Exactamente 16 años después, anoche las cacerolas volvieron a tener un protagonismo que, como no podía ser de otra manera, los grandes medios ignoraron. A 16 años de aquel otro 19 de diciembre, el de 2001, el que marcaría el principio del fin del entonces presidente Fernando De la Rúa, la gente volvió a ganar las calles para exteriorizar su rechazo hacia una ley que, como la reforma jubilatoria, atraviesa horizontalmente a la sociedad en cuanto al generalizado rechazo que provoca.
Distintos barrios de la Capital, frente a la mismísima quinta presidencial de Olivos, además de Córdoba, Mendoza, La Plata, Rosario y Tucumán, entre otras ciudades, fueron el escenario en los que, de manera espontánea, y hasta bien entrada esta madrugada, mujeres y hombres de a pie decidieron hacer algo, reflejar su bronca y mostrar que no se iban a quedar con los brazos cruzados, sabiendo que la aprobación de la ley era sólo una cuestión de horas.
Más allá de las diferencias con aquel otro 19 de diciembre, resulta inevitable no trazar algún paralelismo. Sobre todo, por lo que simbólicamente significa salir a la calle y manifestarse, ya sea golpeando alguna cacerola o batiendo palmas o cantando consignas.
Mientras en el 2001 a los cacerolazos se sumaron los saqueos, la represión, los muertos y el “que se vayan todos”, ahora el malestar está acotado a una cuestión puntual, como es el recorte que afectará a jubilados, pensionados, beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y ex combatientes.
Y una gran diferencia está dada por el hecho de que el gobierno de Mauricio Macri hace dos meses fue revalidado en las urnas, mientras que la gestión de De la Rúa venía de ser derrotada. Sin embargo, una encuesta de Ricardo Rouvier y Asociados que le da un 54 % de imagen positiva al presidente, revela que el 75,8 % considera que el recorte jubilatorio es “una medida innecesaria” y que el Gobierno “debería ajustar a otros sectores”.
Hace 16 años el país estallaba. Hoy las circunstancias están muy lejos de aquel infierno. Aunque esta vez, sin llegar a los extremos brutales del 2001, el accionar de las fuerzas de seguridad, ya sea Gendarmería, la Policía Federal o de la Ciudad, terminaron reflejando que tuvieron vía libre para profundizar la cacería y el sadismo de los que son capaces, como fieras que se ceban con la sangre de sus enemigos.
Mientras tanto, las redes sociales reflotaron un tweet del entonces jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, cuando el 13 de septiembre de 2012, a propósito de un cacerolazo que se registraba aquel día, escribía en su cuenta: “Espero que la Presidenta entienda este mensaje de muchos argentinos que piden ser escuchados”.