
Mientras Cristina Kirchner enfrenta un nuevo show judicial con la causa Cuadernos en Comodoro PRO y Axel Kicillof intenta reunir los votos necesarios para aprobar el Presupuesto y un nuevo endeudamiento —fundamental para gobernar una provincia que el gobierno libertario castiga financieramente—, la dirigencia y la militancia del peronismo ya analizan sus cartas para las elecciones presidenciales de 2027.
Los puentes entre San José 1111 y La Plata parecen rotos. Cristina cuestiona al gobernador en una carta pública, mientras 42 intendentes aliados a Kicillof recuerdan que fue ella quien armó la lista del 26 de octubre, dejando afuera a Fernando Gray, lo que costó unos 80.000 votos.
Pero todo eso ya es pasado. El peronismo debe mirar hacia adelante, definir un candidato antes de abril de 2026 y presentar un programa económico serio para volver a ofrecer un horizonte de esperanza.
“Si se parte de la verdad, es mucho mejor. Hoy no queda otra que ir a una interna y que gane el mejor. Sino, corremos el riesgo de repetir 1985, cuando el peronismo llegó dividido”, advierte un histórico militante de mil batallas.
Kicillof y su candidatura
Kicillof ya adelantó que quiere ser candidato. Lo respaldan los triunfos de 2019, 2023, la victoria de septiembre de 2025 y el empate del 26 de octubre. Si realmente busca llegar a la presidencia, deberá caminar el país como lo hizo con su Clioen 2019: mano a mano con la gente y con cinco o seis propuestas claras y contundentes:
- Mejoras para jubilados y asalariados,
- Apoyo al desarrollo productivo y la creación de empleo,
- Impuesto a los grandes patrimonios para financiar salud, educación y ciencia,
- Integración con América Latina y los BRICS,
- Y un plan firme para controlar la inflación, el tema que Milei convirtió en su única bandera.
Según una encuesta de Aresco, el 45% de los votos que obtuvo Milei se debieron a la percepción de una “buena gestión económica” —en realidad, por la baja de la inflación— y un 21% por el “voto del miedo” al estallido postelectoral.
La apuesta del centro
Cristina Kirchner, que no podrá ser candidata, buscará desde la presidencia del PJ impulsar un nombre que exprese su espacio político. Pero hoy ese nombre no es Kicillof.
La ex presidenta, fiel a su estilo, evita mencionar a su candidato, aunque ya ordenó abrir el diálogo con dos gobernadores. Su idea es apostar al centro, sumar unos 15 puntos al peronismo y recuperar la mayoría en primera vuelta. Lo intentó antes con Scioli, Alberto y Massa: solo uno alcanzó el objetivo.
En su tablero aparecen dos nombres:
- Gerardo Zamora, gobernador de Santiago del Estero, moderado, con experiencia, de origen radical y leal a Cristina, aunque pragmático en sus alianzas.
- Martín Llaryora, gobernador de Córdoba, quien debería romper con Juan Schiaretti, el peronista más cercano a Macri que al kirchnerismo.
De hecho, Cristina ordenó al legislador kirchnerista Federico Alesandri sumarse al bloque de Llaryora en la Legislatura cordobesa, garantizándole la mayoría y aislando a Natalia de la Sota.
Aun así, muchos en el peronismo consideran que insistir con el centro es un error. “La candidatura de Urtubey fue un fracaso”, recuerdan.
El espejo de Mamdani y la memoria de Perón
Mientras tanto, militantes y dirigentes observan con atención el caso de Zohran Mamdani, el joven musulmán socialista que arrasó en Nueva York sin el apoyo de Wall Street.
Su secreto fue simple: una red de 100.000 militantes recorriendo casa por casa con cuatro o cinco ideas claras, acompañadas de una campaña disruptiva y divertida en redes.
El peronismo podría aprender de eso, pero también de su propia historia. La campaña de Juan Perón en 1946 fue igual de revolucionaria. Sin apoyo de los medios, ni del dinero ni de la embajada de Estados Unidos, recorrió el país en tren, habló por radio y organizó una militancia creativa. “La hicimos con tiza, carbón y el amor de nuestra gente”, recordaría años después.
En plena campaña, Perón impulsó medidas impensadas: aguinaldo, vacaciones pagas y derechos laborales. Las patronales se opusieron, los diarios hablaron de “comunismo” y hubo un lockout patronal, pero el gobierno no retrocedió.
El peronismo vuelve a estar frente al mismo dilema histórico: ser audaz o conformarse con el centro.
Mientras Cristina duda entre Zamora o Llaryora, Kicillof representa el proyecto, la calle y la convicción.
Como decía Evita, “el peronismo será revolucionario o no será nada”. Y en esta Argentina desigual y castigada, la tibieza ya no enamora a nadie.
