
En medio de la crisis económica, sin dólares en el Banco Central y con gobernadores aliados que le dan la espalda, el presidente Javier Milei viajó a la provincia de Chaco para participar de un congreso internacional de Iglesias Evangélicas, convocado por el poderoso pastor Jorge Ledesma junto al pastor internacional Guillermo Maldonado, amigo de Donald Trump.
La reunión no fue casual: los grupos evangélicos, tanto en Estados Unidos como en América Latina, apoyan a fuerzas ultraliberales que se oponen a la diversidad, el aborto, la justicia social y los derechos de las minorías.
Este fenómeno se evidenció claramente en Brasil, con el apoyo masivo de las iglesias evangélicas a la figura de Jair Bolsonaro. Recomendamos el extraordinario documental de Petra Costa, Apocalipsis del trópico, disponible en Netflix, que explora la influencia de estos grupos religiosos en la política brasileña y su vínculo con la extrema derecha.
Un poco de historia
En 1988 publiqué Multinacionales de la Fe, un libro que relataba la penetración ideológica norteamericana a través de corporaciones religiosas, utilizadas para combatir la teología de la liberación y a los gobiernos populares.
Decía entonces: “El evangelista Billy Graham señala que puede predicar en una sola noche todo lo que el discípulo Pablo hizo en su vida. En realidad, mientras las estimaciones históricas ubican la cantidad de oyentes de Jesús en no más de treinta mil personas, la Iglesia Electrónica, con el aporte de los satélites, permite alcanzar a mil millones de personas simultáneamente con el mensaje del Evangelio”.
El fenómeno de las iglesias electrónicas comenzó en 1950, cuando Billy Graham lanzó una serie de programas radiales que causaron gran impacto. Un año más tarde debutó en televisión. Sin embargo, el primer evangelista con un programa semanal televisado fue Rex Humbard, quien en 1953 inició sus transmisiones y en 1958 inauguró la Catedral deMañana, en Ohio: la primera iglesia construida como estudio de TV. Luego lo siguió Oral Roberts, famoso por sus supuestas curaciones milagrosas transmitidas en pantalla. El auge de los predicadores electrónicos se consolidó en la década del ’60, y desde entonces no se bajaron de la pantalla.
El éxito de los tele evangelistas se debe a su capacidad de montar espectáculos atractivos: sermones guionados, historias dramáticas, música pegadiza y promesas de milagros. Sus críticos afirman que se trata de un negocio que explota la fe popular. Dean Colin Williams, de la Yale Divinity School, sostuvo: “La iglesia electrónica es una religión de consumo que no ayuda a pensar y se nutre de personas desesperanzadas o alienadas”.
A mediados de los años ’70 se produjo una alianza estratégica entre la Nueva Derecha estadounidense y los tele evangelistas, que resultó clave para el triunfo electoral de Ronald Reagan en 1980. Richard Viguerie, en su libro The New Right, escribió: “Existen aproximadamente 85 millones de estadounidenses (50 millones de protestantes de fe renovada, 30 millones de católicos conservadores, 3 millones de mormones y 2 millones de judíos ortodoxos) que conforman una coalición Pro-Familia seguidora de la Biblia… La separación entre Iglesia y Estado no significa la separación de Dios y el gobierno”.
Con la llegada de Reagan al poder, esta alianza comenzó a mirar hacia América Latina. En 1981 crearon el Instituto sobre Democracia y Religión, que intervino especialmente en Nicaragua y El Salvador, criticando duramente a las iglesias históricas protestantes y al catolicismo por “hacerle el juego al marxismo”.
El desembarco en América Latina
La alianza entre la Nueva Derecha y los telepredicadores provocó una verdadera invasión de programas religiosos en América Latina durante las décadas del ’70 y ’80. Estos programas, doblados al español, promovían el estilo de vida de la clase media estadounidense, defendían abiertamente la política exterior de EE.UU. y combatían el comunismo.
Las primeras experiencias se dieron en Centroamérica y Brasil, para luego extenderse a todo el continente. Entre los más conocidos estaban el Ministerio de Jimmy Swaggart, el Club 700, el Club PTL y el evangelista Rex Humbard. En radio se destacaron Swaggart, el Club PTL, Luis Palau Responde y el Hermano Pablo, especialmente en Centroamérica.
Teólogos católicos y protestantes criticaron duramente esta invasión. La Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas (WACC-AL) señaló en un documento: “Se trata de una religión al servicio de la legitimación del sistema capitalista y de sus fuentes de dominación y desigualdad social… Junto a los predicadores de la religión comercializada, aumenta el impacto de los movimientos religiosos contemporáneos (sectas), algunos cristianos, otros para-cristianos y otros no cristianos”.
Y agrega: “Las iglesias electrónicas acentúan el individualismo con sus predicadores-estrella y su oferta de salvación individual; disgregan comunidades, asignan a Satanás el poder absoluto de inducir el pecado, y convierten la prédica en un espectáculo perfectamente producido. La audiencia solo puede admirarse, conmoverse —a menudo hasta las lágrimas—, recibir supuestas sanidades y aportar donaciones anónimas”.
Fe, dólares y milagros
La doctrina central de estos grupos es la lucha contra los demonios y la llamada “Teología de la Prosperidad”. Según sus pastores, la bendición económica y el bienestar físico son voluntad de Dios; por eso, quien más dona a la iglesia, más riquezas recibirá. Si el creyente tiene fe, Dios le dará seguridad y prosperidad.
Un ejemplo reciente lo dio el propio pastor Ledesma, al afirmar que, por su fe, Dios transformó 100 mil pesos en 100 mil dólares, y un anillo de plástico en uno de diamantes.
Por ahora, el milagro de convertir pesos en dólares no le ha funcionado ni al presidente Milei ni a “Toto” Caputo. Tendrán que rezar más.
El crecimiento evangélico en la región
Según datos del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), la población evangélica en América Latina no para de crecer. En Brasil representa alrededor del 30% de la población. En países centroamericanos como Guatemala, Honduras y Nicaragua supera el 40%. En Ecuador, Colombia, Venezuela y Panamá, supera el 15%; en Costa Rica y Puerto Rico alcanza el 20%; en México llega al 10%; y en Argentina, al 15%.
La historia se repite, pero esta vez con acento argentino. Mientras la economía se derrumba, Milei busca milagros entre pastores que prometen diamantes, multiplicación de pesos y salvación divina. No es fe: es estrategia. No es religión: es poder. Y no es nuevo: ya lo vivimos en los ’80 con Reagan, en los 2000 con Bolsonaro. Lo peligroso es que cuando la política se arrodilla ante los altares de la prosperidad, las democracias tienden a desmoronarse… como castillos de arena frente al primer viento.
Repito: No dejen de ver el extraordinario documental de Petra Costa Apocalipsis del Trópico.