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La Plata
18 marzo, 2024
OPINIÓN

Néstor

Por Nico Brutti. Conocí allá por 2002 en España a una pareja argentina que había resuelto en aquel aciago y trágico año, hacer las valijas y marcharse de Argentina en busca de trabajo y un poco de estabilidad. “Estabilidad económica y emocional”, recalcaban al unísono, mirándose entre mate y mate en esa tarde de playa a orillas del Mediterráneo, en Mallorca. Mirándose como hacía mucho no lo hacían, cómplices y enamorados. No tenían trabajo fijo, pero aparentemente les alcanzaba sobre todo para soñar. Se atrevían a planificar y aseguraban tener un proyecto que no fuese simplemente sobrevivir.

Sostenían haber perdido casi todo y no se cansaban de reputear a Menem, De la Rúa, Cavallo, Flamarique y a Pato Bullrich. No podían creer que estuviesen allí, tomando el sol, despreocupados, riendo y sintiéndose felices.

Les perdí el rastro durante tres o cuatro años y un día me los crucé en la calle, sentados en la terracita de un bar poblado de turistas, comiéndose unas rabas a la romana acompañadas con unas cañas de cerveza.

Nos saludamos. Ya estaban en carrera, los dos ubicados en trabajos estables, con coche e hipoteca de casa. Habían viajado por Europa, conocido Roma y Ámsterdam, Praga y Londres. Planeaban ahora en esa mesa del casco antiguo de Palma unas vacaciones en Grecia. Me invitaron a cenar para la noche siguiente a su piso, pero me era imposible por cuestiones de trabajo. Ya no puteaban contra nadie de Argentina, volvían a mirar con interés lo que pasaba allí con Néstor. Nos despedimos con la promesa de llamarnos. Ella era psicóloga y él, fotógrafo. Rondaban los cuarenta y pocos. Habían festejado como cualquier hijo de vecino la vuelta de la democracia en el ´83 y votado por el PI del Bisonte Alende. Fueron a Plaza de Mayo en aquella crucial semana santa de los carapintadas y silbaron a Alfonsín cuando mandó “La casa está en orden”. Soportaron estoicamente la hiperinflación, el Pacto de Olivos y los diez años del menemato. Votaron a Zamora y se cagaron en diez por los indultos, el desguace del estado y el impresentable “Mingo” Cavallo. Creyeron en la Alianza, en particular en Chacho Álvarez, pero como tantos compatriotas, la ilusión les duró muy poquito.

Y ahí estaban, en esa tardecita de primavera veraniega de 2008 decidiendo si Atenas y algunas Islas del Egeo, completamente asimilados a los usos y costumbres españoles.

Yo me volví ese mismo año para La Plata y nunca les pude preguntar como les había ido en su periplo griego.

En la noche de la muerte de Kirchner, me fui con mis dos hijos a Plaza de Mayo, a acompañar el dolor de la gente que también era mío, pero sobre todo el de Cristina. Mezclados entre la multitud, los vi. A ella, la psicóloga y a él, el fotógrafo.

Lloraban a moco tendido.

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