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9 noviembre, 2025
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Del sueño de Mafalda al ajuste de Milei: la clase media se convirtió en clase baja

Un reciente informe revela el derrumbe de la clase media argentina: apenas el 43% de la población pertenece hoy a ese sector, mientras que el 52% cayó a la clase baja y solo un 5% integra el estrato alto.

El estudio, titulado “Esperando la carroza: la ‘clase media Mafalda’ se diluye”, no fue elaborado por la CTA, la CGT ni el peronismo, sino por la Fundación Pensar —el think tank del PRO— en colaboración con la Fundación Casa Tres y los consultores Guillermo Oliveto y Mora Jozami.

Basado en 2.319 encuestas nacionales y datos del INDEC, el trabajo concluye que los sectores medios atraviesan un proceso de mutación estructural: pierden bienestar, estabilidad y expectativas de progreso.

En los años setenta, la clase media abarcaba al 75% de la población. Hoy, apenas el 43% de los hogares se ubica en ese rango de ingresos, el 52% pertenece a la clase baja y solo el 5% al sector alto.

“El mundo que el talento de Quino supo hacerle pensar a Mafalda ya no existe”, advierte el informe.

Durante décadas, la clase media representó el ideal de un país con educación pública de calidad, salud accesible y empleo formal. Hoy, ese modelo se desmorona. El 54% de los encuestados afirma que su capacidad de consumo es mucho peor que hace un año.

“El consumo, que era fuente de placer, se volvió un acto doloroso. Comprar duele”, sostiene el texto.

El 63% de los argentinos debió resignar servicios o actividades habituales, especialmente en ocio, indumentaria y vacaciones. En ese contexto, los autores introducen el concepto de “consumidor estoico”: aquel que intenta moderar sus gastos pero termina atrapado en una lógica “sacrificial”.

“No alcanza con el esfuerzo; es necesario el sobreesfuerzo. Se la pasa mal. Es desgastante y agobiante”, resume el documento.

La educación, otrora motor de movilidad social, ya no garantiza progreso económico. Aunque el 70% de quienes provienen de sectores bajos alcanzó un nivel educativo superior al de sus padres, no mejoró su posición socioeconómica. Solo el 40% de los jóvenes cree que podrá “ser alguien” gracias al estudio y al trabajo.

“El diploma universitario era más que un logro académico: era un certificado de identidad. Hoy ese pacto está en crisis”, señala el informe.

Para ser considerado de clase media, un hogar necesita ingresos mensuales netos de entre $2.000.000 y $6.500.000, es decir, entre dos y cinco canastas básicas totales. Bajo esos parámetros, existen 7 millones de hogares de clase media, 8 millones de clase baja y menos de un millón de clase alta.

El 55% de los argentinos cree que la clase media se está achicando, y el 41% percibe que su situación económica es peor que la de sus padres.

La llamada “nostalgia Mafalda” —el recuerdo de un país más estable y equitativo— atraviesa el sentimiento de pérdida colectiva.

“La clase media ya no es un bloque homogéneo ni aspiracional; es un mosaico de vulnerabilidades”, concluye el trabajo.

El estudio contextualiza el fenómeno en comparación con otros países: mientras España y Estados Unidos también sufren presiones sobre sus sectores medios, China y Perú muestran una expansión reciente pero frágil. En Brasil y Chile, el crecimiento de la clase media depende del endeudamiento.

En la Argentina, la movilidad social descendente ya es una realidad. El 60% de los habitantes del AMBA cree que la clase media se achica y solo el 27% percibe estabilidad.

La conclusión del documento es tajante: “La clase media argentina, símbolo histórico de identidad nacional, se diluye y enfrenta el riesgo de perder su papel como sostén de la cohesión social y la democracia.”

El informe lo dice sin grietas ni ideología: hasta la Fundación del PRO admite que Milei pulverizó a la clase media.

El sueño de Mafalda se rompió, y lo que alguna vez fue orgullo nacional hoy se parece más a una pesadilla liberal: menos educación, menos derechos y más pobreza.

 

 

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