Mientras el Gobierno designa a un militar al frente del Ministerio de Defensa —un funcionario que defiende, o guarda silencio, sobre la represión más brutal de la historia argentina, con más de 30.000 desaparecidos— impulsa además cursos de “derechos humanos y verdad completa”.
Al mismo tiempo, acaba de crear la Agencia Nacional de Migraciones, una fuerza policial dedicada a perseguir inmigrantes. Esa nueva estructura estará bajo el mando de la flamante ministra de Seguridad, Alejandra Monteoliva, formada y discípula del general Óscar Naranjo, denunciado por participar de represiones violentas contra estudiantes en Colombia y México.
La agencia, abiertamente orientada a la “caza de inmigrantes”, replica el enfoque de Donald Trump y será presentada esta tarde.
Según trascendió, la idea de Patricia Bullrich y Monteoliva es crear una “policía migratoria”, que reemplazará a Gendarmería en el control de fronteras y también a la Policía de Seguridad Aeroportuaria, responsable de la seguridad en aeropuertos.
Esta “policía migratoria” estaría integrada por efectivos provenientes de otras fuerzas, que deberán realizar una capacitación especial para mejorar el control de fronteras y evitar, según el oficialismo, “el ingreso de delincuentes y los delitos como el contrabando”.
El decreto 366/2025, que modificó la Ley de Migraciones, ya había establecido la existencia de una “Policía Migratoria Auxiliar” integrada por Prefectura Naval, Gendarmería, PSA y Policía Federal, obligadas a colaborar con la Dirección Nacional de Migraciones en estas tareas.
La locura trumpista
Al mismo tiempo que el Gobierno argentino avanza con un militar en Defensa —algo inédito desde 1983—, vota a favor de la tortura en Naciones Unidas y crea una policía para perseguir inmigrantes, Estados Unidos vuelve a escalar la tensión regional.
El gobierno de Donald Trump designó al supuesto Cartel de los Soles como organización terrorista extranjera y señala al presidente venezolano Nicolás Maduro como su líder.
Caracas rechazó “firme y absolutamente” la acusación, calificándola como una “patraña ridícula” y una “vil mentira destinada a justificar una intervención ilegal contra Venezuela”.
La declaración recuerda a las excusas utilizadas para justificar invasiones previas: Irak y sus “armas de destrucción masiva”, Panamá, Libia. En realidad, Trump busca quedarse con el petróleo de la cuenca del Orinoco, hoy en manos de empresas rusas.
Lo verdaderamente alarmante es que el gobierno de Milei pueda alinearse con esa estrategia bélica y meter a la Argentina en una aventura militar contra un país hermano, algo que no ocurre en la región desde la guerra de la Triple Alianza en el siglo XIX.
La combinación es peligrosa y transparente: militarización interna, persecución a inmigrantes y alineamiento automático con la agenda bélica de Estados Unidos.
Mientras Milei celebra su “verdad completa”, el país se desliza hacia un modelo represivo que recuerda a lo peor del siglo XX.
Si nadie frena este rumbo, Argentina puede terminar siendo protagonista —o cómplice— de una intervención militar absurda, ajena a sus intereses y contraria a su historia democrática.
