Nació en Lobos, provincia de Buenos Aires el 8 de octubre 1895.
Estudio en el Colegio Militar y a los 50 años de edad irrumpió en la historia grande del país para no irse nunca más.
Sufrió la cárcel en 1945 para ser liberado en la gesta del 17 de Octubre.
Meses después fue elegido por el voto popular como presidente de la Nación.
Desde 1946 hasta 1955 la Argentina vivió un crecimiento sin igual y tuvo un desarrollo económico y social que se trasladó a todas las clases sociales, especialmente a los más humildes.
Perón transformó en esa década la vida política, social, cultural y económica de la Argentina. Un ejemplo claro del cambio lo observamos cuando en 1952 el 58 por ciento de los ingresos del país correspondían a los trabajadores y eran años de pleno empleo.
El gobierno de Perón fue nacional y popular por lo cual produjo el odio de la oligarquía y de las clases altas de la sociedad.
Los sectores reaccionarios se organizaron una y otra vez para derrocarlo.
No les tembló el pulso: realizaron sabotajes, colocaron bombas en manifestaciones populares y hasta bombardearon plaza de Mayo con un saldo de 500 muertos.
En septiembre de 1955 un golpe cívico-militar logró derrocarlo.
Su exilio duró 18 años.
El odio fue de tal magnitud que por un decreto – el 4.161- se prohibió su nombre, la marchita, la mención de cualquier otro símbolo y se proscribió al peronismo de todo acto eleccionario.
En Caracas atentaron con bombas el vehículo que lo trasladaba para asesinarlo.
No conformes con ese resentimiento robaron del local de la CGT el cadáver de Evita, sin que Perón ni la madre o las hermanas de Eva se enteraran de su destino por más de 15 años.
El pueblo comprendió rápidamente que sólo un gran hombre podría ser perseguido de esa manera y por eso le respondió con un amor inmenso, único.
Su pueblo -sus grasitas como decía Evita- sufrió humillaciones, cárceles, tortura, fusilamientos, pero no se doblegaron y luego de una larga lucha y resistencia lograron que el líder regresara a la Patria.
El 23 de septiembre de 1973 fue elegido por tercera vez presidente de los argentinos con más del 62 por ciento de los votos.
El 12 de junio de 1974, por la mañana, en un mensaje por radio y televisión el General Juan Domingo Perón expresó duros conceptos contra los enemigos del pueblo: “Yo vine al país para lanzar un proceso de liberación nacional y no para consolidar la dependencia.. Pero hay pequeños sectores, perfectamente identificados con los que hasta el momento fuimos tolerantes, que se empeñan en obstruir nuestro proceso: son los que están saboteando nuestra independencia y nuestra independiente política exterior”.
La población se movilizó hacia la plaza de Mayo y en horas de la tarde Perón les habló desde el balcón.
Fue también su despedida: “Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero también sabemos que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando éste se decide a la lucha, suele ser invencible. Hoy es visible, en esta circunstancia de lucha, que tenemos a nuestro lado al pueblo, y nosotros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que no sea la causa del pueblo (.) Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.
El 1 de julio de 1974 un profundo silencio cayó a plomo sobre los argentinos, especialmente sobre los más humildes y desposeídos.
Miles de trabajadores, mujeres, niños y ancianos desfilaron frente al féretro que contenía los restos del General Perón.
Había muerto el hombre más importante del siglo veinte en Argentina y quien había estado presente en el corazón del pueblo durante más de treinta años.
Era el conductor que había encarnado la esperanza de millones de argentinos que carecían de voz. Era el patriota que había soportado el exilio durante casi dos décadas por el odio de los vendepatria.
El amor del pueblo por Perón se prolongó inalterable luego de su muerte, como contrapartida, los enemigos prolongaron su odio profanando su mausoleo en la Chacarita.
Quizá creyeran que cortándole las manos, podían interrumpir en algún sentido el abrazo emocionado entre Perón y el pueblo.
Quizá pensaron que las manos eran símbolos y es bien cierto que los símbolos pueden destruirse. Los criminales no sabían del alma y mucho menos que el General cuando levantaba sus manos hacia el pueblo, no levantaba símbolo sino alma, y el alma no se puede tocar, prueba de ello es que al día de hoy Perón vive en cuerpo de su pueblo.
Todavía su nombre irrita la piel de los gorilas y de los vendepatria.
Ese odio no hace más que reforzar la idea de lo que Perón era para el pueblo: el único y legítimo representante de las masas oprimidas, de los humildes y de los desposeídos.
Durante seis décadas el peronismo ha sido protagonista de las transformaciones más importantes que se hayan consumado en el país.
Los peronistas han sufrido desilusiones y han soportados traidores, pero como decía Perón: “Sólo la organización vence al tiempo y por eso hoy todavía estamos acá”.
El peronismo del 2022 es el peronismo de siempre: el de Perón y Evita, el que soportó los bombardeos a plaza de Mayo, el de los fusilados, el de los mártires, el de la resistencia, el de la gloriosa JP, el de los desaparecidos, el de Néstor y Cristina, fin.
Perón es todo eso y mucho más. Es el que nos enseñó la dignidad, el que nos enseñó a luchar por una patria justa, económicamente libre y políticamente soberana.
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