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22 noviembre, 2024
PAÍS

Cómo frenar la campaña de ‘desperonizar’ el país

Por Alfredo Silletta. Por estas horas que se cumplen 45 años del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina, luego de 17 años de exilio, es un buen momento para reflexionar sobre el rol del peronismo, cuando en la Argentina gobierna un grupo de CEOs que piensan en sus propios negocios, con plata mal habida en las Islas Caimán y en cuentas offshore, que controlan el poder judicial, los medios de comunicación y los principales resortes del establishment económico. Un gobierno que avasalla diariamente todas las conquistas laborales y sociales, sin que nadie los enfrente. Con dirigentes de un peronismo que en vez de enfrentarlos decide pactar con ellos para sobrevivir unos años más en el poder de un cargo en una provincia o en el Congreso.

Cuando cayó Juan Domingo Perón en 1955 comenzó una campaña brutal para “desperonizar” al país. La mal llamada Revolución Libertadora estaba convencida que el líder en el exilio era un muerto político.  El 3 de octubre de 1955, dos semanas después del golpe, el diario Clarín afirmó que habíamos asistido al “triste fin, sin pena ni gloria, de la carrera pública de un hombre sobre el cual diremos, piadosamente, a fin de mitigar la justa cólera ciudadana, que fue un extraviado”.

Pero la realidad era otra. La dictadura intervino la CGT y todos los sindicatos de base. Se inhabilitaron más de 150.000 delegados de fábricas y se encarcelaron cientos de dirigentes justicialistas, sin descartar los fusilamientos de 1956. El país fue una gran cárcel y se crearon comisiones especiales para ‘detectar’ todos los crímenes peronistas.  Se prohibió usar el nombre de Perón o de Evita, tocar la Marcha Peronista y durante años asistimos a la “lucha de la corrupción”, una bandera que siempre los poderosos utilizaron contra los movimientos populares. Lo hicieron con Yrigoyen, con Perón y ahora contra Néstor y Cristina Kirchner. Sólo dos argentinos fueron acusados de traición a la Patria: Perón y la ex presidenta.

El exilio de Perón duro 17 años igual que la proscripción del peronismo. La lucha por el regreso de un gobierno popular no fue fácil. Durante muchos años el líder luchó contra enemigos de adentro y de afuera. Dirigentes políticos y gremiales que eran ganados por el establishment, incluso se llegó a imponer la frase de Augusto Vandor, secretario de la Unión Obrera Metalúrgica, cuando afirmó que “Para salvar a Perón, hay que estar contra Perón”.

El general en el exilio afirmó más de una vez que estaba cansado de un “conglomerado amorfo y pactista” dentro del partido y se decidió a mediados de la década del sesenta por una jugada magistral: apostó por los jóvenes y el trasvasamiento generacional. La juventud de aquellos años, hijos de una clase media gorila y antiperonista, había comenzado nacionalizar su pensamiento a partir de la dictadura de Onganía y la formación de grandes pensadores como como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui, entre otros.

No es tarea de este artículo hablar de la historia completa del peronismo, sino recordar que los años del exilio y la vuelta al poder fueron difíciles, con muchas batallas ganadas y otras perdidas, aprendiendo de cada una de ella.

Hoy, a dos años del triunfo electoral del gobierno de Mauricio Macri hay desazón en el movimiento nacional y popular.  Gobernadores, legisladores y dirigentes sindicales del peronismo aceptan las políticas de ajustes sin chistar, con un poder judicial que te encarcela sin condena previa, con un control de todos los medios de comunicación donde nadie puede decir nada porque es acusado de corrupto.  Mientras tanto se avasallan derechos, se entrega el patrimonio nacional, crece en forma brutal el endeudamiento, se achica la industria nacional, se bajan las jubilaciones, los sueldos y cierran las fábricas.

En estos momentos tan difíciles, cuando no hay una conducción clara y contundente del peronismo para enfrentar estas políticas neoliberales, es bueno recordar a Don Arturo Jauretche que decía que “cuando reina la confusión, debemos mirar que dice el enemigo y hacer lo contrario”.

En  momentos de incertidumbre es bueno recordar una carta abierta que escribió Leonardo Favio en 1983, pocos días después que el peronismo perdiera por primera vez en las urnas: “Compañero, ¿Qué hacés sentado a la orilla del camino de la desesperanza? No hay tiempo para ello. No nos lo podemos permitir. Así nos señalan nuestros mártires, nuestra desolada América y la vida que avanza. Ser peronista hoy, más que nunca, es una ineludible responsabilidad. Aquí comienza la tarea de la reconstrucción de nuestro movimiento. ‘El cruce del desierto’ que debemos iniciar extirpando quirúrgicamente de las entrañas del mismo a los ‘traidores expertos en roscas’ que nos llevaron a postergar nuevamente nuestro sueño revolucionario, prolongando así el dolor de tanta gente”.

Que hacer en estas horas de incertidumbre. Recordemos a Perón que, desde el exilio, aposto por mantener en alto las banderas de la independencia y la justicia social. Se estima que durante 1955 y 1973 escribió aproximadamente unas tres mil  cartas y que recibió y leyó unas quince mil cartas.  Es el momento, en estos días de utilizar las redes sociales, expresar lo que está pasando en el país y volver nuevamente a los barrios, al dialogo en las casas, cara a cara con el vecino, organizarlos, darle fe y esperanza, que el peronismo sigue vivo en sus mejores tradiciones, más allá de algunos dirigentes que dan vergüenza ajena. El peronismo es una construcción colectiva y sobre esa base hay que trabajar y reorganizarse.

Me gustaría terminar, con un tramo de la charla de Perón con el embajador Braden en 1944, cuando el hombre de Estados Unidos le ofreció el oro y el moro para que bajara su lucha política. El coronel lo miro fijo y respondió:

“Mire, no sigamos, embajador, porque yo tengo una idea que por prudencia no se la puedo decir. ‘No, dígamela’, replicó Braden. Bueno, yo creo que los ciudadanos que venden su país a una potencia extranjera son unos hijos de puta… Y nosotros nos queremos pasar por hijos de puta…”

 

 

 

 

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