Por Julio Fernández Baraibar. Desde Savonarola, en los momentos de cierta crisis suelen aparecer los iluminados. En los inicios de la modernidad se recubrían de un halo de misticismo, de enviado divino. El iluminismo cambió esto, aunque sus rasgos centrales no variaron.
En Tandil, en 1872, después de la guerra contra el Paraguay y ya derrotado López Jordán, apareció Gerónimo Solané, el Tata Dios, uno de los últimos iluminados místicos del país. La derrota del viejo partido federal y la aparición de los inmigrantes eran el trasfondo de la crisis.
En el siglo XX el nacionalismo de origen católico dio varios iluminados sucesivos: Walter Beveraggi Allende, el nacionalista que pidió la intervención yanqui contra Perón, el cura Julio Meinvielle y su contemporáneo Jordán Bruno Genta, Carlos Disandro y Antonio Caponetto,et alli.
El liberalismo tuvo, posiblemente, menos iluminados por su permanencia en el poder político y económico. Uno de ellos fue Alberto Benegas Lynch (p), iluminación heredada por su hijo Alberto Benegas Lynch (h), verdaderos talibán del más crudo individualismo liberal.
Aquellos tuvieron una pasajera influencia sobre sectores juveniles que, por esa vía, terminaron acercándose al peronismo. El curso seguido por Tacuara es un ejemplo de esto. Estos otros, demasiado sistémicos y vinculados al poder, nunca trascendieron a los especialistas.
Javier Milei con su anarquismo liberal es la última generación de iluminados. La crisis de la Argentina semicolonial, agravada por la pandemia, más el neurótico histrionismo del personaje, han logrado que su verborragia “austríaca” penetre en sectores juveniles desorientados y sin perspectiva. La mayoría de sus seguidores, como en los casos anteriores, no entienden gran parte de sus afirmaciones que suenan reveladoras y epifánicas. Desaparecerán apenas comience a avizorarse la salida del laberinto.
1 comentario
Podrìa decirse destellos lumìnicos efìmeros que surgen en todas las elecciones.