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26 noviembre, 2024
JAZZ

Las cartas mágicas de Melissa Aldana

Por Sergio Pujol. En el mundo del jazz, la forja de un sonido propio sigue siendo la principal prueba que debe afrontar un artista emergente para ser considerado un original, esa cualidad esquiva en un presente signado por la Inteligencia Artificial y la clonación. Si bien en el diccionario del jazz “sonido” y “estilo” no son voces sinónimas –la segunda está hecha de diferentes variables, desde el fraseo y la destreza armónica hasta eso inefable llamado swing-, poder ser reconocido a partir de los armónicos que vibran en un par de notas es un triunfo personal al que no todos acceden. Más aún si se trata de un instrumento de viento, allí donde la corriente de aire parece desnudar la subjetividad de un modo directo.

A los 33 años de edad, la saxofonista y compositora Melissa Aldana ha rendido la prueba con alta calificación. Nacida y criada en Santiago de Chile, nieta e hija de músicos de jazz que le transmitieron el amor por los grandes saxofonistas tenores de los años 40 y 50, Aldana estudió en el consabido Berklee College of Music de Boston antes de convertirse en una vecina de Brooklyn y en una de las voces instrumentales más singulares de la profusa escena del jazz neoyorquino actual. Desde sus apariciones en la TV de Santiago de los años noventa como niña prodigio de la música hasta la conquista de la Monk Competition en 2013 –primera mujer saxofonista en lograrlo-, su ruta consagratoria ha estado jalonada por toda clase de reconocimiento: nominaciones al Grammy, nota de portada en la canónica revista Down Beat (abril 2022), giras dentro y fuera de los Estados Unidos, mimos de la crítica especializada y, desde luego, una serie de álbumes bellos y virtuosos, en los que la certera resolución de pasajes complejos nunca ha sido una meta en sí misma, sino, en todo caso, el medio para alcanzar un alto nivel expresivo.

Primero fue Free fall (2010), pero no sería injusto afirmar que sólo seis años más tarde, a partir de Back Home (2016), Melissa logró despegar como una de las más interesantes intérpretes del jazz contemporáneo. En su disco Visions (2019) descolló como compositora, inspirándose en la figura de Frida Kahlo y su legado feminista. Allí la presencia del pianista Sam Harris fue importante. El grado casi telepático de comunicación que Aldana alcanzó con sus músicos no hizo más que proyectar su sonido cálido y un tanto enigmático, de una reserva que ella sabe romper en determinados momentos sin llegar al free jazz. Lírica y moderna al mismo tiempo, Melissa es una exquisita arquitecta de climas sonoros que su saxo tenor esboza con elegancia y sensibilidad. A menudo, al concluir sus conciertos, queda completamente muda, al borde del llanto, acaso perdida en los paisajes sonoros que creó, como si en su mente la música siguiera su curso sin interferencias.

Su disco más reciente se titula 12 stars y marca su ingreso al histórico sello Blue Note. Los 8 temas que lo integran –algunos coescritos con el guitarrista noruego Lage Lund– reproducen los estados de ánimo generados por la pandemia y por la crisis de una ruptura amorosa. El primero de ellos, “Falling”, “es la melodía que escribí cuando sentí que todo a mi alrededor se estaba desmoronando”, mientras “Intuition” despliega un rico arco melódico. En el impresionista “The Bluest Eye”, dedicado a la escritora Toni Morrison, Aldana y sus músicos exploran diferentes texturas a partir de un motivo evanescente, como de un sueño. Lo que no parece provenir de un sueño ni de una inspiración literaria es “Los ojos de Chile”. El estallido social con manifestaciones públicas masivas y disturbios que sacudieron a Chile en 2019 fue la fuente de inspiración del tema, compuesto a partir de aquellos acontecimientos que pusieron en jaque al presidente Sebastián Piñera. “Muchas personas perdieron la vista porque los policías les dispararon con escopetas antidisturbios con balas de goma”, recuerda Aldana en su página oficial. “Hicimos un concierto benéfico para una organización llamada Los Ojos de Chile, y fue para recaudar dinero para que las personas que perdieron la vista defendiendo sus creencias”.

12 stars toma prestado su nombre del tarot, una inspiración algo indirecta pero no carente de sentido. Si bien sólo un tema del disco refiere explícitamente al misterio de las cartas (“The fool”), podría decirse que, en su conjunto, el álbum es “conceptual” en el sentido de buscar respuestas a los enigmas del destino. Para Aldana, 2020 fue un año extremadamente complicado en lo personal, y obviamente marcado por el contexto de la pandemia, y la salida artística del brete resultó ser una obra emocionalmente profunda y magníficamente interpretada o “tocada” por un quinteto en el que brilla el tándem del guitarrista y a la sazón productor Lage Lund y el pianista Sullivan Fortner. Estos le brindan a Melissa una trama armónica y contrapuntística fluida y abierta al diálogo. Completan la sección rítmica Kush Abadey en la batería y Pablo Menares en contrabajo.

En un descanso de la gira internacional que el próximo 24 de julio la traerá nuevamente a Buenos Aires para tocar en Bebop Club (serán dos funciones en dos fechas consecutivas), Aldana nos atiende telefónicamente desde Finlandia, como si esta situación respondiera, por sí sola, cualquier pregunta referida a la globalización de la música que ama.

