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La Plata
23 noviembre, 2024
OPINIÓN

Rodríguez Larreta y los “catorce ranchos”

Por Julio Fernández Baraibar. Ayer a la noche, como en una representación teatral, quedó evidenciado el grave desequilibrio de poder nacional que implica la llamada “autonomía” de la Ciudad de Buenos Aires.

El presidente de la República, con evidentes signos de preocupación y cansancio, describió la situación y enumeró las medidas de emergencia que se tomarían para enfrentar la crisis sanitaria generada por la segunda ola del Coronavirus. Explicó, además, que habían sido consultadas cada una de las provincias y la ciudad-estado y que había habido una total unanimidad.

El presidente de la República había hablado al conjunto del país y el conjunto del país conocía cuáles eran las medidas que se habían adoptado, tanto en lo sanitario como en lo social, con diversas ayudas a los sectores afectados.

Cuarenta minutos después, en esos mismos canales, que se ven en todo el país y tal como si fuera una cadena nacional apareció el alcalde de la ciudad-estado, anfitrión del presidente de la República Argentina gracias a la desgraciada reforma constitucional de 1994, para informar al conjunto del país que coincidía con su huésped, el presidente de la República, y que él también aplicaría, a su manera, las medidas planteadas por Alberto Fernández.

El anfitrión, el dueño de casa que gentilmente aloja al presidente argentino y al conjunto de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial Nacionales, informaba a los “catorce ranchos”, como llamó Sarmiento a las provincias, que ahora sí, con este visto bueno, las medidas presidenciales adquirían fuerza de ley.

Cuando se debatió está desgraciada “autonomía” fuimos, en general, los de la “Izquierda Nacional” quienes hicimos campaña contra ella, advirtiendo que ocurrirían cosas como estas que ayer vimos en todo su despliegue. Hizo muy bien el gobernador de la provincia de Buenos Aires en no hablar sobre el tema después del presidente. Esperó hasta hoy para dar a conocer las medidas que su gobierno tomaría en la emergencia. La autonomía de la ciudad-estado ha hecho renacer las peores tendencias que caracterizaron a la entonces provincia-puerto de Buenos Aires, que constituyeron el núcleo de las guerras civiles del siglo XIX y que culminó con la federalización de la Ciudad de Buenos y su puerto.

Ayer se vio con claridad, el presidente es un invitado, un huésped de la ciudad y su anfitrión, en última instancia, da el visto bueno a las sanciones presidenciales y, si no le gustan, acude a su otro huésped, la Corte Suprema de Justicia -un huésped más atento a los reclamos de su anfitrión- para que lo defienda de ese huésped rebelde que representa al conjunto de la Nación Argentina.

En defensa de la unidad de esta nación debe cesar la autonomía porteña.

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