A una semana y media del 17 de octubre, el jefe de Gabinete Juan Manzur planteó a los gremios organizar el acto de la Lealtad en el predio del Mercado Central para acompañar al presidente Alberto Fernández.
Paralelamente, el Movimiento Evita tenía planificado su marcha para el 18 de octubre y desde la Casa Rosada le pidieron a Emilio Pérsico que se sume al del Mercado Central un día antes.
El catalán Antoni Gutiérrez Rubí, quien luego del fracaso de las PASO, asesora al gobierno nacional para las elecciones de noviembre planteó que en vez de un acto concentrado en un solo lugar, se realizaran “mil 17 de octubres” en mil fábricas diferentes. La idea sería mostrar la reactivación de la economía en los últimos meses.
Más allá de los funcionarios, la militancia de a pie está organizando “desde abajo”, sin aparatos como sucedió hace 76 años, una gran marcha a Plaza de Mayo. Por estos días es común ver en las redes sociales convocando a la histórica plaza o recibir mensajes por WhatsApp para que los militantes se sumen, ya que el año pasado no se pudo hacer por la pandemia.
A veces es bueno recordar cómo se gestó aquel 17, fuera de las organizaciones sindicales y la dirigencia política. En aquellos días la dirigencia gremial discutía sobre la detención de Juan Domingo Perón y la anulación de las leyes laborales que se habían creado desde la Secretaria de Trabajo. La CGT discutía en poner fecha para un paro general que finalmente se resolvió para el 18 de octubre, en una votación muy pareja de 21 a 19 entre la dirigencia sindical.
Pero en la calle había otra realidad entre los trabajadores. En cada fábrica entraron en estado deliberativo y en la mañana del 17 de octubre todo era un hervidero. Los trabajadores llegaron a las fábricas pero no ingresaban. Se corrió la voz que había que marchar hacia el centro de la ciudad de Buenos Aires para reclamar por la libertad del coronel Perón. En poco tiempo grupos compactos atravesaron los puentes de Avellaneda hacia Buenos Aires y se dirigieron al centro de la ciudad. Era un movimiento irresistible que no se detendrá durante toda la jornada, incluso cuando les levantaron los puentes en la Boca. Desde los frigoríficos de Berisso, las usinas de Puerto Nuevo, los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones de acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Así fue la historia que todos conocemos y qué tantos historiadores la han relatado.
Aquel 17 de octubre cambió para siempre la historia de este país. Hoy los trabajadores miran con preocupación que los dirigentes de Juntos por el Cambio anuncian públicamente que se terminará la indemnización para que el empresario te despida cuando quiera o que los menores de 25 años cobrarán la mitad del sueldo simplemente por ser joven.
La derecha viene por todo y, más allá que la situación es difícil y los votantes del FdT están desencantados por la falta de trabajo y la inflación que no para, sería bueno dejar “el aparato” de los gremios y los movimientos sociales y que los argentinos decidan libremente ir a la histórica Plaza de Mayo para recuperar la mística y el diálogo con sus dirigentes.