– Cuando se está frente a un músico de jazz latinoamericano se aguarda que su música sea producto de un mestizaje entre bases rítmicas y melódicas “vernáculas” o folklóricas y un desarrollo instrumental de jazz moderno. Sin embargo, no parece haber en tu estilo una marcada necesidad de subrayar de modo evidente tus orígenes regionales. ¿Cuál es tu posicionamiento frente a la demanda de “latinidad” de la escena jazzística contemporánea?

– Creo que cada artista debe ser libre para poder expresar sus ideas y sus propias experiencias a través de su arte. Esto está relacionado con su identidad y con el lugar de donde vienes. En mi caso, soy chilena, claro, pero crecí con un padre que ama el jazz y me hizo escuchar desde chica a Charlie Parker, Don Byas, Dexter Gordon, Sonny Rollins y John Coltrane. Crecí estudiando la historia del jazz, entonces lo que tú escuchas está relacionado con aquellas experiencias que tuve en Chile.

-En varias entrevistas señalaste tu admiración por el gran Sonny Rollins, así como tu relación de maestro/alumna con George Garzone. ¿Qué cosas destacarías de cada uno de ellos en cuanto a su influencia sobre tu estilo interpretativo?

-Rollins fue el primer saxofonista tenor que escuché. Yo tenía doce años y llegó a mis manos el disco Sonny Rollins + 3. Me enamoré de su sonido de inmediato. Fue entonces que decidí empezar a tocar tenor, y no he vuelto a agarrar el alto. Su influencia sobre mí fue muy grande en cuanto a sonido, a ritmo y a ideas. En el caso de George, él fue mi mentor en Berklee. Con él aprendí el proceso del approach del sonido y demás, pero si debo señalar la mayor influencia en mi música, sin duda fue la de Rollins. Pasé muchos años estudiando su carrera y transcribiendo y aprendiendo sus solos.

-Algunas de tus composiciones para 12 stars me recuerdan en algo a Wayne Shorter: circularidad, ambigüedad tonal –por momentos, modal-, climas enigmáticos, etc. Dicho esto, encuentro en tu estilo rasgos personales, definidos, por momentos muy expresivos. Me gustaría saber cómo pesa en vos –si es que eso sucede– lo que el crítico literario Harold Bloom llamó “la angustia de las influencias”.

– Es algo que me pregunto a menudo. En mi experiencia personal, creo que imitar a alguien es parte fundamental del proceso de individualización. En este momento estoy atravesando una etapa en la que me doy cuenta de que quiero y necesito soltar mis influencias y correrme un poco de ellas. Separarme de lo que aprendí de Mark Turner, Sonny Rollins, Don Byas, etc. Pero, como te dije anteriormente, también soy consciente de que esas influencias son parte de lo que soy. Intento entonces integrar todo lo que aprendí. Uno tiene héroes a los que imitas para poder entender quién tú eres, y para que te muestren el camino de cómo quieres expresarte. Te lo pongo en un contexto musical: Rollins no tiene mejor sonido que Coltrane, pero si yo me conecto mejor con el primero, eso es porque me ayuda a entender qué significa tener un buen sonido y hacia dónde voy.

Melissa se siente a gusto viviendo en Nueva York. Se la puede encontrar tocando informalmente en el Central Park con sus amigos o, ya enfocada en modo profesional, animando una sesión en el club Smoke. Sabe que las cosas han cambiado y que la ciudad en la que reside desde hace más de diez años no es la única que produce buen jazz en directo. Pero aun así cree que la experiencia de vivir en Nueva York es vivificante para un músico de jazz, una suerte de escuela musical cotidiana. “Allí tienes la oportunidad de escuchar conciertos y sesiones, una experiencia que no puedes conseguir en ninguna otra parte del mundo”, afirma. “Nueva York es y siempre será la capital del jazz.”

Contra la opinión de muchos de que el estudio sistemático o académico del jazz ahoga la expresividad individual –un prejuicio romántico que quizá tenga algo de verdad-, Melissa reivindica su paso por Berklee, pero también sabe que eso no fue todo en el proceso de aprendizaje. El resto lo puso la sociabilidad musical neoyorquina. “Las noches de jam sessions, de conversar, de cambiar ideas y aprenderse temas y obviamente la práctica fueron y son muy importantes para mí”, reconoce. “Yo tuve la suerte de poder ir a clubes de jazz cuando llegué a NYC por primera vez y escuchar a Roy Hargrove, Harold Malbern y George Coleman, entre muchos otros. Verlos en acción fue una experiencia fundamental en mi formación musical; me ayudó mucho a entender y aprender cosas que en realidad no pasan por las escuelas de música.”

No caben dudas de que para un estudiante de jazz de 2023 que acaba de llegar a Nueva York, Melissa ocupa el lugar que, años atrás, supieron habitar los maestros que a ella la formaron en el convivio de la música en directo. Pero como el jazz no se sirve sólo en la Gran Manzana, en pocos días podremos disfrutar del sonido de Aldana en la ciudad de Buenos Aires. También en Buenos Aires, como en tantas otras ciudades del mundo.

 

*Es historiador y escritor. Su nuevo libro se titula Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo (Planeta, 2022)

Nota publicada en La Agenda Revista

 https://laagenda.buenosaires.gob.ar/?contenido=39853-las-cartas-magicas-de-melissa

 

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