Docentes, no docentes, estudiantes y obreros saldrán hoy a las calles de todo el país en contra del ajuste en la educación superior pública del gobierno libertario que resolvió congelar el presupuesto 2023 para las universidades, aunque la inflación ya superó el 200 por ciento.
Más allá de las amenazas del presidente y los trolls del gobierno, de anunciar el protocolo anti piquetes, se espera una gigantesca movilización que se reunirá en Plaza de los Congresos para luego marchar a Plaza de Mayo.
La universidad nacional pública y gratuita es parte de las políticas de ascenso social enArgentina, algo que la derecha desprecia. La marcha contará con la adhesión del movimiento obrero y hasta de las universidades privadas.
La Reforma del 18 dio autonomía a sus claustros, Perón le dio gratuidad en 1949 y durante los años del kirchnerismo se crearon universidades en todo el conurbano bonaerense para que los jóvenes humildes llegaran a las mismas.
Unidad obrero-estudiantil. A veces es bueno ir al pasado para entender el presente y proyectarnos al futuro. En realidad, pocas veces en la historia del país hubo una confluencia entre los estudiantes y los obreros. Más allá de la gratuidad de la universidad que implementó el peronismo, el movimiento estudiantil siempre fue oposición y apoyaron el golpe en 1955. En aquellos años de la resistencia, del Plan Conintes con miles de trabajadores y dirigentes sindicales encarcelados, los estudiantes vivían en sus claustros y su preocupación poco tenía que ver con la represión al peronismo.
Fue recién a mediados de la década del sesenta, cuando Perón lanzó varios documentos sobre la importancia del “trasvasamiento generacional”. En aquellos tiempos los jóvenes comenzaron a mirar al peronismo desde otro lugar a partir del pensamiento de las llamadas “cátedras nacionales”, la apertura de la Iglesia hacia el mundo luego del Concilio Vaticano II y la llamada Teología de la Liberación y los libros de pensadores nacionales como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggros, Jorge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui, entre otros.
La Noche de los bastones largos bajo la dictadura de Onganía, ayudó a que muchos jóvenes comprendieron que la lucha del movimiento estudiantil y de la clase obrera iba por el mismo camino. Un ejemplo fue Roberto “pajarito” Grabois, que venía del marxismo y que en 1964 había sido el presidente del Centro de Estudiantes de Sociología, pero que, luego del golpe de Onganía, abrazo la causa del peronismo.
El Cordobazo. La unidad de los obreros y estudiantes se materializó en 1969. Todo comenzó en los comedores universitarios de Corrientes, continuó en Rosario con la muerte de un obrero y un estudiante, pasó por Catamarca, Tucumán, Salta, Río Negro y finalizó en Córdoba. En solo dos semanas el régimen militar colapsó.
El Interior había dicho basta. El jueves 15 de mayo en la provincia de Corrientes los estudiantes se movilizaron cuando el gobierno decidió privatizar el comedor estudiantil. La policía reprimió y murió el estudiante Juan José Cabral. La CGT local llamó a un paro en solidaridad. A partir de allí los estudiantes de otras ciudades del Interior llamaron a marchas y movilizaciones, las cuales fueron reprimidas violentamente por la policía, que dejó decenas de heridos y muertos.
Monseñor Devoto, obispo de Goya junto a un grupo de sacerdotes manifestó: “Este es un conflicto entre quienes detentan el poder y los que quieren hacer uso de sus legítimos derechos a la libre expresión. Cuando un pueblo no puede canalizar sus aspiraciones por los medios habituales, es normal que busque otros para elevar sus reclamos”.
El Interior estaba sublevado. Manifestaciones, incendios en las calles, destrucción de vidrieras, vuelco de autos y una furia popular que hizo eclosión en Córdoba. En la Mediterránea, la CGT de los Argentinos y la CGT de Azopardo anunciaron un paro nacional para el día 30 de mayo. Un día antes, 29 de mayo, los obreros de las principales fábricas del cordón industrial de Córdoba marcharon hacia el centro de la ciudad en un paro activo organizado por los gremios junto a los estudiantes universitarios. Entre las 11 de la mañana y las 14 horas se produjeron violentos enfrentamientos donde la policía debió retroceder. En poco tiempo los barrios fueron tomados por los manifestantes. Se incendiaron ómnibus y autos, se rompieron vidrieras y se levantaron barricadas con postes de luz, alambres y materiales de construcción. Por primera vez obreros y estudiantes lucharon codo a codo frente a las fuerzas del orden. Hacia las 17 horas el Ejército decidió intervenir e ingresó a la ciudad. La resistencia duró horas y más de una vez los militares debieron retroceder ante el avance de los trabajadores y estudiantes. Recién a altas horas de la noche recuperaron el control total de la ciudad.
El régimen de Onganía estaba eclipsado. El ministro del Interior, Guillermo Borda, intentó culpar a la “subversión perfectamente organizada y planificada”. Pero era un error. El pueblo había dicho basta a la política extranjerizante que había destruido especialmente las economías regionales.
El 2 de junio, el general Perón desde Puerta de Hierro hizo declaraciones: “Frente a semejante anacronismo (el gobierno de Onganía) no puede quedar otra solución que prepararse de la mejor manera para derribar semejante estado de cosas, aunque para ello deba emplearse la más dura violencia. Esta gente se ha ‘pillado’ en serio y se siente con derecho propio en un lugar al que ha llegado ‘con prepo’ y de mala manera”.
El 4 de junio, Onganía renovó todo su gabinete pero su suerte estaba echada y meses después sería derrocado.
Medio siglo después, los obreros y los estudiantes volverán a la calle frente a un gobierno elegido democráticamente, pero autoritario y violento, que desprecia al Estado y que decidió que el ajuste caiga en los trabajadores, los estudiantes y los jubilados.
Hoy habrá unidad de estudiantes y obreros. Nadie quiere violencia o represión, mucho menos muertos por parte de las fuerzas policiales que conduce Patricia Bullrich, pero será el principio para frenar las políticas de hambre de este gobierno.
Hace unos años atrás el cantante Residente decía: “La educación es nuestra nueva revolución, no es el fusil. Aquí se dispara con palabras, se asesina con conocimiento, nuestra guerrilla son los libros”.
Marchemos con un libro en la mano para frenar la barbarie libertaria