitales a la hora de encontrar consenso en la alianza opositora: por un lado, el habitual caballito de batalla que es la defensa de la Constitución y la República, y por otro, la posibilidad de empezar a armar un frente electoral único, sin internas y lo más potente posible (“con todos en la cancha”, coinciden), para las elecciones legislativas del año próximo.
Y el temor sobre lo que pueda llegar a pasar en esa instancia, tiene la mirada puesta sobre la provincia de Buenos Aires. Es que son conscientes de que otra victoria del Frente de Todos en ese distrito, allanará el camino para que el oficialismo lleve adelante sus planes, ante una oposición que inevitablemente quedaría debilitada.
Es obvio que en el armado de esa estrategia surgen cortocircuitos sobre los pasos a seguir, aunque no es menos cierto que, a un año de una derrota durísima en las urnas, al menos nadie desde ese espacio fantaseó con la idea de armar un partido propio.
Y en tanto una resucitada Elisa Carrió intenta poner paños fríos a las diferencias entre los llamados “halcones” y “palomas”, mostrando un inusual rol de conciliadora, el radicalismo está demostrando que también tiene su propio laberinto. Muchos asocian la reaparición de Sanz a la elección interna de la UCR en la provincia de Buenos Aires, que se hará el 11 de octubre. En el macrismo no entienden que sus socios le otorguen tanta trascendencia, frente a los riesgos que, suponen, enfrenta la Argentina.
Macri no tiene claro si será candidato, pero ya le advirtieron que si se quiere defender de las causas que podrían avanzar contra él y su familia “en este país no alcanza con buenos abogados y una buena estrategia judicial”. El ex presidente está en una disyuntiva: no sólo quiere que lo apoyen en los embates que podría sufrir de la Justicia, sino que pretende una reivindicación de lo que fue su gestión.
Por ahora, en el cortísimo plazo, los referentes de Juntos por el Cambio definirán con reuniones virtuales los próximos movimientos con el objetivo de frenar la reforma judicial impulsada por el Gobierno, y la postura sobre una nueva marcha contra el proyecto, en este caso en el Congreso. En principio se inclinarían a no convocar y que los apoyos tengan carácter “personal” y no partidario, como en las últimas protestas.
Una vez terminada la marcha anticuarentena del 17A, la idea es ahora volver a salir a la calle, más precisamente concentrarse frente al Senado el día en el que el oficialismo baje al recinto a tratar el proyecto, con un panorama favorable para su aprobación por la mayoría holgada del Frente de Todos en esa Cámara. Legisladores de Juntos por el Cambio buscarán frenarlo en Diputados, con los números más parejos y pronunciamientos públicos en contra de los interbloques federales, con los que el oficialismo venía consiguiendo avanzar con otras iniciativas.
Como sucedió con la última manifestación, la postura sobre la protesta quedará atravesada por la discusión entre intransigentes y moderados. “La marcha está convocada por un sector de la sociedad que ve que el kirchnerismo va por todo. Desde un sector de la política apoyamos y participamos”, adelantaron desde la llamada ala dura. En cambio, otros pidieron esperar a las reuniones virtuales, y algunos ya confirmaron que no se plegarán.
Patricia Bullrich -titular del PRO-, su vice, Federico Angelini, Luis Brandoni y Hernán Lombardi estuvieron en las manifestaciones del lunes. “Si el kirchnerismo avanza con el tratamiento, vamos a apoyar. Siempre pidiendo que sea en auto o con distanciamiento”, volvió a expresar su respaldo Angelini.
“Nosotros no convocamos. Ya le mandamos a Alberto Fernández una nota pidiendo que retire el proyecto. Después, sobre lo que siente y hace la sociedad no podemos apropiarnos”, ratificó la postura un dirigente referenciado en Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno porteño fue el que más claramente tomó distancia de las protestas -también el radical Gerardo Morales- y luego le pasaron factura desde el sector más confrontativo. Elisa Carrió la había impulsado y luego cruzó a los que se las “arrogaron”.