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La Plata
20 septiembre, 2024
PAÍS

Con la votación de ayer, el pueblo argentino demostró que no está en sus planes suicidarse

Por Eduardo D’Argenio.- Un brutal golpe del mercado financiero motorizado por uno de los candidatos presidenciales, que llevó al dólar a superar la barrera de los $ 1.000. Una inflación que no da tregua, ayudada por una clase empresarial despiadada que no piensa más que en seguir enriqueciéndose. El escándalo de Martín Insaurralde con la famosa cuestión del yate en Marsella. O el affaire del puntero peronista “Chocolate” Rigau en la Legislatura bonaerense.

Estos son sólo algunas de las cuestiones que ¡oh casualidad! estallaron en el último mes y que, según la lógica perversa con la que se manejan desde los espacios opositores y los medios hegemónicos, buscaron herir de muerte las posibilidades de Sergio Massa, mientras daban prácticamente como un hecho inamovible un triunfo de Javier Milei.

Sin embargo, lo que ocurrió ayer en las urnas, dio vuelta la taba y demostró que los pueblos no se suicidan. La prédica violenta y delirante del candidato de La Libertad Avanza, sumado al visceral odio sustentado en su antiperonismo a ultranza por parte de Patricia Bullrich, demostraron que la sociedad no come vidrio, y a la hora de defender sus derechos prefiere tierra firme, y no dar un paso hacia el precipicio.

Eso sí, hay que reconocer que el ministro de Economía corrió con la gran ventaja de haber tenido enfrente a dos candidatos impresentables que, alejados de las necesidades del pueblo, se dedicaron a cargar las tintas apuntando, como idea central, a la destrucción del kirchnerismo, como la solución de todos los males de Argentina.

Y con los resultados de ayer, volvió a quedar demostrado cómo se profundizó, por parte de los medios hegemónicos, el gigantesco abismo que los separa de la realidad. No sólo no vieron venir el triunfo de Massa, sino que por enésima vez dieron por muerto al peronismo antes de tiempo.

Ahora los Leuco, los Majul, los Viale, los Morales Solá o los Feinmann se sorprenden, quedaron en estado de shock y no encuentran la manera de explicar cómo puede ser que haya triunfado un candidato a quien pretendieron endosarle todas las culpas habidas y por haber de todos los dramas de este país.

Jugaron constantemente con el llamado “plan platita” y, en definitiva, no hicieron más que subestimar al electorado, que no se subió al tren del desánimo y la mala onda, y terminó votando, como debe ser, por un futuro con previsibilidad, antes que hacerlo por esa incertidumbre que algunos llegaron a defender, y que no era otra cosa que haber elegido a sus verdugos.

Falta menos de un mes para la segunda vuelta. No hay margen para el triunfalismo ni para los festejos antes de tiempo.  El 19 de noviembre será el día en que la sociedad -que ayer demostró que no está en sus planes el suicidio- tendrá la oportunidad de consolidar este camino. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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