Por Eduardo D’Argenio.- Si hay algo que está provocando la masiva llegada de vacunas al país, es la exteriorización, con toda crudeza, del alto grado de cinismo e hipocresía que se refleja en cómo se exacerbó hasta los límites inimaginables de mínima tolerancia el despiadado bombardeo de los medios hegemónicos y de una oposición que, representada por el macrismo, no sólo invisibilizan esa realidad, sino que lograron instalar la idea de que “no hay vacunas, porque las robó el kirchnerismo para repartirlas entre sus amigos”.
Es que hasta tanto no haya algún tipo de consecuencia judicial o, al menos, social, quienes pululan por radios y canales en los que no serán sometidos a repreguntas incómodas, se saben con la suficiente impunidad como para decir, literalmente, cualquier cosa de manera irresponsable. Y peligrosa, tal como (una vez más) lo hizo días atrás la titular del PRO, Patricia Bullrich, con el supuesto pedido de coimas del ex ministro de Salud Ginés González García a la farmacéutica estadounidense Pfizer.
Pero está claro que las buenas noticias sobre el arribo de millones de dosis, chocan contra las persistentes operaciones del establishment económico, mediático y judicial, desde donde se insiste con llevar adelante esta guerra para desgastar la gestión: ya sea a través de la desinformación, o bien, como lo hicieron con las marchas / movilizaciones / banderazos alentadas desde el macrismo, y protagonizadas por los archiconocidos odiadores de siempre, tal como ocurrió con las delirantes movilizaciones de ayer, motorizadas para protestar contra las restricciones dispuestas para intentar frenar el avance de la segunda ola por el coronavirus.
Después del llamado vacunatorio VIP y la renuncia González García, en febrero, desde el PRO dieron inicio a la avanzada sobre la compra de las vacunas contra el COVID-19. Junto a Patricia Bullrich aparecieron Alfredo Cornejo, Maximiliano Ferraro, Mario Negri, Luis Naidenoff, Juan Manuel López, Cristian Ritondo, Humberto Schiavoni y Miguel Ángel Pichetto, y el hilo conductor fue (es) el burdo lobby a favor de Pfizer.
Un mes después, durante una reunión por Zoom de Juntos por el Cambio, que incluyó al ex presidente Mauricio Macri, desde su habitación y medio dormido, varios sectores de esa fuerza política pusieron sobre la mesa el tema de la compra de vacunas por parte de privados y exigieron saber por qué el Gobierno Nacional no había adquirido dosis de otros laboratorios.
En este contexto, la irresponsabilidad y mala fe de los Leuco, Majul, Lanata, Morales Solá y compañía ya es una constante, y se refriegan las manos junto al coro de voces que, como Bullrich, Carrió, Zuvic, Ocaña, Rubinstein o Fernando Iglesias, aparecen como los abanderados de la pureza, la ética y, por supuesto, el republicanismo, a pesar de haber mirado hacia otro lado cuando formaban parte de un gobierno que, entre otras cosas, dejó vencer millones de vacunas.
En realidad, nadie debería sorprenderse ante los movimientos de esa fuerza enemiga de una administración a la que le toca tomar las riendas en un momento que nadie hubiera deseado, con una pandemia que no se detiene en todo el mundo, y ahí están, bombardeando las 24 horas.
No tienen respiro, y así, el Grupo Clarín con sus diarios, radios y canales de televisión, seguido por La Nación, el Grupo América e Infobae, se muestran exacerbados y no disimulan tanto odio y resentimiento que -hay que reconocerlo- tan bien saben transmitir sobre las huestes de ciudadanos casi inermes con quienes se retroalimentan, y que no están esperando otro mensaje más que ese del desprecio, y que evidentemente necesitan casi como el aire que respiran. Están completamente alienados y son irrecuperables.
A propósito, hoy Clarín titula: “Las vacunas contra el Covid, símbolo de la pobre y turbia gestión del Gobierno”, con la firma de Eduardo van der Kooy, quien entre otras cosas asegura que “en el peor momento de la pandemia, el Presidente sólo provoca desconcierto”, mientras que Joaquín Morales Solá, desde La Nación, titula con El ruido que oculta la mala gestión”, donde habla sobre la “ineptitud para gestionar la compra de vacunas”, y que “la Argentina es uno de los países en peores condiciones de vacunación”.
Está demostrado que no importa si para lograr sus objetivos hay que recurrir a la difusión de las llamadas ‘fake news’, o resaltar hasta el hartazgo los testimonios de auténticos 4 de copas que perforan cualquier tipo de pensamiento más o menos racional o sensato.
Y en esta siniestra escalada que tiene como claro objetivo generar desánimo entre la población, aparece, por ejemplo, un Alfredo Leuco pidiendo por “un país sin kirchneristas” o una Viviana Canosa reclamando al presidente Alberto Fernández que debía agradecerle al pueblo argentino que no incendie la Casa Rosada. O el ataque con explosivos contra un local de La Cámpora en la ciudad de Bahía Blanca.
En este contexto, el Gobierno no sólo no debe dejarse doblegar ante tantos despiadados embates, sino que debe retomar la iniciativa y profundizar lo que realmente importa para enfrentar a esta pandemia: la campaña de vacunación más importante de nuestra historia.