No fue un llamado telefónico ni una cita a Olivos, si un mensaje transmitido por vía oral que llevó uno de los principales operadores en la Justicia de Cambiemos al “juez de la servilleta” de Corach. “Una cosa es que tenga vía libre para meter presos a los kirchneristas y otra que moleste a Paolo Rocca” mando a decir el presidente. El juez aceptó rápidamente. El empresario le había dicho al presidente que “si me hacen sentir incomodo, bajo la palanca de Vaca Muerta y me voy a otro país”.
Paolo Rocca, el dueño de Techint, la empresa más grande del país y con negocios en casi todo el mundo, fue citado por el juez Claudio Bonadio para “disimular” su persecución a la ex presidenta Cristina Kirchner. El empresario llegó a Comodoro Py, negó cualquier responsabilidad con los cuadernos de las coimas y responsabilizó a uno de sus directores, Luis Betnaza.
El argumento de Rocca fue que sus directores tienen “autonomía” y si pago una coima es un problema de él. Según el expediente Betnaza habría ordenado pagar un millón de dólares para impedir la nacionalización de la empresa Sidor en Venezuela. Es ridículo que Rocca no se entere que salieron de sus cuentas un millón de dólares, pero en el Juzgado no dijeron nada para no “incomodarlo” como había ordenado el presidente.
El juez tampoco le pregunto por las declaraciones de Rocca en la Asociación Empresaria Argentina, cuando contó que “Betnaza accedió a una exigencia del Gobierno de aquel entonces de un apoyo” para solucionar el problema de Venezuela.
El presidente, por si el juez tenía dudas de la orden que le envió, se mostro varias veces con Rocca. Primero lo hizo en Vaca Muerta, donde viajaron juntos y recorrieron la planta de gas de Tecprol y esta semana nuevamente lo hizo en el Museo del Bicentenario en el marco de la Cumbre B20.
En la declaración de ayer, ni Carlos Stornelli ni Carlos Rívolo, insinuaron preguntarle nada que lo incomode y mucho menos plantearle que se declare “arrepentido” para no ser detenido. Esta vez no se atrevieron a apretarlo con que lo mandarían a la cárcel. Esa herejía le hubiera costado el cargo a los fiscales.
Quizás en el momento que el empresario se marchó, algún empleado recordó en silencio aquella frase de Néstor Kirchner: “Eso de ser débil con los poderosos y fuerte con los débiles, en la Argentina se tiene que terminar”. En la era Cambiemos por ahora está más vigente que nunca.