Por Fernando “Chino” Navarro
Son profundamente inquietantes las manifestaciones agraviantes que dirigentes políticos y periodistas de nuestro país vienen realizando en contra del papa Francisco, quien precisamente se preocupa por evitar que se instale en nuestro país un clima de revanchismo hacia los sectores populares y los trabajadores, con su incansable prédica por sembrar la concordia y el diálogo entre los argentinos.
Es claro que se busca ocultar y desautorizar el trabajo intenso realizado por el Papa a lo largo y ancho del mundo. Para ello, utilizan ofensas y frases escandalosas contra él, para que tengan impacto y rebote en los medios de comunicación.
Esto no es inocente. Francisco hace mucho tiempo que plantea las injusticias de este sistema capitalista salvaje. Interpela y cuestiona intereses muy poderosos, en pos de la integridad de los sectores populares de todo el mundo. La gira que realizara en el mes de julio de 2015, en la que visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay, no es sino un claro testimonio de su interés por reafirmar los derechos de estos sectores relegados, destacar las injusticias sociales de cada región y predicar una y otra vez a favor de una democracia sin excluidos.
El Papa, en esa ocasión, denunció las injusticias del sistema capitalista global, que, afirma, idealiza al dinero por encima de la gente y pidió que se instaurara un nuevo modelo económico en el que los recursos del planeta se distribuyeran entre todos por igual. Reiteró así sus críticas hacia la deshumanización de la economía y el capitalismo sin rostro. También condenó las ideologías que terminaron en dictaduras y, en un mensaje social encendido, valoró la inclusión y reclamó por las tres t (tierra, techo y trabajo).
Los agravios que sufre por parte de algunos dirigentes políticos en nuestro país no pueden más que preocuparnos, ya que tienen como objetivo desviar el eje de los temas que pone Francisco en la agenda mundial: refugiados, excluidos, pobreza, cuidado del planeta, manejo responsable de los recursos naturales, conflictos bélicos y étnicos.
El Papa hace un planteo claro: pasar de una economía líquida, que pone el dinero como eje principal de la vida, a una economía social, que garantice el acceso a la tierra y al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades “puedan poner en juego la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores y la comunicación con los demás”.
Esto realmente molesta a muchos dirigentes, actores de peso de la política argentina y periodistas que lo agravian sin fundamento alguno. Detrás de todas las críticas que le puedan hacer, en el fondo significa que no toleran el trabajo y la prédica del Papa a favor de un sistema económico y social más justo.
La mezquindad y los intereses de los que lo agravian son claros. Responden a sectores de la economía concentrada que están en las antípodas del pensamiento de Francisco. Pero básicamente no pueden tolerar que una figura del peso y la envergadura del Papa trabaje día a día para que la economía social y los sectores populares se pongan al frente del esquema político y económico mundial.