El cierre de la agencia de noticias Télam fue un emblema del “plan motosierra” de Javier Milei. A principios de marzo el Gobierno anunció el cese de funciones, valló la sede principal y dispensó de sus tareas a los 780 trabajadores. Nueve meses después, cerca de 230 empleados continúan en funciones lejos del radar público. Siguen produciendo textos y otros contenidos periodísticos o publicitarios que circulan únicamente dentro la estructura del propio Estado.
Las producciones de los periodistas ya no se distribuyen vía cablera o web, como se hacía antes, sino que alimentan a los canales y señales de radio del Estado. Algunos empleados, sin embargo, no saben con exactitud para qué se utilizan sus contenidos.
Según revela el diario La Nación, a través de su periodista Camila Dolabjian, esta situación se inició en septiembre. En los meses previos, bajo el mando de una intervención gubernamental, Télam dispensó del trabajo a los empleados. Parecía que a partir de ese momento se iba a vaciar la plantilla de periodistas y administrativos todavía vinculados. De las 780 de personas contratadas que recibió le gestión libertaria, cerca de la mitad (352) entraron en un plan de retiro voluntario.
Y 233 personas, mayormente del área de prensa, firmaron una cesión del contrato de trabajo para mantener las mismas condiciones y sueldo, ahora bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina, aunque siguen cumpliendo funciones en el edificio de la avenida Belgrano. Otros 200 se incorporaron a une empresa nueva que fundó el gobierno: la Agencia de Publicidad del Estado Sociedad Anónima Unipersonal (Apesau).
El hecho es que hoy, la ex Télam y sus empleados producen notas, infografías, videos y fotos para el cliente interno. La información que generan se envía a los medios públicos, pero con características particulares: sólo los leen quienes forman parte del universo de canales y radios del Estado, a quienes les llega el contenido por un sistema interno.
En ocasiones, los periodistas de la ex Télam elaboran placas o infografías para la televisión, lo que antes hacían o ahora hacen en sociedad con ellos los productores de los canales. Las temáticas son variadas, aunque varias fuentes refirieron que se enfocan principalmente en anuncios, eventos protocolares e información oficial, incluidas las conferencias de prensa del vocero presidencial Manuel Adorni. Se realizan grabaciones para las cerca de 100 radios del interior, placas para los programas de televisión y se hacen gráficas para redes sociales.
La actual producción periodística contrasta con lo que informó el jefe de Gabinete Guillermo Francos en el Congreso días atrás: “El área con competencia específica en la materia de medios públicos informa que con la transformación de la Agencia de Publicidad del Estado Sociedad Anónima Unipersonal (APE S.A.U.) los servicios periodísticos y de Agencia de Noticias de la otrora empresa TELAM S.E. han dejado de existir. En consecuencia, no se ha materializado su transferencia”.
Para la redefinición de la pata periodística de lo que solía ser Telam falta tiempo. Para la de la propaganda, mucho menos. En julio, el Boletín Oficial plasmó el nacimiento de una empresa estatal, gran paradoja en tiempos libertarios. Télam, dispuso el decreto 548/2024, se reconvertiría en Apesau, que tiene su trámite pendiente en la Inspección General de Justicia y su propia cartelería, aunque ocupa formalmente la sede de la calle Bolívar, cuyo ingreso ya tiene su flamante logo.