21 noviembre, 2024
OPINIÓN

1974, el año en que Perón pasó a la inmortalidad

Por Alfredo Silletta

Buenos Aires en 1974 se pareció mucho a Orán, el pueblo argelino donde un día es invadido por una plaga de ratas que trae la muerte y la enfermedad a su gente, tal como trascurre en la genial novela La Peste que Albert Camus escribió en 1947. Fue un año triste para el país donde murieron o fueron asesinados  una docena de hombres importantes del pensamiento nacional comenzando por Juan Domingo Perón, Arturo Jauretche[1], Juan José Hernández Arregui, Silvio Frondizi, Rodolfo Ortega Peña, Atilio López y el sacerdote Carlos Mújica, entre otros.

El gobierno de Juan Domingo Perón transcurre en hechos de violencia cada vez más sangrientos tanto de derecha[2] como de izquierda. En enero de 1974, el ERP  intentó copar el regimiento del Ejercito en Azul sin lograrlo pero dejando un tendal de muertos. Perón reaccionó duramente  y denunció al grupo “como mercenarios que actúan mediante la simulación de móviles políticos”. Horas después caía el gobernador Oscar Bidegain, ligado a la Tendencia Revolucionaria.

El gobierno decidió enviar una serie de normas para modificar el Código Penal y combatir dentro de la ley a los grupos armados. Un grupo de ocho diputados de la Juventud Peronista se opondrán. Perón los citó a la casa de gobierno y frente a las cámaras de televisión los desacreditó y les pidió que renunciaran si no estaban de acuerdo con apoyar las modificaciones al Código Penal[3].  Días después  Perón se reunió una vez más con todas las fracciones juveniles, esta vez sin Montoneros e intento aislar al grupo armado de la juventud. Nacerá allí la JP Lealtad.

Durante la mañana del 1 de mayo de 1974, el general Perón se dirigió al Congreso Nacional para dar inaugurada las secciones parlamentarias. En el recinto dio un notable discurso político que luego se lo conoció como  El Modelo Argentino[4], una síntesis de la historia del justicialismo y los planes para marchar hacia la liberación nacional y la unidad latinoamericana.

Paralelamente el pueblo había sido invitado a llenar la Plaza de Mayo para recordar las históricas reuniones del día del trabajador en la década peronista y saludar al líder que había regresado a la patria. Se pidió a los gremios y a los distintos sectores del justicialismo que no llevaran carteles alusivos a sus corrientes y que solo portaran banderas argentinas. Montoneros, que seguía obsesionado con la teoría del ‘cerco’ decidió movilizar su gente para asistir al encuentro popular. Ya en la plaza los Montoneros hicieron aparecer un inmenso cartel con su nombre y en poco tiempo se destacaron por cantar consignas agresivas hacia Perón: ‘Que pasa, que pasa, que esta lleno de gorilas el gobierno popular’ o ‘Rucci traidor, saludos a Vandor’. Pero quizás el momento de mayor agresión hacia el general se produjo momentos antes de su discurso cuando Isabel salió al balcón para coronar la reina electa de los trabajadores. Allí insultaron a la mujer de Perón[5].

Cuando Perón tomo el micrófono ardía de ira y bronca. Se dirigió directamente a la juventud peronista y los expulsó de la Plaza. En un  discurso breve pero vehemente los trato de ‘estúpidos’ e ‘imberbes’:

“Hace hoy 20 años  que es este mismo balcón y con un día luminoso como este hable por ultima vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían tiempos difíciles. No me equivoque ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años pese a estos estúpidos que gritan.

Decía que a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener mas méritos que los que lucharon durante veinte años”.

Perón siguió agradeciendo  la lucha de las organizaciones gremiales durante los años de la resistencia y las columnas de la JP comenzaron a abandonar la plaza. Era el final de los Montoneros dentro del peronismo. A partir de ese momento no pudieron arrastrar más al pueblo que había observado con sus propios ojos como Perón los expulsaba. Se quedaron solos, sin la gente y sin la ideología, solo les quedaron las armas que luego usarían indiscriminadamente. Un par de años después, en noviembre de 1976, Rodolfo Walsh criticaba duramente la conducción de Montoneros:

“En nuestro país es el movimiento el que genera la vanguardia, y no a la inversa, como en los ejemplos clásicos del marxismo. Por eso, si la vanguardia niega al movimiento, desconoce su propia historia y asienta las bases para cualquier desviación. (…) Si eso no se tiene en cuanta, la literatura china o vietnamita no nos sirve, porque tiende a confundir nuestra lucha social como una guerra colonial, en la que la organización en Movimiento, Frente, partido y Ejercito tiene sentido porque se presupone la unidad del pueblo detrás de su conducción y contra el invasor extranjero.

