Mientras millones de argentinos atravesaron una Navidad ajustada, con bolsillos en rojo y consumo en caída, el Gobierno enfrenta otra urgencia: el ministro de Economía, Luis Caputo, debe conseguir antes del 9 de enero unos USD 4.200 millones que todavía no están garantizados. En ese contexto crítico, la vicepresidenta Victoria Villarruel decidió romper filas y encendió una alarma política en la Casa Rosada: advirtió que, tal como está redactado, el Presupuesto deja al Senado sin recursos suficientes para funcionar.
Villarruel se plantó frente al presidente Javier Milei y a la senadora Patricia Bullrich, y sostuvo que con los recortes aplicados por Economía la Cámara Alta “entra en rojo a partir de diciembre”, pese —según remarcó— a una administración austera del gasto. La advertencia no es menor: sin correcciones, el Senado podría quedar virtualmente paralizado, poniendo en riesgo la aprobación de leyes clave para el oficialismo.
El Gobierno entró en estado de alerta. Desde el entorno libertario esperaban que el Presupuesto fuera aprobado de inmediato para avanzar luego con la reforma laboral, uno de los pilares del programa de Milei. Pero la vicepresidenta, cada vez más distanciada del núcleo duro del poder, dejó claro que no está dispuesta a convalidar un ajuste que golpea directamente al Congreso.
Un presupuesto con “ceros” inéditos
Villarruel afirmó que su gestión fue “muy cuidadosa con el gasto”, pero alertó sobre una situación inédita: partidas clave directamente figuran en cero. “No pasó nunca que haya un cero en algunos incisos, como Bienes de Uso o Bienes de Consumo, máxime cuando Diputados sí los tiene reconocidos”, señaló, dejando al descubierto una asimetría deliberada entre ambas cámaras.
El mensaje incluyó un dardo directo a la Cámara de Diputados, presidida por Martín Menem, hombre de extrema confianza del “karinismo” y del propio Milei. En Diputados, el ajuste fue mucho más laxo; en el Senado, quirúrgico. Para Villarruel, la diferencia no es técnica, sino política.
El contraste se refleja también en los gestos: mientras Menem fue parte del asado en Olivos con el que Milei despidió el año junto a su Gabinete, la vicepresidenta ni siquiera fue invitada. La postal terminó de confirmar una interna que ya no se disimula.
Consultada sobre las razones del recorte, Villarruel evitó una acusación directa, pero dejó flotando la sospecha: “No sé qué pasó, supongo que se les habrá pasado”. Una frase que, en el clima actual, suena más a ironía política que a ingenuidad.
En el oficialismo analizan ahora una salida de emergencia: readecuar las partidas mediante una resolución administrativa para evitar un conflicto mayor y garantizar el funcionamiento del Senado. Sin embargo, cualquier modificación choca con un problema central: el Presupuesto ya tiene media sanción, y tocarlo implica reabrir negociaciones que el Gobierno quería dar por cerradas.
La motosierra empezó a cortar donde no debía: en el corazón del poder político. Villarruel expuso una interna que Milei intentó ocultar y dejó al Gobierno ante una disyuntiva incómoda: corregir el Presupuesto o quedarse sin Senado operativo. En la Argentina del ajuste total, hasta los propios socios empiezan a preguntarse quién maneja la caja… y quién paga el costo político.
