La alianza entre La Libertad Avanza y el PRO, bendecida por Wall Street y Donald Trump, logró un triunfo ajustado pero demoledor en la provincia de Buenos Aires.
Con el 95% de los votos escrutados, Diego Santilli se impuso con el 41,55%, apenas por encima del 40,87% alcanzado por Jorge Taiana.
En los bunkers de La Plata y San José 1111, el desconcierto fue total. El peronismo estaba convencido de una victoria holgada, pero el voto castigo y el miedo económico pesaron más que la memoria.
Pese a los salarios congelados, las jubilaciones de miseria, las fábricas cerradas, el abandono a los hospitales y la ausencia total de obra pública, los libertarios arrasaron en casi todo el país.
El voto antiperonista se consolidó como refugio del enojo y del miedo. Hasta el mismísimo Trump, en tono de amenaza, deslizó que “se iría de la Argentina si Milei perdía”.
En el conurbano, el peronismo resistió y ganó, pero La Libertad Avanza logró achicar márgenes. En cambio, en el interior bonaerense, el golpe fue duro y sin anestesia.
Sin embargo, esta derrota también puede ser un punto de inflexión. El peronismo deberá reencontrarse con su esencia, volver a hablarle a los trabajadores, a los jóvenes y a los olvidados, y reconstruir esperanza donde hoy solo hay frustración.
Porque si algo enseña su historia, es que el peronismo siempre vuelve, y cuando lo hace, no vuelve para resistir: vuelve para transformar