Hasta el 24 de marzo, cuando las condiciones eran inmejorables para esa lucha, desistimos de ella y en vez de hacer política, de hablar con todo el mundo, en todos los niveles en nombre del peronismo, decidimos que las armas principales del enfrentamiento eran los militares y dedicamos nuestra atención a profundizar acuerdos ideológicos con la ultra izquierda (…)

Durante el mes de mayo el líder justicialista estaba preocupado, no tanto por la juventud peronista, sino porque  el plan económico que el había diseñado a través del Pacto Social comenzaba a resquebrajarse, ya que los precios máximos eran permanentemente violados por los empresarios y el mercado negro y el desabastecimiento crecía día a día con lo cual los trabajadores perdían el valor adquisitivo de sus salarios. Perón convocó a una nueva paritaria y al no llegar a un acuerdo con el sector patronal decidió por su cuenta darles un aumento salarial del 13 % a los trabajadores. Los empresarios se opusieron y continuaron aumentando los  precios.

El 12 de junio, por la mañana, Perón se dirigió a los argentinos por radio y televisión y expresó duros conceptos hacia quienes estaban  promoviendo la contrarrevolución:

Yo vine al país para lanzar un proceso de liberación nacional y no para consolidar la dependencia….Pero hay pequeños sectores, perfectamente identificados con los que hasta el momento fuimos tolerantes, que se empeñan en obstruir nuestro proceso: son los que están saboteando nuestra independencia y nuestra independiente  política exterior.(…)

Luego critico a algunos ‘diarios oligarcas’ que insisten con el problema del mercado negro y el desabastecimiento y recordó  que:

“No hay que olvidar que los enemigos están preocupados por nuestras conquistas no por nuestros problemas. Ellos se dan cuenta de que hemos nacionalizado los resortes básicos de la economía y que seguiremos en esa tarea, sin fobia, pero hasta no dejar ningún engranaje decisivo  en manos extranjeras”.

La central obrera llamó a un paro y movilización a la plaza de Mayo.  En pocas horas el pueblo había llenado la histórica plaza para decirle presente a su líder. Fue también su despedida. Allí señaló que

Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero también sabemos que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando éste se decide a la lucha, suele ser invencible. Hoy es visible, en esta circunstancia de lucha, que tenemos a nuestro al pueblo, y nosotros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que no sea la causa del pueblo. Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección; pero nosotros conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda. (…)

Compañeros, esta concentración popular me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana. Por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza. Llevaré grabado en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires me trae el mensaje que yo necesito. Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestro deseo de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del pueblo argentino, las defenderemos hasta el ultimo aliento. Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.

Un par de semanas después caía en cama enfermo para ya no levantarse más. El 1 de julio de 1974 fallecía en horas del mediodía de un paro cardiaco a los 78 años de edad. El pueblo lloró y un silencio triste cubrió a todos los argentinos, especialmente a los más humildes y desposeídos. Miles de trabajadores, mujeres, niños y ancianos desfilaron frente al féretro que contenía los restos del general Perón. Había muerto el hombre más importante del siglo veinte en Argentina y quien había estado presente en el corazón del pueblo  durante más de treinta años. Era el caudillo que había encarnado las esperanzas de millones de argentinos que carecían de voz. Era el patriota que había soportado el exilio durante casi dos décadas por el odio de los vendepatrias.

Cuando Perón regresó a la Argentina en 1973 expresó con sencillas palabras el significado de gobernar un país: “Si el pueblo esta contento, eso es lo que me interesa. La mitad de la tarea de un gobierno, para mi, está en que el pueblo este contento. El pueblo contento comienza el camino de la felicidad y esa es una de las funciones fundamentales del gobierno. La otra  es ejercer la grandeza del país. Eso se hace despacito y de a poco”.

Unos años antes, el general Perón explicó lo que el considero su mayor aporte al pueblo argentino:

 “Yo he dicho muchas veces que quizás de todo el bien que yo pueda haber hecho a la colectividad argentina, uno es inigualable: el haber desarrollado en el pueblo argentino una conciencia social”.[6]

Capítulo de La Patria Sublevada. De Perón a Kirchner (1945-2010)

[1] Arturo Jauretche falleció el 25 de mayo de 1974 y en uno de sus últimos reportajes expreso con relación al arte de escribir que “no me considero un literato sino un hombre que usa el instrumento de la pluma para contacto con sus paisanos, servirlos en lo que pueda… Para mí, el fin ha sido la comunicación, difusión y proselitismo… Escribo para que me lean y me gusta que me lean, pero no escribo para ser grato a ningún oído. Mi objeto es persuadir, especialmente a los no persuadidos… Trato de comunicarme para determinados fines, generalmente proselitistas; no puedo de tal manera separar literatura y pueblo”.

[2] López Rega había creado un grupo paramilitar llamado Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) encargada de asesinar a cualquier persona reconocida por sus ideas progresistas.

[3] Horas después presentaran la renuncia a sus bancas de diputados.

[4] Ibíd., Perón, Juan Domingo, El Modelo Argentino

[5] Jorge Abelardo Ramos dirá en su libro La Era del Peronismo que “la juventud peronista  repetía cíclicamente el odio de sus padres hacia las mujeres de Perón. Ni a los padres ‘gorilas’ ni a los hijos ‘peronistas’ les gustaban las mujeres que elegía Perón. En realidad, lo que en verdad rechazaban era a Perón”.

[6] Perón, Juan Domingo, Conducción Politica, Ediciones de la Reconstrucción, Buenos Aires, 1973

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