Por Eduardo D’Argenio.- “Donde pisa mi caballo no vuelve a crecer la hierba”, es una frase que la historia le adjudica a Atila, el rey de los hunos, quien allá por el siglo 5 extendía sus dominios por Europa y Asia. Conociendo su poca afinidad hacia la lectura, lo más probable es que Mauricio Macri no tenga idea sobre quién fue aquel personaje que, además, a diferencia de él, era inteligente y estratega. En todo caso, salvando las técnicas, ambos comparten el sádico placer por la destrucción, para mostrar una imagen de fortaleza.
Con la humillante derrota sufrida por Patricia Bullrich, en la noche del último domingo empezaron a verse las últimas imágenes de un naufragio que, en realidad, empezó a gestarse mucho tiempo antes, con un Macri como un cínico y perverso titiritero construido a partir de una personalidad que a lo largo de los años lo mostraron como lo que es: un auténtico psicópata.
En la noche del martes, o sea, pasadas solo 48 horas del previsible desastre sufrido en las urnas por la fuerza política que él fundó, se concretó oficialmente el apoyo del ex presidente y Bullrich a Javier Milei de cara al balotaje del 19 de noviembre próximo.
Hasta ayer nomás, era un secreto a voces –que están sacando a la luz sus ahora ex socios políticos- que Bullrich solo habría sido un instrumento para derrotar a Horacio Rodríguez Larreta, del mismo modo que los juegos de seducción con Javier Milei se transformaron en un camino para anular también a su ex ministra de Seguridad, y terminar siendo el socio político inevitable del libertario.
Si la imagen negativa y la escasa intención de voto le indicaron a Macri que no podía intentar volver a una candidatura a presidente, la cercanía con Milei le extiende el protagonismo, al menos, hasta el día del balotaje.
“Macri nunca apuesta a la política. Siempre apuesta por sí mismo”, se dice desde siempre en los corrillos políticos, propios y extraños. Está claro que el cimbronazo que generaron en las últimas horas Macri y Bullrich, después de no pocas peleas, incoherencias, desprolijidades varias, este indisimulable caos que viven la ex JxC y La Libertad Avanza puede generar más costos que beneficios.
Al menos hasta ahora, son Macri, Bullrich y apenas una decena de dirigentes que participaron de la campaña electoral los que manifestaron su respaldo a la figura de Milei, el mismo al que hasta el domingo último se lo acusaba de socio político de Sergio Massa.
Si hay algo que supo explotar Milei desde su irrupción como un outsider, fue presentarse como la cara visible de un imaginario combate entre él -como único representante de las fuerzas del bien-, frente a los políticos profesionales. Pero ahora, con el acuerdo “entre gallos y medianoche” (literalmente hablando), tiró por la borda su imagen como un guerrero contra la “casta”, traicionando a sus votantes.
La apuesta de Macri por Milei es, en definitiva, un intento del ex presidente para permanecer en el primer plano del poder en la Argentina, por lo que, si una victoria termina coronando su maquiavélica jugada, ahí sus aduladores saldrán a destacar su sagacidad plena y vigente.
Contrariamente, si el trío Macri-Milei-Bullrich termina derrotado, le sumará un final triste a la fragmentación de Juntos por el Cambio, el instrumento de poder que ayudó a concebir y que ahora emite todas las señales inconfundibles de una inminente desaparición.
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