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La Plata
11 diciembre, 2025
PAÍS

Milei fue a Oslo disfrazado de explorador para sacarse la foto con Machado… pero la venezolana no fue

Javier Milei aterrizó en Oslo vestido con un mameluco polar digno de una expedición al Ártico, listo para protagonizar la foto que soñaba junto a María Corina Machado. El presidente argentino viajó para subirse a la ceremonia más polémica del Nobel de la Paz en años, totalmente decidido a obtener la imagen que lo alineara visualmente con la ultraderecha internacional. Pero la escena se desmoronó de la forma más humillante: Machado avisó que no iba. La foto no existió. El gasto, como siempre, sí: lo pagamos todos los argentinos.

Mientras tanto, afuera del Instituto Nobel, las calles de Oslo hervían. Cientos de noruegos y activistas de distintos países se manifestaban contra la elección de Machado, acusándola de promover intervención militar, desestabilización regional y un alineamiento absoluto con la estrategia geopolítica de Washington contra Venezuela. Las pancartas, los cánticos y las consignas contrastaban brutalmente con el relato oficial del premio, que intentó instalar a la dirigente venezolana como figura de “paz” en un mundo incendiado.

La tensión no quedó solo en las calles. Dentro del propio gobierno noruego también surgieron chispazos. Autoridades del Partido Laborista —la histórica socialdemocracia que construyó la reputación pacifista de Noruega— miraban con incomodidad una ceremonia donde los invitados principales provenían mayoritariamente de partidos de derecha alineados a la agenda atlántica. Diplomáticos y funcionarios expresaron por lo bajo que el premio, lejos de reforzar la diplomacia de paz, profundizaba la grieta interna entre la tradición noruega y las presiones geopolíticas externas.

En ese contexto, la presencia de Milei —con su vestimenta caricaturesca y su deseo explícito de obtener una foto para consumo político interno— terminó convirtiéndose en un capítulo aparte. No solo porque el presidente argentino quedó automáticamente asociado a un evento rodeado de protestas e internas diplomáticas, sino porque la protagonista de su viaje se bajó a último momento, dejándolo en un papel incómodo y casi grotesco.

El resultado fue una escena que resume el estilo internacional del mandatario: viajes costosos, shows performáticos, cero resultados concretos y un rol cada vez más subordinado a la agenda de la ultraderecha continental. Milei llegó disfrazado, gastó dinero público en un intento de foto y la dirigente que justificaba su presencia ni siquiera apareció.

El resumen del viaje es simple: ruido, gasto y papelón. Oslo estaba helado, pero el frío más grande fue para el presidente argentino.

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