Desconcierto. Sorpresa. Estupor. Algunos de los presentes se lo tomaron en broma, y otros tantos quedaron descolocados. Éstas fueron las reacciones predominantes al discurso de Javier Milei en el Foro Económico de Davos. Los contados y tibios aplausos del final se mezclaron con risas, miradas cómplices, ceños fruncidos y, sobre todo, un resonante silencio. En otras palabras, la expectativa que el presidente argentino había generado en la previa a la cumbre, se evaporó en tan solo unos minutos.
“Buena parte de las ideas aceptadas en Occidente son variantes colectivistas. Todos. No hay diferencias sustantivas. Socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, social-demócratas, centristas. Son todos iguales. Los enemigos son todos aquellos donde el Estado se adueña de los medios de producción”, dijo Milei, dejando con la boca abierta a la audiencia. Una audiencia que, contrariamente a lo esperado, no llenó el gran auditorio del Foro, y donde la mitad de los asientos quedaron vacíos.
Con esa particular mirada, el presidente ratificó lo que había expresado en la antesala de su llegada a Suiza, cuando aseguró que la cumbre que opera como altar de los meganegocios globales era un evento “contaminado por la agenda socialista”.
La calificación sorprendió a los propios asistentes, que forman parte del establishment internacional, pero que no acompañan la extrema defensa del mercado ni los exagerados cuestionamientos a la dirigencia política.
En los 20 minutos que se paró frente al estrado, acusó a la élite política de estar “cooptada por una visión que conduce al socialismo y la pobreza”. “Estoy acá para decirles que Occidente está en peligro”, los retó. Desde la platea, representantes de organismos multilaterales escuchaban atónitos. “No se dejen amedrentar por la casta”, aleccionó a los empresarios presentes, a quienes calificó de “héroes”. Sus palabras generaron algunas risas, tenues aplausos y mucho silencio.
“¡Bizarro. Con él no se salva nadie!”, resumió un empresario británico, mientras que un periodistas alemán agregó: “Es un delirio absoluto”, reflejando que no conseguía creer lo que acababa de escuchar.
Otros dos puntos causaron asombro: la afirmación de que el sojuzgamiento de la mujer es un invento de los enemigos de la libertad, así como el peligro que representa la defensa del medioambiente.
Milei se veía nervioso. No parecía cómodo ante esa audiencia tan diferente al público que lo sigue. Mientras el presidente se dedicaba a ese ejercicio, a medida que desarrollaba sus conceptos más radicales, se oían algunas risas. Parte de su discurso, sobre todo el que dedicó a trazar la historia de la economía mundial y los éxitos incomparables del capitalismo empresario, no consiguieron transmitir el más mínimo entusiasmo en la platea, y sí ceños fruncidos.
No es casualidad que los líderes del mundo presentes en el foro esquivaran la posibilidad de compartir, aunque más no sea una foto protocolar con el mandatario argentino. La única exepción que confirma la regla fue la reina Máxima de Holanda.
Para concluir su alocución, Milei intentó brindar un cierre cargado de épica. Tras presentarse como un aliado internacional, les exigió a los multimillonarios que “no cedan al avance del Estado” porque “el Estado no es la solución, sino el problema”. “Ustedes son los protagonistas”, los alentó, y cerró con su inefable “¡Viva la libertad, carajo!”.
“Ahora estoy empezando a comprender”, reflexionó por su parte un diplomático holandés. “El enemigo del presidente Milei no es el comunismo, que tal vez sería perfectamente comprensible. Somos todos aquellos que defendemos algún modo de regulación de las brutalidades del mercado. Todos, moderados o no, deberíamos ir al infierno con los ‘nazis, los fascistas y la extrema izquierda’… ¡Nunca escuché nada igual!”, reconoció.
Y así como las repercusiones al discurso de Milei en el mismísimo edificio donde se desarrolla la cumbre fueron de estupor y rechazo, en la Argentina en tanto, los calificativos fueron desde “vergonzoso” a “papelón”, pasando por “anacrónico”, “de otra galaxia” o simplemente “una antigüedad”. Así quedó reflejado en la arena política a través de redes sociales y dentro de un gran arco ideológico que va desde Jorge Taiana a Pablo Avelluto, pasando por Margarita Stolbizer, Myriam Bregman o Martín Tetaz.
Otro tanto fue la lectura de los diarios del mundo, que no se ahorraron calificativos negativos a la hora de analizar la alocución del presidente argentino. Por ejemplo, “El País”, de España, sostuvo que “fue recibido con entusiasmo en el corazón del capitalismo, el foro de Davos, como un gran defensor del mercado, palabra sagrada para los ejecutivos, pero rápidamente las caras empezaron a cambiar en la sala en cuanto Javier Milei empezó a hablar”
“El presidente argentino abroncó a todos los líderes del mundo, y especialmente a los organismos internacionales, también presentes en la sala. Milei lanzó una visión apocalíptica del mundo, según él en manos del socialismo en todo el planeta”, arremete el texto.
Para coronar su triste performance en lo que fue su patético debut internacional, el presidente resumió su ponencia ante el Foro con un breve discurso en sus redes sociales: “Mi discurso en Davos. Viva la libertad carajo”.
Lo que llamó la atención fue la imagen que el líder de La Libertad Avanza eligió para ilustrar su publicación virtual: la de un león (el felino con el que se caracterizó a Milei en su época de campaña proselitista) que martilla la insignia comunista. La potencia del golpe, sobre el símbolo de la hoz y el martillo, se graficó además con varios escombros en la base, producto del impacto. Sin lugar a dudas no deja de ser un anacronismo, teniendo en cuenta que el muro de Berlín cayó hace ya más de 34 años, y el comunismo, como tal, forma parte de los libros de historia.