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22 noviembre, 2025
PRINCIPALES

Un peronismo mudo no enamora: internas ya para volver a ser disruptivos

Por Alfredo Silletta

La historia del peronismo siempre deja enseñanzas. Aunque cada experiencia es particular y no se trata de repetir fórmulas ni frases hechas, mirar el pasado sigue siendo imprescindible para no cometer los mismos errores y avanzar con ideas nuevas hacia el futuro.

El campo nacional y popular viene de acumular derrotas electorales. Es tiempo de barajar y dar de nuevo, de presentar propuestas frescas para una Argentina más inclusiva, con igualdad real, educación y salud pública de calidad, salarios dignos y un modelo económico que genere producción y trabajo.

Aprender del pasado para construir futuro

Perón supo cambiar a tiempo cuando percibió que el ciclo de crecimiento y consumo de la clase trabajadora comenzaba a agotarse a fines de los años 40. El mundo ya no demandaba la misma cantidad de materias primas, los precios internacionales habían cambiado y la sequía golpeaba fuerte. Allí comprendió la necesidad de impulsar la industria pesada, incluso negociando con petroleras norteamericanas, y de promover un mercado latinoamericano junto a Chile y Brasil.

El golpe de 1955 frustró ese proceso de industrialización que ya incluía la fabricación de autos, camiones, aviones y hasta el desarrollo nuclear.

Las políticas de Néstor y Cristina fueron extraordinarias en su contexto, pero el mundo y la Argentina de hoy son otros. Con una deuda de 57.000 millones de dólares con el FMI, otros 40.000 con la banca privada, una industria quebrada, consumo desplomado y una población endeudada, se necesitan nuevas ideas capaces de enamorar a la sociedad nuevamente.

¿Qué hacer?

Como en aquel texto de Lenin, la pregunta vuelve a pesar sobre el peronismo. El Consejo Nacional del PJ se reunió para analizar cómo mantener los bloques unidos en el Congreso y garantizar alguna presidencia de comisión. Pero eso es demasiado poco para un movimiento que nació en 1945 para transformar la realidad, no para administrar el “chiquitaje”.

Si esa es toda la ambición del peronismo, estamos perdidos. ¿Qué queda de aquella frase de John William Cooke —“el peronismo es el hecho maldito del país burgués”— si algunos dirigentes solo piensan en una comisión más o en no quedar “demasiado opositores” frente a un gobierno cruel?

Internas, más internas

El Consejo del PJ discutió la importancia de mantener las PASO para 2027. Algunos sugieren dejar todo igual hasta cuatro meses antes de las elecciones. Grave error.

Tras la derrota de 1983, mientras parte de la dirigencia se negaba a asumir el fracaso, Antonio Cafiero y un grupo de jóvenes impulsaron la renovación. Eso permitió recuperar la provincia de Buenos Aires y triunfar en la mayoría de las provincias. Cafiero no esperó que los gobernadores lo señalaran a dedo para 1989: fue a internas en julio de 1988, un año y medio antes. Perdió, pero movilizó al peronismo en todo el país y allanó el triunfo nacional de 1989. Después Menem bajó las banderas, pero esa es otra historia.

Hoy la militancia está harta de los enfrentamientos internos y reclama internas. Otros prefieren que Cristina vuelva a ordenar y repita el esquema de 2019 y 2023 con una sola fórmula. Pero mantener la unidad como un corsé también puede inmovilizar.

Cristina está proscripta por la derecha y el establishment económico y no puede ser candidata. Puede sugerir un nombre, sí. Pero hoy sobran quienes quieren tomar el bastón de mariscal.

Los que quieren ser

Algunos dirigentes buscan un perfil más conservador; otros, propuestas más disruptivas.

Entre los moderados aparece Gerardo Zamora, gobernador de Santiago del Estero, con experiencia y origen radical, aunque últimamente demasiado cercano al gobierno libertario.

Otro que sueña con la presidencia es Martín Llaryora, gobernador de Córdoba, quien debería romper definitivamente con Juan Schiaretti, el peronista más próximo a Macri y a Milei.

También se mueve Sergio Uñac, ex gobernador de San Juan, que se acercó a Cristina y ya expresó su deseo de competir.

Y entre los que proponen un proyecto más progresista y de confrontación clara con Milei, está Axel Kicillof, que le ganó por 14 puntos en septiembre y empató en octubre. Sin embargo, enfrenta resistencias del sector de Cristina y La Cámpora. Desde sectores del peronismo también le cuestionan que no salga abiertamente a recorrer el país con cuatro o cinco ideas claras y disruptivas.

En el debate del peronismo también aparece el joven legislador de Nueva York, Zohran Mamdani, cuyas ideas sobre vivienda, transporte gratuito e impuestos a los ricos son mencionadas como un ejemplo del progresismo moderno.

Pero no hace falta mirar tan lejos. Perón fue profundamente disruptivo en 1946: aguinaldo, vacaciones pagas, Estatuto del Peón, derechos laborales, nacionalización de la banca. Políticas impensadas para la época.

Un camino claro: internas amplias en 2026

El peronismo debe convocar a elecciones internas amplias en mayo o a más tardar en junio del próximo año. Recuperar la militancia, volver a enamorar con nuevas y viejas banderas que lleguen a todos. Si la derecha quiere reforma laboral o educativa, el peronismo debe dar la batalla.

No alcanza con decir “no”. Hay que proponer: si ellos quieren trabajar 12 horas, planteemos 6. Si buscan destruir la escuela pública, presentemos un modelo mejor. Transformar lo que haya que transformar, pero siempre a favor de los que menos tienen.

Llamemos a internas. Elijamos un solo candidato o candidata presidencial, dejemos abierta la vicepresidencia y compitamos con ideas claras. La Argentina necesita volver a creer que otro país es posible. Y para eso, el peronismo debe animarse a disputar el poder en serio.

El peronismo no puede seguir esperando a que “alguien ordene” ni resignarse a administrar migajas mientras Milei destruye el país. No hay liderazgo verdadero sin competencia real, ni proyecto sin audacia. Si el movimiento quiere volver a gobernar, primero debe animarse a gobernarse a sí mismo: internas amplias, abiertas y con propuestas que ilusionen, no con nombres apilados por obligación.

El 2026 es la última oportunidad para reconstruir una identidad que hoy está hecha trizas. Si el peronismo quiere volver a enamorar a los trabajadores, a los jóvenes y a los que hoy se sienten huérfanos, tiene que salir a la cancha sin miedo. Porque, de lo contrario, no hará falta que la derecha lo proscriba: será el propio peronismo el que se habrá condenado a la irrelevancia.

 

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