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21 septiembre, 2025
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Un presidente roto al borde del abismo, rezando por Trump

“El presidente está roto, vive sus horas más oscuras desde que llegó a la Casa Rosada”, confió alguien que lo visitó. Fue su peor semana desde la paliza que le dio el peronismo —y buena parte de la ciudadanía— en las elecciones del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires.

Los argentinos se hartaron del maltrato, de los sueldos de hambre y de las restricciones mientras su círculo íntimo, incluida su hermana, es acusado de quedarse con coimas destinadas a los discapacitados. El presidente, tras semanas de silencio, finalmente reconoció que “la bala de la corrupción” lo alcanzó y sus defensas son débiles. El viernes, en un acto en Córdoba, dijo que todo era obra de “un chimentero”, en alusión a Jorge Rial. Y ayer, el periodista Luis Majul —alineado con la Casa Rosada— deslizó que “si realmente Karina Milei hubiese querido robar, ¿por qué no quedarse con la caja en vez de entregarla?”, es decir, quedarse con el 100 % en lugar del 3 %.

La desesperación se nota y los errores se multiplican. No solo del presidente: el ministro de Economía, Luis Caputo, desafió a los mercados con su “vamos a vender hasta el último dólar”, después de su célebre “comprá, campeón”. El mercado no dudó. En solo tres días obligó al Banco Central a liquidar más de 1.100 millones de dólares.

No hay divisas y el FMI ya adelantó 14.000 millones de dólares entre abril y julio. Anunció que, por ahora, no habrá más dinero. Desesperados, el presidente y su ministro de Economía jugarán su última carta: Donald Trump. Lo verán antes de su discurso en la ONU para pedirle que interceda ante Scott Bessent, hombre clave del Tesoro norteamericano, quien hace un tiempo prometió apoyo a la Argentina.

El gobierno sueña con un préstamo directo de 10.000 millones de dólares a través de un swap —un intercambio de monedas— similar al que el país tiene con China. El dinero solo podría usarse para pagar vencimientos de deuda, pero le permitiría al Banco Central frenar la corrida cambiaria con las escasas reservas. En Washington advierten que no será fácil y que, en el mejor de los casos, la suma rondaría entre 2.000 y 4.000 millones. Nada más. El rol de Trump será decisivo.

Mientras el gobierno espera un milagro de Trump y del Tesoro estadounidense, los mercados seguirán presionando con la compra de dólares que el Banco Central vende a 1.500 pesos. Economistas cercanos al oficialismo admiten que habría que liberar el mercado, donde el valor real se estima en 3.000 pesos. Eso implicaría una devaluación que dispararía la inflación. El gobierno sabe que el verdadero estallido podría llegar el 26 de octubre, cuando los argentinos vuelvan a votar en todo el país.

La tensión en Olivos es tal que, en la última reunión del presidente con candidatos a legisladores de La Libertad Avanza, un socio, en voz baja y con sorna, comentó al ver llegar a la exuberante Virginia Gallardo —candidata por Corrientes—: “Ahí viene la futura ministra de Economía”, la vedette y panelista que, según dicen, estudió economía con el propio presidente.

En Olivos lo admiten a media voz: si Trump no aparece con dólares frescos, el 26 de octubre no será una elección, será el acta de defunción política de un presidente que se quedó sin reservas y sin excusas.

 

 

 

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