El psicoanalista Jorge Alemán explica muy claramente que el discurso de Mauricio Macri es el discurso del psicópata: niega y tergiversa lo que podemos percibir por nuestra propia experiencia, lo que es enloquecedor. Dice Alemán que “pone a la víctima en el lugar del culpable de su propio sufrimiento, lo cual genera sobre la víctima el efecto de confundirla y deprimirla”. Es lo que hizo con la gobernadora María Eugenia Vidal, cuando hace un mes y medio, con esa sonrisa manipuladora, le dijo que avanzara con un posible desdoblamiento electoral.
Vidal creyó que tenía el sí, reunió a su equipo encabezado por Federico Salvai y los puso a trabajar. Se consultó a la Justicia electoral, se pacto con Sergio Massa y se le pidió a Manuel Mosca, presidente de la Cámara de Diputados que trabajara con los legisladores para modificar las leyes que había que modificar y tener un pronto despacho.
Luego de esa charla, a principios de diciembre, el presidente no la recibió más a la gobernadora. La tuvo en el freezer un mes. Más alla de apoyo mediático a la gobernadora y el desdoblamiento electoral, en la Gobernación empezaron a sentir escalofrios sobre las charlas de Marcos Peña con algunos visitantes: “Ni en pedo sale eso”, decia el Jefe de Gabinete.
El presidente empezó a molestarse cada día más cuando escuchaba -¿o eran escuchas?- donde desde Vidal o los hombres de su equipo afirmaban que el “presidente es una mochila en el gran Buenos Aires y le hace perder votos a Mariu”.
En la reunión del presidente con los gobernadores Gerardo Morales, Alfredo Cornejo y Horacio Rodríguez Larreta en el country Cumulén fue muy claro: “Acá nadie desdobla, todos vamos a trabajar por el triunfo de mi reelección”. Luego agregó: “si yo pierdo todos terminamos presos, nadie se salva”.
Ayer, después de un mes, el presidente organizó un acto con la mandataria que se desvivió en “hacerle elogios” al jefe de Estado. Dicen fuentes que estaban presentes que casi ni dialogaron en privado y el presidente le contó que en unos días la va invitar a la Rosada. Vidal ya sabe que perdió la partida con el presidente.
Hace tres años, Gabriela Michetti, con el apoyo de los medios hegemónicos quiso enfrentar al presidente. Vivió un duro escarnio y tuvo que terminar aceptando ser la persona que mueve la campanita en el Senado, en vez de manejar los destinos de la Capital Federal.
Como afirma Jorge Alemán, el presidente como buen psicópata usa “el arte de la manipulación y la crueldad” con aquellos que lo enfrentan. Como buen ejemplo está su padre, que durante décadas lo humilló y ahora Macri se da el gusto de mandarlo a declarar a la Justicia por corrupción y tratarlo de “anciano senil”.