Algo que no estaba en los planes del Gobierno, y que sin embargo se está convirtiendo en una brasa que a esta altura nadie se atreve siquiera a rozar, sobre todo porque puede generar consecuencias no deseadas para Cambiemos: la discusión sobre el aborto en el Senado y la posibilidad de que la despenalización se convierta en ley, es algo que genera un grado de desconfianza que se dirige al Vaticano, donde ven la figura amenazante del Papa Francisco, a quien lo sindican como el agitador del viento en medio de la tormenta que atraviesa el oficialismo.
Es que si la ley para interrumpir el embarazo sin consecuencias legales suponían que iba a abrir una grieta en el peronismo, lo que finalmente pasó es que la grieta resulta mucho más profunda en el seno de Cambiemos.
Aquellos que están cerca de Mauricio Macri revelan que fue un mal trago la foto en la que la gobernadora María Eugenia Vidal aparece junto a un militante antiabortista en la Catedral de La Plata el 9 de julio pasado. Y no porque no se supiera cuál es la postura de la mandataria bonaerense, sino porque se sumaba la reciente visita al Sumo pontífice que había encabezado Vidal junto a la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, lo que ya había alterado los ánimos en la Casa Rosada.
Para el famoso ‘círculo rojo’ que rodea al presidente, la teoría es que el Papa puso en marcha una ofensiva con el objetivo último de perjudicar a Macri, a quien Francisco considera el primer motor inmóvil de la movida abortista en la Argentina.
El presidente repitió varias veces que está en contra del aborto, pero fue él quien impulsó la discusión del proyecto que ya tiene media sanción en Diputados. Sin embargo, recientemente la diputada Elisa Carrió reveló que finalmente el debate se abrió, porque a Macri “le dijeron que ganaba el ‘no’ a la legalización del aborto por amplia mayoría”.
Y mientras se aclara una y otra vez que no habrá veto si el aborto se convierte en ley el próximo 8 de agosto en el Senado, de aquí hasta esa fecha, seguirá creciendo la tensión en la alianza gobernante, sobre todo por las diferentes posturas que, más temprano que tarde, terminarán desatando una guerra interna en Cambiemos entre entre los sectores más radicalizados a favor y en contra de la legalización.
Por eso mismo, el principal temor en el Gobierno es cómo será la convivencia en el oficialismo, entre aquellos que estuvieron a un lado y a otro de esta grita tan inesperada como no deseada.
¿Un ejemplo? La discusión que días atrás sostuvieron en WhatsApp algunos legisladores de Cambiemos, con la diputada Marcela Campagnoli -férrea opositora a la legalización-, que afirmaba que le daban “asco” sus compañeros de bancada que habían cambiado a último momento el voto del rechazo por el de la aceptación del proyecto.
Es que a partir de que se inició el debate -y que podría tener su punto final en dos semanas más cuando se discuta en el Senado-, reina la confusión entre los legisladores del oficialismo, sobre todo porque las señales que reciben desde lo más alto del poder son demasiado ambivalentes, confusas, desprolijas…