Hace 40 años hubo un suicidio colectivo impactante. Cientos de miembros de una secta murieron tomando una pastilla de cianuro en la jungla de Guyana. Hombres, mujeres y niños, seguidores del líder espiritual Jim Jones, quedaron atrapados del fanatismo de construir un mundo ideal. Un sector importante del empresariado, especialmente algunas de sus primeras figuras, están actuando como esos fieles de la secta Templo del Pueblo. Existen potentes señales de alerta que no están atendiendo ni actuando en consecuencia debido a que por ahora predomina el fanatismo ideológico neoliberal como barrera a lo que consideran los peligros del populismo. Se quejan de la amenaza de las importaciones de China o del nivel del tipo de cambio pero no cuestionan las bases de una política económica que los está castigando con tenacidad.
La producción industrial descendió 7,9 por ciento en julio respecto al mismo mes del año anterior; la construcción bajó 23,1 por ciento interanual en julio; la venta de combustibles retrocedió 3,5 por ciento en el primer semestre, y el gasoil, insumo vinculado a la producción, lo hizo en 12,4 por ciento. Estas y otras varias estadísticas referidas al sector productivo son terribles, con caídas similares o superiores a las registradas en la crisis 2002. Insistir con la muletilla “la herencia recibida” es a esta altura una licencia poética en la reiterada partitura proporcionada a los funcionarios y voceros oficiosos por parte del departamento de propaganda y realidad virtual de la jefatura de Gabinete. La realidad no se puede tapar pese a que no se haga tapa en los grandes medios oficialistas.
Recesión, tarifazo y apertura importadora es el camino hacia el suicidio de gran parte de la industria y el comercio, con muchos de sus miembros transitándolo convencidos que de ese modo alcanzarán el paraíso de libertad sin populismo y exagerados derechos laborales. Coloquios, seminarios, jornadas empresariales buscan alimentar la creencia que siendo parte activa de la secta neoliberal los podrá depositar en la sociedad que idealizan, sin trabajadores que quieren mejorar su poder adquisitivo y sin un Estado que quiere cobrar impuestos al capital.
Es tal el grado de alienación de esa feligresía que se han convencidos que sus actuales males es por la pasada bonanza que disfrutaron con políticas intervencionistas. Uno de esos exponentes es Teddy Karagozian, dueño de TN & Platex, la principal fábrica de hilados del país, que ha paralizado gran parte de su producción por la caída de la demanda interna y el aumento de importaciones. El empresario textil culpa de esa situación a los elevados salarios de sus trabajadores y a los “incendios” dejados por el anterior gobierno que la actual gestión está “apagando”. Así es más fácil entender lo que pasó en la colonia Jonestown.
Los más fieles colaboradores del reverendo convocan a tener esperanzas, que el futuro será mejor con inversiones que llegarán aunque ahora están demoradas y que el sufrimiento de hoy asegurará la bienaventuranza de mañana. Quien lo expresó sin pudor fue el ministro de Finanzas y Deshacienda, Alfonso Prat Gay, cuando convocó a aceptar el destino del sacrificio con el espíritu Jim Jones al afirmar que “muchos de los que han perdido el trabajo conocen que este era el único camino”. El papel opaco de Prat Gay en el gabinete de Mauricio Macri explica la llamativa devaluación de la palabra del ministro encargado de la economía, un área clave de un gobierno. Dijo que no iba a trasladarse a precios la devaluación; que la inflación de este año sería del 20 al 25 por ciento; que bajaría el déficit fiscal; que la emisión de nuevos bonos serían para rescatar los cupones PIB pero esos dólares ya se utilizaron para financiar la fuga; que lo peor ya pasó y el segundo semestre comienza la recuperación; que la inflación no es un problema. Tantas equivocaciones en el diagnóstico, en la gestión y en el pronóstico hubiera derivado en incomodidad política en cualquier otro ministro de Economía.
Indicadores
El fuerte retroceso de la industria del 7,9 por ciento en julio fue el peor registro desde agosto de 2002, según la serie histórica del Indec, cuando bajó 8,5 por ciento. Por la recesión y sin perspectivas de una recuperación sustancial, la utilización de la capacidad instalada de la industria es muy baja. El desagregado sectorial muestra que la siderurgia cayó 14,2 por ciento de forma interanual, la fabricación de insumos de la construcción, 11,6; la producción automotriz, 12,2; y la industria textil bajó 2,6 por ciento, con lo cual comenzó a recortar el insólito 8 por ciento de suba en lo que va del año dibujado por la nueva gestión del Indec (el índice industrial de la neoliberal FIEL anota estancamiento textil -cero por ciento– en siete meses del año). Con despidos, suspensiones, caída de la demanda interna e incremento de importaciones, quienes desembarcaron en el Instituto para profesionalizar la provisión de estadísticas públicas han presentado un comportamiento del sector textil que ni los más fanáticos empresarios oficialistas del sector textil estarían en condiciones de avalar.
El Sindicato de Comercio comenzó a negociar la paritaria del segundo semestre informando que se han cerrado 6500 locales a nivel nacional en lo que va del año. El Instituto de Trabajo y Economía Germán Abdala destacó que la economía sigue en caída al precisar que luego de un segundo trimestre con un descenso de 3,2 por ciento, el Índice de Actividad que elaboran marcó una contracción de 5,4 por ciento en julio, superando incluso el retroceso del mes anterior de 4,5. Esta dinámica económica refleja que la recesión no se está atenuando sino que se profundiza, estimando el ITE que la caída del PIB en este año sería superior al 2 por ciento.
Mientras que del análisis Consumer Thermometer que realiza mensualmente Kantar Worldpanel se desprende que el consumo en julio frenó su descenso en un sorprendente giro respecto al reporte anterior, la evaluación de la consultora de consumo masivo CCR advierte acerca de una caída del 3,4 por ciento respecto al mismo mes del año anterior. El relevamiento de CCR está en línea con el saldo negativo en términos reales de la recaudación impositiva vinculada al consumo interno de ese mes y del siguiente. El pronunciado deterioro del consumo se verifica también con el recorrido de los precios de la canasta básica de alimentos con alzas del 5,6 por ciento en supermercados en agosto, según el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz. El IPC Indec de agosto será garabateado a la baja descontando el tarifazo de gas por el freno dispuesto por la Corte Suprema de Justicia. Especialistas en la materia sugieren hacer el recálculo del índice en el mes que el Instituto computó el aumento, y no en el de la sentencia judicial. La conducción del Indec prefiere en cambio ponerse al servicio de la campaña electoral del gobierno de construir expectativas positivas, ilusoria herramienta de política económica para revertir la actual fase recesiva.
Los índices de producción industrial, consumo y actividad económica difícilmente seguirán marcando variaciones negativas tan pronunciadas en los próximos meses. Como por ahora no hay indicios de que la recesión se convierta en depresión, la supuesta mejora será simplemente por una cuestión estadística: la comparación interanual será contra meses de menor actividad. Esos números servirán para la construcción de la estrategia oficial de que la situación esta mejorando. Podrán presentar que la economía ya tocó fondo y que ha comenzado la recuperación. Lo cierto es que el deterioro sociolaboral con incremento del desempleo y el achicamiento de la economía sin motores de impulso, con apertura, costos en alza y presiones crecientes sobre el tipo de cambio, está definiendo una situación de ahogo en muchos de los sectores productivos y comerciales.
Nota publicada por el diario Página 12