Por Julio Fernández Baraibar. La pandemia del Covid 19, que -insistimos- no es otra cosa que una manifestación patológica de la crisis que, desde hace más de una década, atraviesa al sistema capitalista hegemonizado por el capital financiero, ha puesto sobre el tapete una serie de medidas redistributivas o de estatización, asumidas por diversos países. Inmediatamente, esas medidas comenzaron a circular, con la mejor buena intención, como argumentos a favor de medidas similares en nuestro país: el anunciado impuesto a los ricos, por un lado, y la estatización de la empresa de agronegocios Vicentín, por el otro.
En relación a ese debate, hace unos días envié los siguientes tuits:
Al margen del chascarrillo del “Reino Hundido” -cuyo hundimiento comenzó con la entrada de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, tal como evoca nostalgiosamente la pieza teatral de John Osborne, “Recordando con ira”-, lo que queríamos hacer evidente, en muy breve texto, es que ese tipo de medidas en un país semicolonial o periférico como la Argentina tocan necesariamente la cuestión de fondo, la cuestión de qué sector social logrará imponer su proyecto desde el poder del Estado.
En eso estábamos cuando, este domingo, el mismísimo director y dueño de la Editorial Perfil, Jorge Fontevecchia, publica lo siguiente en su revista:
“¿Son comparables con Vicentin los ejemplos de Estados Unidos cuando su gobierno dispone comprar masivamente acciones y deuda de empresas en crisis pasando el Estado en muchos casos a ser accionista mayoritario, como durante la crisis de las hipotecas en 2008-2009 y nuevamente ahora? ¿O el ejemplo de Alemania citado como ejemplo por los defensores de la expropiación de Vicentin que ya nacionalizó la compañía aérea Lufthansa y Adidas en forma de préstamo convertible en acciones?
La Unión Europea aprobó una legislación general promoviendo la estatización masiva de empresas a modo de salvataje para evitar su quiebra ante la crisis del coronavirus. Italia hizo lo mismo que Alemania con Alitalia, y desde antes del coronavirus Francia era accionista de referencia en empresas consideradas estratégicas, como Renault, Air France, las energéticas Engie y EDF, o la de telecomunicaciones Orange.
En la Argentina las motivaciones son bien diferentes a las de Estados Unidos e incluso a las de Europa. Amado Boudou sostuvo que era un buen momento para estatizar todas las empresas de servicios públicos. La diputada Fernanda Vallejos había propuesto que el Estado se quede con una participación en el capital de las empresas a las que paga la mitad de los salarios de su personal. Y la senadora Anabel Fernández Sagasti fue la propulsora de la estatización de Vicentin por motivos estratégicos.
Para Europa y Estados Unidos, la intervención del Estado durante la crisis del coronavirus es una necesidad de coyuntura, mientras que para algunos referentes del kirchnerismo, el coronavirus es una oportunidad para aumentar de manera permanente la participación del Estado en la economía. La herramienta puede ser la misma, el fin buscado es otro”. (Fuente www.perfil.com).
El empresario de medios Fontevecchia dice con palabras edulcoradas lo que más lacónicamente expusimos en nuestro tuit. Y al edulcorar, engaña. La participación permanente del Estado en la actividad productiva, comercial y financiera es una constante en toda la economía europea. Desde la participación estatal en Renault, a la presencia accionaria estatal a través de los fondos públicos de jubilación en Suecia, para dar dos ejemplo, el Estado siempre ha sido una presencia permanente. Y, en realidad, este nuevo intento busca evitar que, en un golpe final, la avidez infinita y estéril del capital financiero destruya por completo las respectivas sociedades. Esos gobiernos conservadores buscan, en realidad, salvar su propio sistema, reasegurar su poder sobre la sociedad, severamente cuestionado antes de la pandemia.
Para Fontevecchia y los miserables intereses que representa -una neooligarquía agroexportadora y financiera que dilapida en cuentas off shore el trabajo y la acumulación nacionales- saben, intuyen o huelen que la estatización de Vicentín o el impuesto a los 12.000 chupasangres evasores pone en jaque su poder económico y político, cuestiona el tipo de sociedad que han querido imponer sobre el conjunto del país. Y por eso, intentan explicar que lo que es bueno para EE.UU. o Europa es malo para la Argentina, cuando hasta ahora han venido diciendo, desde hace décadas, todo lo contrario.
El capitalismo europeo nació y se desenvolvió a partir de expropiaciones masivas a la propiedad eclesiástica. El Estado sueco financió su desarrollo y la Guerra de los Treinta Años con las extensas propiedad agrarias de la Iglesia expropiadas por Gustavo Wasa. Y la propiedad estatal de suelo urbano ha sido y es aún hoy la base del sistema de vivienda en el país escandinavo.
El peronismo en el gobierno, su inescindible base popular, la rigurosidad de su mandato histórico hacen inevitable que esta miserable burguesía rentística -que los puristas me perdonen el oxímoron conceptual- se resista a medidas similares a las que adoptan los países centrales. Saben que las mismas cuestionan su malhabido y privilegiado poder económico, político y social
Y el pícaro empresario, ya venido en escriba a sueldo, termina:
“Por eso mismo, en Europa y Estados Unidos nadie se conmueve frente al avance de los Estados en las empresas durante la crisis del coronavirus mientras que en Argentina la decisión del Gobierno de expropiar Vicentin marcó un cisma en la relación de Alberto Fernández con los no votantes del Frente de Todos a los que había logrado seducir con su temprano combate contra la pandemia”. (Fuente www.perfil.com).
Miente Fontevecchia como escriba, tal como miente como empresario. Han sido ellos -Fontevecchia, Magnetto, Saguier- quienes han fogoneado la resistencia a la exitosa lucha contra la pandemia del gobierno, así como han sido ellos quienes se han lanzado a resistir las medidas nacional defensivas de Alberto Fernández. El gobierno no gestiona para los no votantes del Frente de Todos. Alberto Fernández tiene la posibilidad, en medio de la crisis general del sistema global, de relanzar nuestro viejo y nunca alcanzado proyecto de una nación justa, libre y soberana. Y tiene, además, la posibilidad de llevarlo al éxito.
El sistema hegemónico está en crisis. Hay disputa en el seno del capitalismo globalizado. Esos son los momentos en que los de abajo podemos avanzar con nuestros proyectos. Así fue en el 45, así fue en el 2001.
Y Fontevecchia será solamente eso, una vieja fuente de mentiras ideológicas para ensuciar el gran debate argentino.