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La Plata
20 septiembre, 2024
PAÍS

Más que discursos por una unidad forzada, el pueblo espera hechos para volver a creer

Por Eduardo D’Argenio.- Mensajes cruzados. Cartas públicas de uno y otro lado. Chicanas varias mezcladas con dardos que suenan a reproches y retos. Desconfianza mutua. Ceños fruncidos. Y, sobre todo, el blanqueo de una situación que, más temprano que tarde, iba a salir a la superficie.

De eso se trata hoy por hoy un Frente de Todos que, con esos signos, deja la mesa servida para que a una oposición salvaje -con la imprescindible complicidad de los grandes medios-, le sobren argumentos para seguir generando desánimo en una población que, lejos de los internismos, está más preocupada por el precio del pan o de la carne.

Lo siniestramente peligroso de ese mensaje, es que tiene como claro objetivo el abatimiento de una sociedad ganada cada vez más por el pesimismo y, lo que es peor, con una parte de la militancia y adherentes al Gobierno, con sus más y sus menos, que parecieran haber bajado los brazos para darle paso a la resignación, y plantear algo así como que “acá ya no hay nada que hacer”.

En otras palabras, reina la sensación, a un año y medio de las presidenciales de 2023, de la imposibilidad de remontar la cuesta y quedarse maldiciendo ante la convicción que, de no cambiar el rumbo, se abran las puertas a la vuelta del más brutal de los neoliberalismos al poder.

Los días pasan, y demás está decir que se va achicando el margen para cristalizar las necesarias transformaciones que, al menos, auxilien a ese altísimo porcentaje de la población que está al borde del abismo.

Y mientras la desorientación, los gestos tibios y los interrogantes sigan superando a las certezas, el caldo de cultivo para que, una vez más, la Argentina demuestre que, lejos de escarmentar, repita la experiencia de caer en las manos de quienes sólo trajeron beneficios para el selecto grupo de privilegiados que se enriquecen a costa del sufrimiento de ese sector que desde sus ancestros supieron odiar.

De ahí que los remanidos discursos de estos días llamando a la unidad pueden sonar muy bien a los oídos, pero está demostrado que no resultan suficientes a la hora de inyectar un mínimo grado de optimismo y esperanza a esos millones de votantes que hace tan solo dos años y medio atrás eligieron este modelo.

Muchas veces nos dijeron que la política es el arte de lo posible y, en consecuencia, no estaría de más empezar a valorar el camino recorrido, con aciertos y errores, sin olvidar el contexto en que Alberto Fernández debe gobernar: lo que dejó el macrismo, sumado a una pandemia que no perdonó rincón en el mundo y, ahora, con una guerra con final incierto.

Más allá de las críticas y reproches puertas adentro y afuera, y más allá de la desilusión que generan las no respuestas, lo peor que podría hacer esta sociedad es darle la espalda a la única posibilidad cierta de evitar la vuelta de crueles políticas que únicamente provocarán más angustia y más miseria.

Después de todo, y tal como se preguntaba Fito Páez hace más de 30 años, “¿quién dijo que todo está perdido?”.

 

 

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