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La Plata
12 marzo, 2025
PAÍS

La misa en Luján abrió un nuevo capítulo en la pelea entre la Iglesia y el Gobierno de Macri

La relación entre el Gobierno y la Iglesia argentina alcanzó un punto de máxima tensión el fin de semana pasado, a raíz de la multitudinaria misa que por “Paz, Pan y Trabajo” se ofició frente a la basílica de Luján, y que contó con la presencia de Hugo y Pablo Moyano, algo así como los enemigos públicos número uno de la gestión macrista.

Por elevación, todas las miradas se dirigieron hacia el Vaticano, teniendo en cuenta que para el Gobierno hay una marcada influencia del Papa Francisco detrás de la seguidilla de homilías y gestos críticos de obispos hacia el plan económico, y que justamente tuvo su broche de oro con la misa del sábado último.

Agustín Radrizzani, el arzobispo que ofició la misa, se vio obligado a aclarar que el Santo Padre “no ha tenido ninguna injerencia. La decisión de realizar la misa en Luján fue absolutamente mía”, aseguró.

En una carta pública, el religioso afirmó que haber oficiado la misa en la que tomaron parte los gremialistas más críticos de la gestión de Macri, tuvo como objetivo “propiciar una súplica (…) para favorecer un clima de diálogo que ayude a superar las dificultades que sufren muchos argentinos”, tras lo cual aclaró que “nunca tuve la intención de apoyar ni a un partido, ni a una ideología, ni a personas concretas”.

Para completar su postura, Radrizzani destacó que “a nadie negamos una misa”, y que él no tuvo “ningún interés en agudizar la brecha. Yo lo que quiero es estar cerca del pueblo”.

Sin embargo, Pablo Moyano deslizó que el acto contaba con la bendición papal: “No se podría haber realizado la movilización sin la venia del papa Francisco”, dijo.

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