La derecha y la ultraderecha crecen en la Argentina y en el resto del mundo. Se presentan como “rebeldes” ante una sociedad estancada que no da respuesta a la mayoría de la población. Culpan a la “casta” de los políticos por la falta de trabajo y los bajos sueldos y anuncian que hay que “bajar impuestos”, eliminar planes sociales y vender las empresas estatales. De esa manera, dicen, habrá trabajo para todos y cero inflación.
En la Argentina, Macri afirma que “habrá que tomar decisiones drásticas” y Patricia Bullrich no duda en señalar que son necesarias “las fuerzas armadas” en la calle. Argumenta que es para combatir el narcotráfico y los mapuches en el sur, pero en realidad quiere a las fuerzas armadas en la calle para reprimir las protestas de decenas de miles personas que serán despedidas de sus trabajos si ellos son gobierno.
Por estas horas renunció la conservadora británica Liz Truss, quien proponía un brutal plan de recortes, bajarle los impuestos “a los ricos”, reducir los beneficios laborales y aumentar el precio de la energía pero no aguantó, y los mismos conservadores le dieron la espalda. Se presentaba como la nueva “Dama de Hierro” pero solo llegó a los 45 días de gestión.
Más allá de los errores del gobierno que conduce Alberto Fernández, cuesta entender que los trabajadores, la clase media y los más necesitados están decididos a votar a sus propios verdugos. No es un problema solo de Argentina, es Global. Lula probablemente gane las elecciones en Brasil, pero Bolsonaro logrará cerca del 50 por ciento de los votos, cuando es el gobierno que menos hizo contra la pandemia del Covid 19 y dejó un tendal de casi un millón de muertos.
El neoliberalismo y la ultraderecha han ganado la “agenda” sobre los procesos progresistas o populares. Hay pocas posibilidades de debatir ideas con ellos. Su lenguaje está vinculado al odio, desprecio al ser humano, a las mentiras sin ponerse colorado. La agenda es de ellos y los medios hegemónicos y las redes son sus armas para destruir lo que se les ocurra. En una reciente encuesta, el 60% de los argentinos cree que la inflación es culpa del gobierno y no de los empresarios y los monopolios.
Su bandera es la “libertad” y acusan al Estado de robarle a la gente con sus impuestos. Todo es una mentira. Hace unos días el Frente de Todos presentó un proyecto en la ciudad de Buenos Aires para sacar el impuesto a las tarjetas de crédito, que había puesto Rodríguez Larreta, y Junto por el Cambio se opuso.
A la derecha y a la ultraderecha no le interesa el consenso, solo destruir a quienes se opongan a ellos. No dialogan ni les interesa dialogar, de allí que el Congreso está paralizado.
El odio es su bandera, aunque digan que aman la libertad. La tecnología es su gran herramienta para la mentira y la población desahuciada les cree porque perdieron el anclaje de pertenencia. Hablarle de Perón, Evita y la consagración de derechos es prehistoria. La mayoría de la población trabaja en negro o está desocupada, por lo cual perdió ese anclaje con el sindicato que defendía sus derechos. Nada queda en estos tiempos.
Los jóvenes miran con simpatía a Milei o a Macri y terminaran votando a sus propios verdugos. El triunfo de la derecha en la Argentina será traumático, violento y aumentará la pobreza a límites insospechados. A la derecha solo le interesa sus propios negocios, con un Estado cada día más pequeño, por lo cual habrá cada vez menos educación y menos salud pública.
Hoy por hoy, la ultra derecha quiere muerta a Cristina Kirchner -ya lo intentaron- , quizás la última referente para soñar con otra opción que nos permita vivir en una sociedad más justa e igualitaria. La batalla del 2023 será difícil pero habrá que intentarla para que los argentinos no terminen votando a sus verdugos.
Fragmento final de El huevo de la Serpiente, la genial película de Ingmar Bergman de 1977: