El presidente Javier Milei no logra hacer pie. Su gobierno, atrapado entre errores políticos, crisis económicas y escándalos judiciales, parece hundirse cada día más en sus propias arenas movedizas.
Ayer, los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires se enteraron que el presidente y su hermana, Karina Milei, estaban en el microcentro porteño. En minutos, una multitud espontánea se acercó para repudiarlo con gritos e insultos, obligando a la Policía Federal a improvisar un operativo de cerco para retirarlos del lugar. “¡Corrupto!”, “¡Hijo de puta!”, fueron algunos de los gritos que marcaron la tensa escena.
El episodio se dio en una jornada negra para el oficialismo. En la Cámara de Diputados, la oposición logró aprobar —por 140 votos a favor, 80 en contra y 17 abstenciones— la modificación de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), con el objetivo de ponerle límites al Ejecutivo. Si bien el artículo 3 no consiguió la mayoría absoluta y el proyecto deberá volver al Senado, el mensaje político fue contundente: Milei quedó aislado.
A favor de la reforma votaron los bloques de Unión por la Patria, Encuentro Federal, Democracia para Siempre, Coherencia, la Coalición Cívica y el Frente de Izquierda.
Algunos aliados circunstanciales del Gobierno —como los exlibertarios del MID y parte del PRO— terminaron inclinando la balanza para trabar la sanción definitiva. Los diputados Carlos D’Alessandro, Eduardo Falcone, Oscar Zago y Gerardo González se plegaron a la estrategia oficialista, al igual que Héctor Baldassi, Sofía Brambilla y Álvaro González, del PRO, y tres referentes de la Coalición Cívica: Marcela Campagnoli, Victoria Borrego y Juan Manuel López.Como era lógico, el llamado bloque de Provincias Unidas con gobernadores Maximiliano Pullaro o Ignacio Torres, más que opositores son aliados del gobierno.
Mientras tanto, el Senado se prepara para recibir nuevamente la iniciativa. La oposición confía en que se aprobará en la Cámara Alta, pero el Gobierno gana tiempo: evita así vetar la ley antes de las elecciones del 26 de octubre.
En paralelo, la Cámara baja aprobó también la interpelación de Karina Milei —secretaria general de la Presidencia— y del ministro de Salud, Mario Lugones, prevista para el 15 de octubre, por las graves irregularidades en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), denunciadas por Diego Spagnuolo.
Como si fuera poco, la Justicia Electoral bonaerense evalúa si hay tiempo material para reimprimir las boletas con la renuncia de José Luis Espert, complicado por la causa narco. Todo indica que, por falta de plazo, las boletas mantendrán su rostro, una imagen que se convirtió en símbolo del desconcierto libertario.
A esto se suma la fallida misión del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, que lleva una semana en Estados Unidos mendigando dólares que no aparecen. Las reservas siguen en rojo y la incertidumbre crece.
La indignación popular aumenta: mientras el Gobierno afirma que “no hay plata” para jubilados, discapacitados o médicos del Garrahan, el ministro del Interior, Lisandro Catalán, admitió ante la Justicia que hay 12 millones de pesos disponibles para reimprimir boletas. El senador radical Martín Lousteau fue tajante: “Para el Garrahan no hay plata, pero para la jodita del amigo de Fred Machado sí”, ironizó, recordando lo que ese dinero podría significar para hospitales y universidades públicas.
Milei empezó la semana bailando en el Movistar Arena, rodeado de fieles libertarios, pero la termina bailando en la dura realidad de su propio fracaso. Entre insultos, fugas de aliados y boletas en crisis, el presidente se mueve cada vez más cerca del abismo político. Solo un milagro —o un llamado de Donald Trump— podría darle aire antes del 26 de octubre.