Las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se profundizaron en los últimos días, con el objetivo puesto en llegar a un acuerdo en diciembre o enero, y de esa manera ganar tiempo para avanzar con el Congreso y el directorio del organismo antes de marzo.
Sin embargo, lejos de ser un camino tranquilo para las gestiones que lleva adelante el ministro de Economía, Martín Guzmán, por un lado aparecen las presiones del propio Fondo, con exigencias imposibles de cumplir por parte del Gobierno, y a eso se le suman las trabas que lanzan constantemente los sectores del poder real, y ahí aparecen desde empresarios que sólo miran su ombligo hasta una oposición despiadada que apuesta al fracaso de cualquier plan.
Y en este contexto que busca enrarecer el clima, aparece la figura de Mauricio Macri, quien, aprovechando sus contactos con los centros de poder en el exterior, viene encendiendo una luz de alerta para advertir irresponsablemente que la Argentina podría entrar en un desorden económico después de las elecciones del domingo 14.
Cerca de Alberto Fernández trazan un paralelismo de esa deplorable actitud del ex presidente con lo que en su momento hizo Domingo Cavallo, cuando en el tramo final de la gestión de Raúl Alfonsín viajó a Washington con el único objetivo de reclamar que no había que prestarle dinero al gobierno radical.
Mientras tanto, pasadas las elecciones podrían cobrar más fuerza las negociaciones con el Fondo, para tratar de llegar a un entendimiento antes de fin de año. En Economía aseguran que se mantiene el objetivo de tener el acuerdo antes de marzo de 2022, como se acordó con los acreedores del Club de París.
La idea central es evitar cualquier tipo de default, y por eso el Gobierno pagó un vencimiento de intereses por 388 millones de dólares esta semana, y avanzará con el pago de diciembre gracias a los derechos especiales de giro (DEG) que envió el FMI como parte del reparto a sus socios en la pandemia.
Esos fondos podrían volver de la mano de un acuerdo, además, según lo que está sobre la mesa en el diálogo con el FMI que lidera Martín Guzmán, con Julie Kozack, vicedirectora para el Hemisferio Occidental por el lado del organismo, que mantienen prolongadas discusiones.
También el embajador argentino en los Estados Unidos, Jorge Argüello, apuntó en declaraciones radiales que “en los próximos meses vamos a poder cerrar con el FMI en los términos que nos proponemos. Creo que antes de marzo podríamos tener cerrado el acuerdo”, y que la postura de la Argentina es la de lograr “un acuerdo sustentable con el Fondo Monetario”.
En tanto, el Gobierno logró apoyos explícitos de Europa, pero falta el visto bueno de Estados Unidos. El futuro embajador designado por Joe Biden, Marc Stanley, señaló ante el Senado norteamericano en la sesión de aprobación de su cargo que si bien prevén colaborar con la Argentina en la negociación, se necesita un plan económico.
Y en medio de tironeos y presiones ante una descomunal deuda que, bueno es recordarlo, contrajo la administración de Macri, la titular del FMI, Kristalina Georgieva, le hizo un pedido concreto a Alberto: que el plan a acordar tenga el apoyo explícito en el Frente de Todos y un aval de los máximos empresarios de Argentina.
En otras palabras, exige que el futuro acuerdo logre un “apoyo local amplio al programa”, que incluya a los sectores privados del campo, la banca y la industria, para que de esa manera se transmita credibilidad y confianza en Argentina.